Usted está aquí: viernes 22 de agosto de 2008 Cultura La vida popular de México atrapó al ojo fotográfico de Henri Cartier-Bresson

Cartier-Bresson en México

■ Realizó dos visitas a nuestro país y su trabajo influyó en muchos fotógrafos locales

La vida popular de México atrapó al ojo fotográfico de Henri Cartier-Bresson

■ Para Rodrigo Moya, el francés fue un documentalista del siglo XX que enseñó a mirar al mundo

Fabiola Palapa Quijas

Ampliar la imagen Imagen sin título que se convirtió en una de las más célebres fotografías tomadas por Cartier-Bresson en nuestro país Imagen sin título que se convirtió en una de las más célebres fotografías tomadas por Cartier-Bresson en nuestro país

Ampliar la imagen Sin título, perteneciente a la serie de imágenes de prostitutas que capturó durante su estancia en la ciudad de México Sin título, perteneciente a la serie de imágenes de prostitutas que capturó durante su estancia en la ciudad de México

Ampliar la imagen Santa Clara, México (1934); el módelo que utilizó Cartier-Bresson, es el pintor mexicano Ignacio Aguirre Santa Clara, México (1934); el módelo que utilizó Cartier-Bresson, es el pintor mexicano Ignacio Aguirre

Ampliar la imagen Retrato de Henri Cartier-Bresson realizado en 1960 por Lola Álvarez Bravo, durante su segunda visita a México Retrato de Henri Cartier-Bresson realizado en 1960 por Lola Álvarez Bravo, durante su segunda visita a México

Ampliar la imagen Obra mexicana sin título, de la autoría del fotógrafo francés Obra mexicana sin título, de la autoría del fotógrafo francés

Henri Cartier-Bresson (22 de agosto de 1908-2 de agosto de 2004), uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX, se vio atrapado por la realidad de México en 1934 y en 1964; durante esas visitas capturó la vida de los barrios pobres, de los campesinos y el ámbito laboral. Pero no estuvo solo en la tarea de descubrir el mundo desde territorio mexicano y convertir sus calles en espacio surrealista, ya que su obra de tal periodo acusa influencia del francés Eugéne Atget y del mexicano Romeo Martínez.

Lo anterior fue señalado por algunos expertos mexicanos, con motivo del centenario del natalicio de Cartier-Bresson, que se cumple este viernes 22. Reflexionaron en torno a su obra en México y cómo influyó en el trabajo de Nacho López, Rodrigo Moya, Graciela Iturbide, Pedro Meyer y Héctor García.

El investigador José Antonio Rodríguez destacó su alto grado de influencia en México, “porque cuando llegó al país era un joven de 26 años, que provenía de una Francia en donde todavía estaba el movimiento surrealista, y se encontraba inmerso en esa corriente creativa”.

Deploró en cambio que el fotógrafo francés realizó en México puestas en escena, manipulando la imagen, práctica contraria a lo que él siempre predicó y apreció de la profesión.

Entre los momentos de mayor intensidad del trabajo artístico de Cartier-Bresson en México: “fotografió el trasero desnudo de Guadalupe Marín al lado de un excusado; también hay una imagen que se llama Santa Clara, México, de 1934, en la que muestra el dorso desnudo del pintor Ignacio Aguirre, y crea toda una estructura de la desolación con el cuerpo semidesnudo de Nacho y las zapatillas de una mujer.

“Hizo mucho de lo que después un veterano fotógrafo de 40 años renegó. En Santa Clara se aprecia la pose de las manos en tensión y el vacío de las zapatillas femeninas que forman un corazón. La mitad de la imagen es ausencia y la otra es un cuerpo en tensión; esto habla de la desolación; demuestra su inmersión en el surrealismo.”

El periodo mexicano –agregó Rodríguez– es sorprendente, porque Cartier-Bresson crea estas circunstancias un tanto surrealistas, al fotografiar lo que iba encontrando en la calle. De hecho, esta etapa es muy célebre, porque registró a las prostitutas en la calle Cuauhtemoctzin, en donde también hay mucha puesta en escena.

Rodríguez señaló que tanto Manuel Álvarez Bravo como Cartier-Bresson estaban influenciados por el francés Eugéne Atget, considerado el padre de la fotografía, porque descubrió la calle como el espacio surrealista, por eso los surrealistas lo rescataron y lo hicieron famoso.

Sin embargo, reconoció que Álvarez Bravo y Cartier-Bresson influyeron en una gran generación de fotógrafos mexicanos y del mundo, luego de que el artista francés, con Robert Capa, fundó en 1947 la agencia Magnum Photos, a la que pertenece un grupo de elite de los viajeros que crearon los grandes fotorreportajes sobre la guerra fría.

Alrededor de 44 imágenes en blanco y negro que captó el reconocido fotoperiodista durante dos viajes a México se incluyeron en el libro Cuadernos mexicanos 1934-1964. Cartier-Bresson fotografió vendedores, mujeres e infantes tanto en la ciudad de México como en Puebla, sin faltar las prostitutas de la calle Cuauhtemoctzin; los contornos del volcán Popocatépetl; Apizaco, cerca de Tlaxcala; los niños zapotecos que jugaban desnudos en Juchitán, y diversas imágenes de Pátzcuaro.

José Antonio Rodríguez rememoró la exposición que se presentó en el Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México en 1935, con la obra de Álvarez Bravo y Cartier-Bresson, la cual se trató de reconstruir en 2002 con el título Miradas Convergentes, pero con un fotógrafo más: Walker Evans, con quien expusieron en la galería Julien Levy, en Nueva York.

“Es muy interesante el desarrollo de Cartier-Bresson, quien en sus inicios, al igual que Manuel, experimentaba mucho. Posteriormente, en la década de los 50, adquiere una visión del registro del mundo en la que no se tiene que manipular. De ahí la importancia de su vínculo con México.”

Imaginación fotográfica

Para Rodrigo Moya, “Cuadernos mexicanos contiene hermosas imágenes, entre las que destacan las chicas de la soledad. Cartier-Bresson se mete con ellas y las lesbianas juguetean en la cama; tenía un ojo y una capacidad de meterse con la gente sin ser percibido, porque nunca ves a alguien volteando a la cámara. Todas las fotos son de una espontaneidad y una vitalidad extraordinarias.

“Cartier-Bresson es el primer hombre que tiene una imaginación fotográfica, que acciona casi como si fuera la cámara. Él decía una frase muy interesante: ‘la cámara es una continuación de mi ojo’. Esto demuestra cómo veía a la cámara; el lente como una continuación de su ojo y, por tanto, de su cerebro y de su imaginación”.

Al referirse a la influencia del artista en los mexicanos, Moya explicó: “a Cartier-Bresson le gustaba el movimiento humano y esto influyó en el trabajo de Nacho López y el mío, al igual que el de otros fotógrafos, porque buscamos ese instante decisivo, no como una instantánea Kodak, sino como un instante, síntesis de algo”.

Figura emblemática

A su vez, Pablo Ortiz Monasterio indicó que al fotógrafo francés “le fascinó México y lo conoció cuando estaba el movimiento de Álvarez Bravo. Después viajó a Juchitán, donde captó con su cámara el matriarcado primitivo.”

Coincidió con Rodríguez en afirmar que Cartier-Bresson y toda la generación de Magnum Photo influyeron en los fotógrafos de los años 70, “cuando el artista francés era un monstruo sagrado”. Señaló que la generación que surgió del Consejo de Fotografía en el país, como Pedro Meyer, Graciela Iturbide, Nacho López y Héctor García, crecieron con la obra del artista. “Cartier-Bresson fue un maestro que abrió camino e hizo cosas muy interesantes. Junto con Álvarez Bravo se convirtió en una figura emblemática que todos recorrimos”.

Ortiz Monasterio recordó que en el primer volumen de Luna Córnea, dedicado a Álvarez Bravo, se publicaron cuatro fotos, dos de ellas de Cartier-Bresson, y en un pequeño texto, el fotógrafo francés escribió que la única imagen que lo había marcado en la vida fue la de tres jóvenes corriendo en una playa de Liberia, la cual tiene movimiento decisivo.

“En la página se ven las cuatro imágenes. Las de Álvarez Bravo fueron tomadas antes de que llegara Cartier-Bresson a México, como la de Los agachados, con un letrero que dice comedor y se ven las espaldas de unas personas. La imagen del francés es similar, porque aparece un comedor y también las espaldas de los comensales; aunque se ve sin construcción, evidentemente conocía la foto de Manuel”, relató Ortiz Monasterio.

Estancia fugaz

En contraste con las declaraciones anteriores, Gerardo Suter expresó que la permanencia de Cartier-Bresson en México “fue fugaz, sin tanta influencia. Tampoco tomó tantas fotos en el país, porque lo visitó como visitó muchos otros”.

Sin embargo, reconoció que la teoría del francés sobre el momento decisivo –que actualmente se conoce como la fotografía directa– todavía la cultivan dentro del fotoperiodismo.

“El momento decisivo fue la gran aportación de Cartier-Bresson, porque dejó una escuela purista dentro de la fotografía. En su teoría no existe el trabajo de edición o de corte de un negativo. Él imprimía sus fotos y pedía que no se cortara el negativo, por lo que quedaba un marco negro, lo que significaba que no había sido alterada la imagen.”

De acuerdo con Suter, Cartier-Bresson, al igual que todos los artistas, muestra de una forma diferente lo que se encuentra a su alrededor mediante la fotografía. “Es evidente que enseña a ver las cosas de una manera distinta o apreciar esos momentos decisivos, pero en ese sentido no es el único”.

La teoría corsé

José Antonio Rodríguez consideró que el planteamiento del instante decisivo que hizo Cartier-Bresson es una “teoría corsé, porque no permitía a los fotógrafos hacer otra cosa que estar como un cazador furtivo a la espera del gran momento. No dejaba la posibilidad de experimentar.

“En el libro Momento decisivo, publicado en 1952, Cartier-Bresson señalaba que el escritor podía escribir, corregir y volver a escribir, mientras que para el fotógrafo, lo que pasó, pasó para siempre. Esto significa que el fotógrafo no debía manipular la imagen; así fue como toda una generación de fotógrafos de la mitad del siglo XX fueran determinados por esa teoría.”

Para este tipo de registro –añadió Rodríguez– no debería haber manipulación, por eso le llamo teoría corsé, porque te limitaba; desde luego, hoy ha sido un poco relegada, porque en la fotografía ya se permite el trabajo de trastocación, que Cartier-Bresson llamaba manipulación.

En tanto, Rodrigo Moya aseguró que Cartier-Bresson no era un fotógrafo de imágenes, sino un documentalista del siglo XX que enseñó a mirar al mundo: “su trabajo fue totalmente periodístico. Logró captar la China nacionalista e imperial, con la pobreza terrible de la población y las grandes masas en las calles, que son fotos muy humanas”.

Cartier-Bresson –explicó Moya– aportó la capacidad de tomar fotografías de los sucesos de una manera instantánea. Este instante está ligado a las cámaras de obturación rápida, pero últimamente el momento decisivo se ha denostado como una instantánea, cuando en realidad su creador se refería a algo más.

“El instante decisivo no es sólo una acción que se capta en un momento preciso, donde esa acción destaca y toma belleza y ritmo. El instante decisivo es el entorno, la propia mirada del fotógrafo que sabe separar de un mundo muy complejo y caótico, una imagen sustancial, una síntesis de una situación.”

El fotógrafo mexicano deploró que las imágenes documentales se olviden a causa de las fotografías banales actuales, ya que “la fotografía es una profesión que requiere de un legado cultural del que ha carecido la mayor parte de los fotógrafos del país. Son incultos, no saben de pintura, no leen, y Cartier-Bresson, en cambio, tenía todos estos atributos”.

Ortiz Monasterio consideró que la mirada de Cartier-Bresson fue original y que no fue sólo un reportero, sino un autor de famosos reportajes para revistas estadunidenses.

“Fue un reportero directo, documental, que dio cuenta del mundo con una visión de autor. Estuvo en momentos muy importantes de la historia y se convirtió en un gran narrador de sucesos. Sabía decir y explicar con fotografías fenómenos complejos y, en ese sentido, se le ha reconocido mucho.”

Pero Cartier-Bresson no estuvo solo en la tarea de descubrir el mundo. Ortiz Monasterio explicó que el mexicano Romeo Martínez, quien vivió en Francia durante esa época, le ayudó. “Yo nunca le conocí, pero Cartier-Bresson le dedicó un libro de retratos y le hace un halago bestial. Él (Romeo) formó las grandes colecciones fotográficas de París”.

 
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