Usted está aquí: sábado 16 de agosto de 2008 Disquero Música del arte amatorio

Disquero

Música del arte amatorio

Pablo Espinosa ([email protected])

Arpegios surcan la atmósfera: una guitarra cuyas cuerdas suenan como un enjambre en celo; un piano cuyas teclas, cuando suenan, asemejan una fuente danzarina y un contrabajo que chicotea como el zángano lo hace cuando rinde su deber sobre la reina: los artefactos ígneos del placer.

El paisaje acústico se completa en cuanto entra en escena una línea de canto color café claro, ojos profundos, decires extremos, originalidad de pensamiento y su frase derriba de inmediato las últimas resistencias de quien no se había rendido aún: amor mío, ven a mí, dice la voz y remata una trompeta en sordina cubriendo de velos de seda y lino las turgencias. Esplendor, imán al paraíso.

El disco se titula, con una coherencia extraordinaria, Loverly, amoroso y ardoroso juego de palabras que lo mismo dice adorable que amoroso que amatorio, amatoriamente (loverly) en el sentido de los escritos más candentes, de por ejemplo los momentos íntimos de El Amadís de Gaula, o las conexiones kamasútricas de Los amorosos, de Jaime Sabines o, mejor y con mayor puntería: la partitura entera y desnuda de Daphnis et Chloe, de Maurice Ravel.

Voluptuoso, he aquí un disco lleno de placer erótico con la mayor finura y justeza. Erótico en cuanto lo es un poema de Cavafis, un higo abierto en dos, una sonrisa de mujer. El asomo de lo contundente sin mostrarse. Una enésima comprobación del sentido profundo de los auténticos decires amorosos, del jugo íntimo esencial, de la dirección cabal de El Cantar de los Cantares (“hay miel y leche bajo tu lengua, amor mío”).

Este flamante disco se solaza en el ambiente abiertamente erótico pero intensamente discreto, es decir, lo apenas mostrado, lo inherente, lo sugerido: la naturaleza verdadera de lo erótico.

Porque la manera como jadea el fraseo del piano, la forma de plantar aromas de papaya verde de la guitarra con un slide de inexorable alargamiento, suave y lento, la levedad aromática de los arpegios, pero sobre todo la manera de cantar, la forma de decir, la tesitura tan llena de gracia y de misterio de la señora Cassandra Wilson, quien se confirma como la máxima cantante de jazz después de Ella Fitzgerald y Nina Simone, es una manera de poner en carne y sangre y piel tersa y café el mismísimo Cantar de los Cantares (“tu nombre es como un ungüento derramado”).

Curiosamente, el prestigiado sello especializado Blue Note anuncia el nuevo disco de Cassandra Wilson, como el primer disco de standards de esta estrella luego de 20 años.

Pero no es así en la práctica, porque ciertamente se inicia como un disco clásico de versiones de piezas conocidas (standards) pero a la mitad, o bien a la tercera escucha de todo el álbum, la contundencia estalla en una manera diferente de hacer música. Es como cuando los ricos suizos le pidieron al arquitecto Jean Nouvel que les construyera una sala de conciertos en forma de barco anclado junto al lago de Ginebra, pero el gran calvo les tomó el pelo porque uno en el interior de ese templo se percata que en realidad es un violín gigante.

Lo que hace Cassandra Wilson se llama música. No me lo dijo Perogrullo, lo que sucede es que ella se incorpora al tutti instrumental como un instrumento más. Es decir su cuerpo, sus labios carnosos, su color café, sus ojos profundos, su voz de contralto-mezzo-soprano candente, es un instrumento más entre los instrumentos.

Por eso tenemos un disco extraordinariamente nuevo. Intensamente erótico. Insospechadamente voluptuoso.

Y a propósito de tales méritos, el disco doble titulado Miles from India. A celebration of the music of Miles Davis, es una verdadera maravilla de la música del arte amatorio. Músicos de la India y de Occidente, algunos de ellos antiguos colaboradores del semidiós Davis, crearon esta fuente de placeres inenarrables.

Como postre, o bien como el cigarrillo después de, un tesoro arqueológico en la mesa de novedades discográficas: el jefe Jelly Roll Morton y el mismísimo Satchmo en el mero nacimiento del jazz.

Sesión completa.

 
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