Usted está aquí: viernes 15 de agosto de 2008 Opinión Penultimátum

Penultimátum

■ Reparto de culpas

Actor de gran impacto mediático, huésped distinguido de las páginas y los programas de espectáculos, Pablo Montero (Óscar Daniel Hernández es su verdadero nombre) está nuevamente en problemas. No en México, sino en Miami, donde hace un año fue detenido por conducir su automóvil “erróneamente” y encontrar la policía en el vehículo una bolsa con restos de cocaína. Al juez le confesó ser adicto. Fue puesto en libertad a condición de seguir un tratamiento de rehabilitación y someterse a pruebas antidopaje. Aunque en tres de esas pruebas dio positivo, en junio el juez lo felicitó por sus progresos, por estar venciendo una enfermedad que lo acompaña desde hace 10 años. Su recuperación fue destacada en los medios que dedican más espacio a informar sobre el mundo del espectáculo que de los problemas nacionales.

En esas entrevistas confesó que su adicción se debía a las malas compañías, a la fama, a venir de abajo y llegar a la cima. Pero Pablo de nuevo recayó, según la más reciente prueba antidopaje. El juez lo sancionó con dos semanas de prisión. “Fue un consumo mínimo”, le dijo al juez y le rogó que no lo encarcelara “por mi familia, por mi hijo y mi trabajo”. El letrado le respondió que no había “razón para recibir un trato diferente a los demás”. “Ahora estamos en manos de Dios”, dijeron sus amistades de Miami al saber la sentencia, mientras en México el elenco de Fuego en la sangre, la telenovela donde participa, se “unió en oración para que se le arreglen las cosas favorablemente”. De lo contrario el personaje (Franco en el citado culebrón) saldría de escena con un recurso de probada efectividad: “matándolo en la historia, por respeto al público”, dijo el productor Salvador Mejía.

No hubo necesidad de llegar a ese extremo cuando son suficientes las muertes verdaderas y violentas en el país. Y es que hubo un milagro no atribuible al Altísimo ni a las oraciones de sus compañeros de telenovela. Fueron otros los que protegieron a Pablo, que apenas duró en prisión dos días. Las fuentes bien informadas hablan de la intervención de la televisora donde trabaja y de quienes organizan la próxima gira de Pablo por Estados Unidos.

El caso de Montero es uno más para el festín carroñero que a diario celebran algunos espacios en los que se “informa” de lo que sucede en el medio del cuento y el sablazo. Ilustra, además, que en el mundo del espectáculo no todo es oropel.

El reparto de culpas lo hizo Susana Zabaleta al afirmar que “todos en la vida nos hemos metido de todo, vemos algunas drogas como si fuera el demonio y jamás nos ponemos a pensar que la pastilla que se toma una señora todas las noches también es una droga; el sexo es una droga; el alcohol es una droga; el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Este domingo, el cardenal Rivera declarará al respecto.

 
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