Usted está aquí: viernes 8 de agosto de 2008 Mundo Llamada a los campos

Baldemar Velázquez/VII y última

Llamada a los campos

Ampliar la imagen Imagen de archivo de Baldemar Velázquez, presidente del Comité Organizador del Trabajo Campesino (FLOC por sus siglas en inglés) Imagen de archivo de Baldemar Velázquez, presidente del Comité Organizador del Trabajo Campesino (FLOC por sus siglas en inglés) Foto: La Jornada

2 de agosto
Hoy fue mi último día de trabajo con los hombres. Nos detuvimos a eso de las 3:30 de la tarde, como es costumbre los sábados porque es día de cobro. Hacía mucho calor en el hueco donde trabajamos. Era como una caldera, pero trabajé hasta el último tallo y ayudé hasta el último hombre. Me sentí un poco triste, como si no quisiera que acabara. Voy a extrañar los relatos, las bromas, los cantos y las muchas preguntas, por tontas o importantes que fueran. Sobre todo, compartir sus esperanzas e ideas personales. El saldo final en mi cuerpo fue la comezón en brazos y piernas, cuatro cicatrices en la mano derecha, quemaduras de sol en nariz, cara y labios, y las manos hinchadas y adormecidas.

Anoche me di cuenta de lo especial que ha sido esta experiencia, que los hombres compartieran lo bueno y lo malo de sus vidas conmigo a lo largo de la semana. Confesiones, relatos íntimos, conflictos, muchos de los cuales no mencioné aquí. Quería decirles que todo saldrá bien. Que sus familias estarían seguras, que si hacían algo malo les sería perdonado y que sí tenían algún problema lo resolverían; que tuvieran fe. Dios me inspiró la idea de llamar al único pastor que sabía que podría venir y ayudarme a hacer eso y a bendecirlos a ellos y a sus familias. El reverendo Nelson Johnson se ha reunido con RJ Reynolds para proponer un diálogo con el FLOC; luego de varias reuniones, la empresa persiste en evadir cualquier responsabilidad por la producción del tabaco que utiliza. Logré contactar al reverendo y le pedí que viniera a orar por los trabajadores.

Fue una poderosa experiencia. Llegó antes del almuerzo y allí, en medio del campo de tabaco, todos oramos. Habló con el corazón en la mano, recordando a los muchos afroestadunidenses que trabajaron en estos mismos campos, como él mismo en su juventud; bendijo a las familias de los trabajadores en México, pidió que salieran con bien del trabajo y que se ablandara el corazón de muchos para levantar el yugo que oprime a los trabajadores del tabaco. También oró porque se dé la unidad entre morenos, negros y blancos en torno a este propósito. Yo traduje sus palabras, sintiendo el mismo fervor en el corazón. Cuando terminamos noté que El Caballo y Rudy tenían lágrimas en los ojos.

Rudy me dijo esta noche: “Cuando bendijo a nuestras familias en México no pude contener la emoción porque por ellos estoy aquí; me conmovió que él no sea de mi raza y venga a decirnos esas palabras. Me hizo sentir que hay quien nos escucha, que no nos han olvidado”.

Cuando terminamos la labor, nos dirigimos a la casa del granjero para recoger los cheques de la paga. Me enteré de que planeaban hacer una cena al aire libre para despedirme. Insistí en comprar la carne. Llamé a mis auxiliares del FLOC para que me ayudaran; Frank y Diego no sólo la compraron, sino la marinaron como expertos y la asaron para nosotros. Hubo más relatos, bromas y música.

Más tarde la plática se tornó seria. Hoy Lolo (a quien no he mencionado) fue el beneficiario de la tanda, en la que participan nueve hombres. De ese modo puede mandar 800 dólares extras a su familia esta semana. Muchos mexicanos de este lado de la frontera tienen esta práctica. Es una buena forma de ahorrar dinero sin exponerse a tenerlo guardado y que algún ladrón se lo lleve.

Hablando de dinero, mi inversión total en esta aventura fue de unos 47 dólares sin contar el transporte, y eso sólo por la compra de cinco camisas de algodón de manga larga y tres pants por el fabuloso precio de 24 dólares. Me advirtieron que las manchas de tabaco ya no se quitarán. Al final de la temporada los hombres queman su ropa de trabajo.

En cambio, la inversión de los trabajadores para venir, si tienen visa H2A, va de 500 a 900 dólares, pero, si vienen con un coyote que los meta al país, puede ir de 2 mil a 3 mil 500 dólares hasta Carolina del Norte. Los que tienen visa me han dicho que pueden salir adelante con unos 350 dólares para gastos. Uno que viene de San Luis Potosí detalló esos gastos: primero tiene que pagar un depósito de 130 dólares en Banamex para garantizar que se presentará al consulado estadunidense para su entrevista, luego 28 dólares del autobús a Monterrey para la entrevista, 110 del autobús a Carolina del Norte. La Asociación de Productores de Carolina del Norte (NCGA, por sus siglas en inglés), con la que el FLOC tiene contrato, rembolsa estos 268 dólares a la llegada del trabajador. Los otros 82 dólares son para comidas y para el hospedaje en Monterrey, porque el trámite tarda dos días a causa de la “guerra al terrorismo” y la histeria contra los “ilegales”.

Cuando les dan su rembolso lo usan para sobrellevar las dos primeras semanas en lo que llega el primer cheque de pago. Por lo regular tienen que conseguir prestado todo el dinero antes de salir de México, con un extra para dejar a la esposa y los hijos hasta que reciban la primera remesa. Este trabajador en particular les deja 200 dólares, así que el préstamo total es de 550. Algunos dejan más.

Los trabajadores de la NCGA tienen enorme ventaja porque el sindicato está pendiente de cualquier irregularidad, a diferencia de los muchos enganchadores que operan en México. Los trabajadores son muy vulnerables a sujetos criminales que les roban el dinero presentándose como enganchadores; a menudo se sabe de impostores que abren oficinas en una población de buen tamaño, recogen pasaportes y dinero y, luego de cobrar miles de dólares, ¡desaparecen con todo! El FLOC ha entregado algunos de estos rufianes al consulado estadunidense y presiona a las autoridades mexicanas para que adopten leyes al respecto. La actuación de éstas es deplorable: parece que lo único que les preocupa es que sus compatriotas lleguen acá de cualquier forma con tal que puedan enviar dólares a México.

A diferencia de la NCGA, los enganchadores que no tienen un sindicato que los vigile cobran honorarios superiores a los del consulado y a los gastos legítimos. En marzo de 2007 hice una gira por varias ciudades para advertir a los trabajadores que no paguen esos honorarios, los cuales van contra las leyes federales mexicanas. Una semana después uno de nuestros colaboradores, Santiago Raphael Cruz, fue brutalmente asesinado en nuestra oficina en Monterrey. Fue uno de los momentos más terribles de mi vida y de mi trabajo.

Seguimos haciendo en México esa labor de educación y defensa que el hermano Santiago tanto amaba. Remodelamos la oficina, luego que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos nos concedió medidas de protección y obligó al gobierno mexicano a ejecutarlas. Han instalado cámaras de seguridad, dieron teléfonos celulares al personal, con números de emergencia, y hacen visitas de rutina. También deben actuar sobre las pistas que les proporcione el abogado que da seguimiento al caso por parte del FLOC. La investigación continúa; las autoridades han capturado y sentenciado a un hombre a 26 años de prisión. Otros tres siguen prófugos. La oficina del FLOC en Monterrey se llama ahora Centro de Justicia Santiago Raphael.

A los trabajadores indocumentados les va mucho peor que a los que tienen visa. Muchos no cuentan con los 2 mil dólares o más para pagar a los coyotes, así que vienen como esclavos de éstos, quienes los vigilan hasta que se cobran sus servicios con los jornales. Muchos terminan en servidumbre perpetua por la vieja rutina de la “tienda de raya”: tardan más en pagar su deuda porque los polleros les cobran por todo. Por ejemplo, a los trabajadores con visa el granjero les paga el transporte local. El indocumentado tiene que pagar a su “supervisor” el transporte, no sólo a la tienda el fin de semana, ¡sino también el traslado diario al trabajo!

Cuando los trabajadores logran escapar de esto, terminan en las ciudades haciendo los trabajos más humildes y sucios. Luego intentan ir mejorando, sólo para ser satanizados por Tom Concredo, Lou Dobbs, Bill O’Reilly, Sean Hannidy y otros comentaristas por el estilo, que ocultan su propio pasado de inmigrantes: sus abuelos entraron al país por la isla Ellis. ¿De dónde creen que vino el término “WOP”? Era el sello que les ponían a los inmigrantes italianos, ¡y quería decir without papers (sin documentos)!

Lo que hace más perversa la situación es que es deliberada. Compañías como RJ Reynolds saben que su fuerza de trabajo está compuesta por indocumentados y, en menor escala, por trabajadores con visa H2A. La competencia dispareja entre granjeros que tratan de cumplir con la ley pese al marasmo de trámites y a la constante incompetencia de burócratas con autoridad discrecional para cambiar las reglas a media temporada, y otros granjeros que emplean coyotes y polleros para sacar ventaja, permite a la empresa ejercer su oneroso control para mantener bajo el precio del tabaco crudo. Mientras el granjero permanezca al borde de la supervivencia de su negocio familiar, seguirá siendo temeroso y débil para desafiar a la compañía en busca de un mejor precio. El trabajador inmigrante queda atrapado en esta situación.

Con los miles de millones de dólares que RJ Reynols reportó de utilidad en su más reciente asamblea de accionistas, me pregunto cuál cree que será el valor eterno de todo esto. De seguro existe una forma más justa de cultivar nuestros productos.

Traducción: Jorge Anaya

 
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