Usted está aquí: martes 2 de septiembre de 2008 Opinión Germán Venegas en el MAM

Teresa del Conde

Germán Venegas en el MAM

Cabalgando el tigre es una de las mejores retrospectivas antológicas que pueden contemplarse en esta ciudad, y causa beneplácito que el Museo de Arte Moderno (MAM) la haga coincidir con la de Roberto Turnbull.

Excepto por lo que concierne a su producción más reciente, los que proseguimos en el empeño de aquilatar la trayectoria de artistas de México, a quienes atribuimos notables logros, encontramos que esta muestra de Germán Venegas contiene obras ya exhibidas.

Se trata de un acierto curatorial, pues la visión que depara ahora, digna de exhibirse en espacios museísticos de cualquier país, permite reformular el decurso de una  trayectoria marcada por hitos tan importantes como las tallas del ahuehuete, que han dado lugar a insólitas creaciones, como la Venus inspirada en la escultórica hindú que ladea su cabeza de rasgos clásicos, la talla monumental se yergue cercana a varias de sus antecesoras de menores dimensiones. Está flanqueada por un Chac-Mol mestizo, orientalizado y contemporáneo.

Venegas rinde, desde el presente, un culto a antiguas tradiciones que fascinan al espectador de formación humanística, como ha sucedido aquí con el beneplácito que ha provocado, en personas como Jorge Alberto Manrique, Gilberto Aceves Navarro y Tomás Parra, entre otros.

Muy joven, Venegas destacó inicialmente como tallador en madera, siguiendo una tradición familiar, pero no por eso descuidó otros medios. Tiene un autorretrato al aguafuerte a la manera de Rembrandt que quizá pudo haberse exhibido, casi a modo de logotipo, junto con su nombre en el espacio de los créditos.

Patricia Sloane, curadora invitada, advierte en el díptico editado por el MAM que mediante la idea de cabalgar el tigre, Venegas enuncia la capacidad del individuo “para lograr el control, luego de dominar los peligros que le acechan”, de modo que la máxima budista “del aquí y el ahora” permite metafóricamente cabalgar la fiera (aunque se ve a leguas que igualmente el felino es capaz de tragarse al incauto).

No en todos los casos el artista ha optado por trabajar en volumen, aunque ya sea en madera, cartón u otros materiales, los plenos en relieve se incorporan a piezas concebidas fundamentalmente como pinturas.

Son varias las opciones y medios de trabajo, que algunas discurren en el límite con el producto artesanal, convertido en formidable pieza monumental, como es precisamente el tigre que se traga a un personaje. En oposición a esta pieza, otro espacio, atinadamente orquestado, ofrece las variaciones que integran el conjunto Polvo de imágenes (frase de Octavio Paz) que otrora se presentaron en la entonces galería Fernando Gamboa del propio museo. Son ensamblajes abarrocados que aluden a “la portentosa vida de la muerte”.

Se exhibieron también en el Museo de Arte Contemporáneo (Marco) de Monterrey y una de estas piezas viajó a instancias de una galería capitalina a la Feria Arco de Madrid. Fue a dar a la colección permanente del Museo de Pontevedra (hasta donde recuerdo), en España.

Creo que el darwinismo formal (en este caso sobrevivencia de las combinaciones más aptas) ha permitido a Germán Venegas trabajar propuestas en oposición: desde las aventuradas y casi monócromas pinturas medio fauves que exhibió en La Esmeralda hace pocos años, hasta la serie de calaveras gesticulantes, realizadas con brío gestual, se antoja que en pocos minutos, que miran de reojo tanto a Orozco como a De Kooning sin dejar de aludir a José Guadalupe Posada.

Las recreaciones libérrimas sobre el Marsias de Tiziano –una pintura tardía del veneciano que tiene que ver con la música, debido al castigo que Apolo inflige al sátiro– guarda simultánea alusión a otros desollados famosos, san Bartolomé y Xipe Totec. En el original hay un personaje que toca lo que se conocía como lira da braccio, instrumento semejante a una viola. Eso dio lugar a otro conjunto de pinturas gozosas, ya no alusivas a la redención mediante el sufrimiento del desollado.

El viento (Ehécatl, 2008) excelente escultura, es de los pocos bronces que he visto creados por el artista.

Ernesto Leyva, funcionario del museo y asistente comprometido en la curaduría, me comentó que todavía no hay catálogo.

Ojalá se conjunten esfuerzos para que el proceso de esta extraordinaria muestra llegue a su compleción.

 
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