Usted está aquí: jueves 11 de septiembre de 2008 Política El osito travieso

Miguel Marín Bosch

El osito travieso

Mucho ha cambiado en Europa desde el derrumbe de la Unión Soviética hace más de tres lustros. La desaparición del pacto de Varsovia, la alianza militar creada para contrarrestar a la OTAN, es un ejemplo de ese cambio; la atomización de la antigua Yugoslavia es otro. Pero hay más.

Estados Unidos ha encabezado los esfuerzos por ampliar a la OTAN y ha tenido éxito. La alianza “atlántica” ha ido creciendo hacia el este, incorporando a los países otrora miembros del pacto de Varsovia: Bulgaria, Eslovaquia, Hungría, Polonia, República Checa y Rumania. A éstos se han agregado Eslovenia (que fue parte de Yugoslavia) y, aún más significativo, las tres repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) de la antigua Unión Soviética.

Washington ha seguido provocando a Moscú al instalar un sistema antimisiles en Polonia y la República Checa y al continuar con sus intentos de ampliar a la OTAN. Tiene en la mira a Ucrania y Georgia. Con toda razón Rusia se siente cercada por su antiguo rival militar. Los cínicos dirán que la solución está en la incorporación de Rusia. Por ahora las fricciones persisten.

Washington también ha venido asignando nuevas tareas a la OTAN. La intervención ésta en Kosovo dio lugar a la supuesta independencia de ese territorio serbio a principios de este año. Belgrado y Moscú no aceptan lo anterior, pero hay países en la OTAN que la han propiciado.

Los acontecimientos recientes en Georgia han causado mucho sufrimiento entre la población y han afectado la relación entre Rusia y los países occidentales. Moscú quiere poner un hasta aquí a la expansión de la OTAN a la vez que siente la obligación de defender a los rusos que viven más allá de sus fronteras.

Durante la época soviética hubo un movimiento importante de personas que salieron de Rusia para instalarse en otras repúblicas dentro de la URSS. Se calcula que en 1991 había 25 millones de personas de origen ruso viviendo en las otras 14 repúblicas de la URSS. Hubo también habitantes de esas repúblicas que emigraron a Rusia. En Georgia la presencia de rusos fue creciendo en varias regiones fronterizas, incluyendo Osetia del sur y Abjazia. Lo mismo ocurrió en partes de Moldova y Crimea, seguramente los futuros puntos de fricción con Moscú.

Estados Unidos parece haber abandonado por fin cualquier pretensión de llevar a cabo una intervención punitiva unilateral para hacer frente a las actividades militares rusas en Georgia. Se plegará a los esfuerzos diplomáticos de los países europeos. Hasta ahora Washington había calificado de tibios los pasos sugeridos por la Unión Europea, incluyendo sanciones económicas y exclusión de Rusia de algunas organizaciones como el G-8 o la organización mundial de comercio.

Al mismo tiempo, Washington anunció que tenía un paquete de ayuda para Georgia valorado en unos mil millones de dólares. Y Tbilisi necesita mucha ayuda para reconstruir el país. La intervención militar rusa es el episodio sangriento más reciente de una serie que ha azotado a Georgia desde su independencia en 1991 tras el derrumbe de la Unión Soviética.

La historia de Georgia independiente ha sido bastante atrabancada. Su primer presidente, Zviad Gamsajurdia, fue electo en 1991 y depuesto poco después tras un golpe de Estado sangriento apoyado por Rusia. Siguieron varios años de guerra civil hasta que, en 1995, Eduard Shevarnadze fue electo presidente. Como el último ministro de relaciones exteriores de la Unión Soviética Shevarnadze parecía un tipo honesto. De regreso a su natal Georgia en 1992 se unió al grupo golpista y ya como presidente fue dando muestras de inclinaciones corruptas.

En Osetia del sur y Abjazia se desataron movimientos separatistas y pro rusos que dieron pie a conflictos violentos. En 2003 Shevarnadze fue depuesto en un golpe sin violencia. El líder del golpe, Mijail Saakashvili, fue electo presidente y asumió el cargo en 2004. Saakashvili estudió en Estados Unidos y es el político georgiano predilecto de Washington. Su defensa de la integridad territorial de Georgia lo llevó a la supresión de las fuerzas separatistas en Adjaria y el éxito ahí lo animó a seguir el mismo camino en Osetia del sur. Ahí y en Abjazia fracasó.

El mes pasado Rusia reconoció la independencia de Abjazia y Osetia del sur. ¿Revancha por lo ocurrido en Kosovo? El despliegue de tropas rusas en Georgia fue calificado por Moscú como una operación para el mantenimiento de la paz. ¡Menudo eufemismo! El cese al fuego negociado por el presidente francés ha sido violado de manera reiterada. Los países occidentales han deplorado la acción rusa pero poco pueden hacer nada para detenerla. Los ataques verbales se han multiplicado pero Moscú sigue el camino que se ha trazado.

Georgia es un país pequeño. Tiene una superficie equivalente a la de Baja California. El tamaño de Osetia del sur es comparable al de Tlaxcala y Abjazia es el doble. La mayoría de los habitantes de esos territorios tiene nacionalidad rusa.

Detrás del conflicto está un factor importante: el suministro de petróleo y otros energéticos a Europa. Por un lado, está el gas que Europa recibe de Rusia. Ucrania aprendió la lección hace poco cuando Moscú dejó de proveerlo. Por el otro, por Georgia pasa el oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan (Turquía), una de las más importantes entradas de petróleo que tiene Europa.

No quisiera dejar de mencionar que hoy se cumplen siete años de los ataques terroristas a Nueva York y Washington. Tampoco quiero dejar de lado lo que está ocurriendo en la contienda presidencial de Estados Unidos.

Desde febrero pasado he venido insistiendo a mis amigos que Barack Obama no ganará las elecciones como tampoco lo hubiera hecho Hillary Rodham Clinton. Ojalá me equivoque. Éste será el tema de mi próximo artículo.

 
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