Usted está aquí: sábado 16 de agosto de 2008 Opinión Visiones encontradas

Ana María Aragonés

Visiones encontradas

El fenómeno migratorio genera los más encontrados sentimientos; por ello mismo hay posiciones que se niegan a aceptar la realidad, aunque ésta se les presente en forma contundente. Trato de probar lo anterior, analizando tres textos de reciente aparición.

En primer lugar se encuentra el libro del investigador Mark Krikoria, conservador, como él mismo se denomina, y que lleva por título The new case against immigration, both legal and illegal (Un nuevo caso contra la migración, tanto legal como ilegal). La idea central de la obra es que no hay ninguna diferencia entre la migración que llegó a Estados Unidos a principios del siglo pasado y la actual, pues lo que ha cambiado es la sociedad estadunidense y lo ha hecho en forma tan radical, que si bien la migración en el pasado fue un elemento que contribuyó en el éxito del país y su transformación, la migración actual no sólo es innecesaria, sino incompatible con una sociedad moderna. Para probar sus afirmaciones, Krikoria hace un análisis de la situación que guardan actualmente la economía, la educación, la tecnología, la demografía, el gobierno y el estilo de vida en Estados Unidos, concluyendo que los nuevos flujos de migrantes chocan con la “Amárica moderna” y son perjudiciales.

El otro texto que queremos comentar es un artículo publicado en el mes de julio en The New York Times, el cual gira en torno a las quejas de los empleadores estadunidenses tras las redadas que se han llevado a cabo en meses recientes y por las nuevas reglas que incrementan las sanciones contra quienes hayan contratado indocumentados. Afirman, asimismo, que estas medidas afectan muy negativamente a la economía, al tiempo que son una manifestación importante de la necesidad que se tiene de trabajadores migrantes. Aun cuando la economía está en una fase de crisis, señalan, enfrentan una enorme escasez de trabajo barato.

Plantean el caso de Mike Gilsdorf, propietario de un vivero, quien puso un anuncio para contratar a 40 trabajadores temporales con el salario establecido en el mercado: sólo un trabajador respondió a la solicitud, pero nunca se presentó.

Gilsdorf critica el programa del Departamento del Trabajo sobre trabajadores migrantes, porque es insuficiente y dificulta el reclutamiento de los empleados que necesita. Afirma que si se mantienen esas restricciones, su negocio podría quebrar y hasta los estadunidenses perderían su trabajo. Además, se opone a la obligación de verificar los documentos de los migrantes porque la base de datos de la Seguridad Social no sólo es terriblemente burocrática, sino que está tan llena de errores que se ha dado el caso de que se niegue el empleo a trabajadores tanto estadunidenses como a migrantes legales.

Los empleadores no quieren estar fuera de la ley, pero sí una forma confiable y eficiente de reclutar trabajadores; de lo contrario, será inevitable que un porcentaje de los migrantes contratados tengan documentos falsos, pues el sistema está quebrado tanto para los empleadores como para los migrantes.

En el mismo artículo se menciona el caso de la propietaria de una compañía de ensamble de partes electrónicas, quien teme que su negocio quiebre debido a las redadas. Se le ha notificado que tiene 20 trabajadores cuyos documentos de identidad no corresponden con los datos de la Seguridad Social. Se trata principalmente de mujeres hispanas que fueron contratadas hace más de 10 años y que han recibido un importante entrenamiento, pues ensamblan a mano partes tan pequeñas que requieren un microscopio para verlas. Por ello mismo sería muy difícil remplazarlas.

La propietaria señala que a pesar de que ofrece salarios competitivos, que van de nueve a 17 dólares por hora, la compañía no ha podido atraer trabajadores no migrantes, pues se trata de un trabajo tedioso y de mucha precisión. Afirma también que si tiene que eliminar a 20 personas, pone en riesgo otros cien trabajos de personas que son legales, esto es, a estadunidenses con buena calidad de vida, y considera que el problema central radica en que el Congreso ha fallado, pues no ha creado un sistema laboral confiable.

Finalmente, tenemos las excelentes crónicas de Baldemar Velázquez, presidente del FLOC (Comité Organizador del Trabajo Campesino), publicadas recientemente en La Jornada, quien no sólo evidencia el sufrimiento bajo el cual estos migrantes desarrollan su trabajo en los campos de tabaco en Carolina del Norte, sino que, a pesar de la precaria situación laboral en que viven, siguen asistiendo año con año esperando ser contratados, pues quieren dar a sus familias una vida mejor. Del texto se desprende con toda claridad que este tipo de trabajo de ninguna manera lo van a realizar los estadunidenses.

La migración genera visiones encontradas sin duda, pero algunas tratan de “tapar el sol con un dedo”. Estamos de acuerdo con Mark Krikorian en que América es otra, pero solamente porque en el contexto de la globalización Estados Unidos requiere más que antes de estos trabajadores. No compartimos que los migrantes sean perjudiciales para la economía estadunidense, pues sin ellos simplemente ese país quedaría paralizado.

 
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