Usted está aquí: lunes 18 de agosto de 2008 Opinión Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.
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■ Poder y violencia

Como nunca antes en la sociedad mexicana, la violencia ha rebasado el pacificador tono cansino con que discursean cumplidos funcionarios y conmovedores partidos políticos para incrustarse ya no en las cajas idiotas de cada familia o cada “telehogar”, sino ante nuestras propias, azoradas e impotentes narices. Al igual que en la falsa lucha contra el narco, en el aparente combate contra la violencia, las colusiones y nexos de uno y otra con el poder establecido son evidentes.

“La violencia empieza siempre –continúa el doctor Víctor Ortiz en su investigación Mujeres, violencia, VIH/sida– por ese prefijo ‘auto’ que necesariamente nos remite a la pregunta: ¿cuál es tu relación con la violencia? Con la propia, con la autoinfligida. Las diferentes respuestas que puedan darse son fundamentales, pues en función de la relación que la persona guarde con su propia violencia, en mucho estarán determinados sus comportamientos y actitudes…”

“Uno de los factores más llamativos es la forma que asume en el mundo contemporáneo, pues como tal, la violencia y la especie humana parecen concomitantes… Más allá de esta coexistencia, la forma contemporánea sugiere, aparte de la idea de crueldad, una sutil incorporación, recreación y producción de nuevas formas de violencia extrema. Crueldades diseñadas, individuos sometidos por el afán de mirar la violencia como única o tendencial manera de relacionarse con su mundo…

“El ejercicio del poder presupone que una de las partes ejerce su poder y la otra no. Es decir, lejos de proponer una aproximación que mire a los sujetos del poder (tanto quien lo ejerce como quien no lo ejerce) como un par asimétrico, donde un lado sí tiene poder y el otro no, formulamos la propuesta de que ambas partes tienen el poder, pero en una muy singular dinámica: una no ejerce su propio poder, mientras la otra sí, y además en contra de la primera…

“De ahí que el tema del empoderamiento tenga sentido en la medida en que signifique ejercer lo que ya se tiene. (La idea de ‘dar poder a las mujeres’ no deja de tener un matiz masculino en el fondo.) Muy diversas razones sirven de base para la construcción y mantenimiento de tal dinámica, donde el poder se cruza con el ejercicio del género y de la violencia. En contraposición, el sujeto, aun sometido, cuenta con el poder de sus decisiones…”

 
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