Usted está aquí: lunes 25 de agosto de 2008 Deportes Balance Olímpico

Balance Olímpico

Pedro Aldana Aranda
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■ Una nueva superpotencia mundial y dos reyes emergen de Pekín 2008

Ampliar la imagen Espectaculares fuegos artificiales cerraron la ceremonia de clausura Espectaculares fuegos artificiales cerraron la ceremonia de clausura Foto: Ap

China construyó otra muralla, se ha colocado en la cima del deporte y es la nueva potencia mundial, con 51 medallas de oro, relegando al imperio estadunidense –que sólo le alcanzó para 36 doradas– a la segunda posición. Aunque puede consolarse con el hecho de que fue el país que más metales cosechó, con 110 en total, por 100 de los anfitriones.

Los rusos lograron mantenerse en el tercer lugar, con 23 oros y 72 medallas en total, desplazando al cuarto puesto a Gran Bretaña, que alcanzó 19 títulos y 47 metales, cifras que intentará superar cuando albergue los siguientes juegos, en Londres 2012.

Los chinos mostraron poderío atlético, grandeza y organización, pero también escondieron su lado oscuro, limitando expresiones de descontento, reprimiendo protestas y realizando numerosas detenciones a quienes se manifestaban en favor del Tíbet.

La magia de los vigésimo novenos juegos no pudo lograr la tregua olímpica. Las guerras siguieron en el mundo, incluso en la propia China, en la región de Xinjiang, donde hubo tiroteos y explosiones mientras en Pekín se realizaban las competencias. Continuaron los asesinatos, en la capital china mataron a cuchilladas a un turista estadunidense a plena luz del día.

Pekín 2008 tuvo dos reyes, uno en la alberca y otro en la pista. Michael Phelps, con sus ocho oros en natación, y el jamaiquino Usain Bolt, convertido en el amo de la velocidad en la pista con sus tres doradas. Los resultados de estos dos grandes atletas acapararon casi toda la atención.

En las pruebas de velocidad los jamaiquinos desplazaron a los estadunidenses, quienes hasta la estafeta perdieron en los dos relevos de 4x100 para quedar fuera de las finales, en una vergonzosa actuación.

Jamaica ascendió del lugar 34 en Sydney al 13. En tanto que Cuba descendió del undécimo sitio, que logró en Australia, al 28, en China.

Y si habláramos de una reina, sin duda sería la rusa Yelena Isinbayeva, con su gran belleza, su sencillez y su enorme salto con garrocha para imponer el récord mundial de 5.05 metros. Lo único malo es que sólo la vimos competir durante dos días.

¿Y México?

Con tres medallas, México evitó el anonimato olímpico, para terminar en el lugar 36 del medallero. 

El honor inicial fue de las clavadistas Paola Espinosa y Tatiana Ortiz, quienes ganaron bronce en clavados sincronizados desde la plataforma, otorgándonos la primera alegría.

Después Guillermo Pérez conquistó oro en taekwondo tras un angustioso combate con el dominicano Gabriel Mercedes en la división de menos de 58 kg. Y para cerrar con broche de oro, llegó la combativa y excelente competidora María del Rosario Espinoza, quien ratificó su supremacía en el deporte de las patadas, al sumar el título olímpico a sus campeonatos mundial y panamericano.

Gracias a ellos, México ascendió en el medallero superando el lugar 60 que obtuvo en Atenas 2004 y también mejoró tres puestos respecto de Sydney 2000, donde figuró en el casillero 39, con un oro, dos platas y tres bronces.

La mejor participación de nuestro país en Juegos Olímpicos sigue siendo la de México 1968, cuando se obtuvieron tres de oro, tres de plata y tres de bronce.

A pesar de la alegría que indudablemente nos dan las medallas, vuelve a sentirse ese sentimiento de desilusión y frustración al comprobar que México está muy lejos de los primeros lugares deportivos, de ver cómo la mayoría de nuestros atletas fueron quedando eliminados, a pesar de que algunos lograron meterse a las finales o mejoraron sus marcas personales.

Para el sentir popular, la ausencia de medallas es sinónimo de fracaso.

Ya los funcionarios deportivos se encargarán de maquillar las cifras y las estadísticas, para darnos una versión menos dramática de nuestra realidad en este rubro. Carlos Hermosillo, director de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), fue el primero en hacer el balance, al calificar la actuación de los mexicanos de positiva en general, pues 16 de los 85 competidores que fueron a Pekín lograron ubicarse entre los ocho mejores de sus disciplinas, con lo que se cumplió con el pronóstico que se tenía.

El directivo prometió, al fin que eso no empobrece, que el siguiente ciclo olímpico será el mejor, porque traerán a los mejores entrenadores del mundo. Pero también puso la espada de Damocles sobre las federaciones deportivas, al señalar que el deporte mexicano sólo crecerá cuando éstas entiendan que deben trabajar para los deportistas y no sólo para obtener recursos del gobierno.

Los funcionarios seguirán dando números y justificaciones, dirán que han invertido mucho dinero en la preparación de los atletas, cuando sabemos que eso no es tan cierto. Hay más recursos, sí. Pero son insuficientes.

Los deportistas sólo obtienen apoyos después de varios años de sacrificio, hasta que por esfuerzo propio logran seleccionarse para competencias importantes. Los recursos siempre llegan tarde, pues antes tienen que pasar por las burocráticas federaciones, que no logran transparentar qué hacen con el presupuesto que reciben del gobierno. Pero eso sí, el dinero nunca llega tarde para pagar las nóminas de la Conade, el Comité Olímpico Mexicano, el Centro Deportivo Olímpico Mexicano y la Confederación Deportiva Mexicana.

Y nada parece que vaya a cambiar. Gracias al esfuerzo de nuestros atletas y las medallas de las clavadistas y los taekwondoístas, los dirigentes deportivos seguramente serán mantenidos en sus cargos y continuarán peleándose entre ellos, aunque eso sí, cobrando, esperando con ansia los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011 y los Juegos Olímpicos de Londres 2012 para convertirse nuevamente en la familia olímpica y viajar gratis con amigos, familiares e invitado(a)s especiales.

 
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