Usted está aquí: jueves 21 de agosto de 2008 Opinión Bicentenario de la dependencia

Margo Glantz

Bicentenario de la dependencia

¿Qué vamos a celebrar en 2010? ¿El grito de Dolores? ¿El inicio de la Independencia? ¿Las hazañas de Hidalgo y Allende, ejecutados el 30 de julio de 1811?: “Sus cabezas, encerradas en jaulas, cuelgan en la Alhóndiga de Granaditas”. ¿Lejano origen de nuestra actual epidemia de descabezados? Suena escandaloso, los decapitados de hoy son producto del narcotráfico, las cabezas de los héroes de la patria, producto del despotismo que no se ha logrado desarraigar, ¿coincidencias?

“Morelos, cura rural en estrecho contacto con el pueblo, hijo de un carpintero, fue el dirigente popular que la rebelión requería”. Desde el 6 de noviembre de 1813 declara en Chilpancingo la república y abole la monarquía. En 1814 se proclama la primera Constitución de la nación mexicana: “En el Congreso de Chilpancingo se percibe claramente el sello de la concepción liberal moderna”, reanuda Luis Villoro.

A partir de ese momento se retoman, como en la Constitución de Cádiz, las ideas de la Revolución Francesa: se establece el sistema representativo nacional, la separación en tres poderes, los derechos del ciudadano –¿era la mujer ciudadana?– y la libertad de expresión. Ese Congreso “cuidó de restringir constitucionalmente hasta el máximo las atribuciones del Ejecutivo. Prohibió que éste recayera en una sola persona”. ¡Maravilloso! Pero, ¿se ha cumplido? Pregunta retórica, aunque no inútil. Nuestra historia camina a tumbos, desde la independencia, retrocesos y avances continuos, constituciones que van y vienen, hoy reformas constitucionales, no precisamente en beneficio de la nación, y que nos retrotraen de modo aberrante a situaciones presentes en México entre 1810 y 1821.

Declaraciones del Ejecutivo federal sobre Pemex, apoyadas por un secretario de Gobernación cuyo único objetivo pareciera ser beneficiarse, junto a sus pares –¿su propia familia, ligada a los intereses de España con Repsol, ampliamente apoyados por Fox y Calderón?–, de un recurso nacional; proyecto, ahora lo vemos, intencional, pero no perfectamente maquillado.

Al proclamarse la Independencia, “el poder real estaba aún en manos de los grupos privilegiados: la Iglesia y el Ejército, ante todo”, situación que se reitera, aunque su fuerza se vea disminuida por un nuevo poder, el del narcotráfico, acompañado de la imbatible pandemia nacional, la corrupción, propiciada también –que no realmente combatida– desde las altas esferas.

El siglo XIX fue el teatro de luchas enconadas entre liberales y conservadores, entre la Iglesia y la sociedad laica. Laicismo cada vez más objeto de luchas entre quienes detentan el poder. Unos ejemplos:

1.- Acaba de celebrarse un congreso internacional sobre el sida, otra pandemia nacional; participaron figuras oficiales, se declaró el combate irrestricto a la enfermedad y, simultáneamente, se prohibió desde Educación Pública la distribución en las escuelas del libro que sobre educación sexual elaboró el Gobierno del Distrito Federal.

2.- El pudor, antídoto contra la agresión sexual, decreta el clero: “Las jovencitas deben evitar estar a solas con un hombre y usar ropa provocativa”.

3.- La despenalización del aborto y las declaraciones recientes del ministro de la Suprema Corte, Aguirre Anguiano, quien se opone a la ley utilizando argumentos velada pero definitivamente religiosos y condena (a):

La mujer que interrumpa voluntariamente su embarazo; deberá ser sancionada con prisión de tres a seis meses de duración y con 100 o 300 días de trabajo en favor de la comunidad, es decir, ostentará públicamente un sanbenito como el que debían portar las prostitutas en el periodo colonial. Estas declaraciones parecen haber sido dictadas por calificadores del Santo Oficio: cárcel o muerte a las mujeres que osen disponer de su corporeidad y recurran a un derecho que quizá la Constitución de Apatzingán no había aún considerado, Congreso convocado por Morelos, padre de la patria, a quien pronto celebraremos en el bicentenario de la Independencia.

 
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