Usted está aquí: miércoles 10 de septiembre de 2008 Opinión Los aldeanos vanidosos

José Steinsleger

Los aldeanos vanidosos

El cumpleañero era un tío genial. ¡Genial!, dijo un día que me expulsaron de la escuela. ¿Estallaba una crisis política? ¡Genial! Guapas, impresentables, eufóricas, angustiadas, escotadas, saludaba a todas las mujeres así: ¡estás genial! De pronto, sonó el timbre. El tío ordenó mutis con el índice: “voy a presentarles a un escritor”… y todos gritamos: ¡genial!

El invitado tomó asiento a mi lado. Mi tío le alcanzó un libro.

–Por favor… para mi sobrino.

Rodolfo Walsh firmó el ejemplar de Operación masacre. Exultante, mi madre comentó:

–¡Un libro autografiado por un escritor famoso!

Walsh me echó un guiño:

–Tu opinión es importante para mí.

–Pero usted es famoso, señor.

–Conozco cuentos mejores.

–¿Es muy difícil ser escritor, señor?

–Depende. Si en la primera página no decís lo que te proponés, en la segunda ya no lo dijiste.

No me hacía ilusiones. Subrayando con frenesí párrafos de Los endemoniados, entendí que resolver los problemas del mundo era más fácil que escribir. ¡Escribir después de Dostoievski y Ana Ajmatova!

En marzo de 1972, embriagado con los versos de Ernesto Cardenal, decidí viajar a Solentiname. Llegué por avión al pueblo fronterizo de Los Chiles (Costa Rica) y navegué después por un río hasta desembocar en el Gran Lago de Nicaragua. Mi corazón saltó de gozo: en el muelle de San Carlos, el vate hacía sus compras de mercado. El poeta José Coronel Urtecho estaba con él.

–¿Y usted quién es? –dijo Cardenal oliscando chayotes y melones.

–¡Nadie, poeta!... ¡Nadie!– remarqué extasiado. Apenas un admirador suyo… –¡Le traigo una carta de Carlos Martínez Rivas!

–Démela. No tengo tiempo.

Una lápida de hielo me sepultó en lo más hondo del trópico. Entre divertido y preocupado, Coronel exclamó:

–¡Hombre, no puede quedarse acá! ¡Lo invito a mi hacienda!

Inolvidable vivencia. En Las Brisas, durante cuatro días con sus noches, recibí una bendición más trascendente que la anhelada en Solentiname, donde esperaba iniciarme en la mística revolucionaria, usted me entiende.

A cambio, descubrí la fuerza de la poesía nicaragüense, que incluía palpar las cartas manuscritas de Ezra Pound a Coronel, cuando ambos pasaron una temporada en clínicas de “salud mental” de Estados Unidos.

Arrolladoramente (así hablaba Coronel), oí algunas historias descosidas de Cardenalito, su discípulo. María Kautz, una mujer salida de las páginas de Proverbios (31:10), “una mujer como inventada por un poeta/ una mujer casada con un poeta”, cocinaba y sonreía con picardía.

En San José, Martínez Rivas supo de mi desencuentro:

–Mirá vos… ¡y eso que andaba disfrazado como el poeta: barba, cabello largo, jeans, camisa blanca, morralito!

Midiendo el nivel del botellón de whisky que escondía no sé dónde en su cuarto de hotel, el incomensurable autor de La insurrección solitaria balbuceó:

–Ernesto, Ernesto…

Ahora, y a raíz de un pleito aldeano de la justicia nicaragüense con el poeta de Solentiname, circula un llamado a la “comunidad internacional” contra el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. Peino el batiburillo de los “abajo firmantes”… ¿Qué es esto? ¿El “caso Padilla” corregido y aumentado (La Habana, 1971)?

Entre famas y cronopios, la nómina incluye a la tropa literaria del grupo español Prisa, liderada por el caudillo de Masatepe que se apunta en todas con tal de borrar su honorable pasado. Y no me refiero a pasados como el de Coronel, cuando quemó las naves con el suyo: “No volverá el pasado/… historia en la que el pueblo no contaba/… la verdad ya es verdad / la mentira mentira”.

Tampoco sorprenden los que, siempre listos, luchan contra el “autoritarismo” con ayuda de la Agencia Internacional para el Desarrollo y la Fundación Nacional para la Democracia (AID y NED, por sus siglas en inglés). Sólo me inquieta un misterio misterioso: ¿avanza con la edad la delicuescencia intelectual de los escritores famosos?

Una cosa es deplorar la chatura de Ortega y otra confundirlo con Platón, sumándose al coro de la infamia programada: esta campaña que coincide (¡oh, argos de moral ubicua!), con los ataques del régimen terrorista de Colombia a Nicaragua en la OEA, el apoyo de Honduras a la iniciativa bolivariana de la Alba, y el posible triunfo del FMLN en los comicios presidenciales de El Salvador.

Miren, muchachos: a Ortega se los regalo envuelto y con moño, primera dama incluida. Los libros de Cardenal no van incluidos. Son nuestros.

 
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