Usted está aquí: domingo 7 de septiembre de 2008 Cultura Monsiváis: el 68, peor que ahora: había más represión y era imposible protestar

■ “Ya no me convence la revolución, porque no veo a Zapata ni a Villa, pero sí a Huerta”

Monsiváis: el 68, peor que ahora: había más represión y era imposible protestar

■ Genera incertidumbre la “ineptitud” de la clase gobernante para enfrentar los problemas

Arturo Jiménez

Ampliar la imagen Carlos Monsiváis Carlos Monsiváis Foto: Yazmín Ortega Cortés

Es falsa la percepción de que antes, en la época del 68, la situación era mejor, “pero no, era peor que ahora, y con ello no hago un elogio a una situación presente realmente lamentable”, dijo el escritor Carlos Monsiváis, para quien uno de los principales retos actuales del país, envuelto en la violencia, la inseguridad, la corrupción política y el desempleo, es la incertidumbre que genera la “ineptitud” de la clase gobernante para enfrentar los problemas.

El autor de Días de guardar leyó la conferencia 1968, la herencia en busca de herederos, la cual dictó como parte de diversas actividades artísticas y académicas que se realizan en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco con motivo del 40 aniversario del movimiento estudiantil de ese año.

Antes, explicó Monsiváis, casi no existía la posibilidad de protestar debido a la represión, que era mucho peor que ahora, tampoco se habían organizado diversos grupos de resistencia de la sociedad civil, como ahora, ni se permitía el acceso a los medios de comunicación, que aunque hoy todavía es incompleto se han ganado algunos espacios, sobre todo en la prensa escrita.

Ahora la libertad de expresión es “infinitamente mayor” que hace 40 años, continuó, y mientras antes al poder le importaba lo que dijera la crítica, en el presente no le interesa lo que se diga, pues considera que eso “no sirve para nada” ni llevará a un cambio.

Las palabras, dijo, han perdido toda eficacia, por eso “hay que reivindicar el uso de la palabra en tanto portadora de denuncias concretas y de necesidades de enmienda rápida”, destacó el escritor, quien también comentó que antes los estudiantes sabían que al salir de la universidad iban a conseguir un trabajo, y ahora eso es casi imposible por el marcado incremento del desempleo.

Ante la incertidumbre expresada por varios jóvenes acerca del presente, que incluso preguntaron si se aproximaba otra revolución en el país, Monsiváis rechazó la efectividad actual de la violencia armada y comentó: “Ya no me convence mucho la revolución, porque no veo a Zapata ni a Villa, pero sí a Huerta”.

Lo que sí, agregó, “la violencia va a perjudicar a todos y ya está perjudicando a la clase gobernante, que se está anclando en su propia incapacidad de manejar la violencia, ya no sabe manejar la violencia, la coherción, el control de los medios. Son tan ineptos que parece que están descubriendo el ejercicio del poder a través de su ejercicio, y ese es un axioma deveras catastrófico”.

¿Tiene sentido resistir?

Entre sus varias reflexiones, Monsiváis señaló que “el 68 fue un movimiento de masas contra el autoritarismo, en favor de los derechos humanos y una búsqueda organizativa de lo que después se llamará sociedad civil”.

Destacó que el 68 fue “un gran desplazamiento antiautoritario que se explica por el cambio de mentalidad que realiza y eso creo que es la herencia hasta el momento más señalada”.

Agregó que “una de las proezas posteriores a 1968 es extraer el 2 de octubre de la noción del sacrificio ritual y colocarla en el centro de la demanda de los derechos humanos”, pues fue “un agravio brutal y desmedido”. Y en ese sentido reconoció el trabajo del Comité de ex Presos Políticos, cuyos integrantes “han rechazado todo simbolismo y se han centrado en la puntualización de los delitos”.

A 40 años, señaló, la pregunta es “si tiene sentido organizarse, resistir, estar en contra del autoritarismo, plantear cambios fundamentales si todo está condenado al fracaso”. Y habló de la necesidad de “una movilización basada en argumentos racionales, en la resistencia a hechos oprobiosos y en el deseo del ejercicio de las libertades”, pese al “aplastamiento” de los medios de comunicación y a la “inmensa capacidad de mentira” y de sordera de las clases gobernantes.

Habló de la necesidad de la permanencia de la razón y de su práctica, porque de lo contrario se estaría cediendo terreno a la efectividad de la irracionalidad.

 
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