Usted está aquí: miércoles 6 de agosto de 2008 Sociedad y Justicia Migrantes, “grandes ausentes” en la conferencia sobre el VIH

■ En Estados Unidos, 20% de infectados son latinos: experta

Migrantes, “grandes ausentes” en la conferencia sobre el VIH

Arturo Cano

En el futuro cercano vamos a ver números estremecedores de VIH entre los migrantes mexicanos en Estados Unidos. Ellos no reciben ayuda de organismos internacionales, ni de los Gates ni de otras fundaciones que mandan ayuda a África, pero parecen no ver que el problema está en su país. El juicio es de Xóchitl Castañeda, directora de la Iniciativa de Salud de las Américas, de la Universidad de California, Berkeley.

Castañeda viaja constantemente a México, invitada a conferencias y seminarios, pero también para firmar convenios con dependencias federales y gobiernos estatales, siempre relacionados con la salud de los migrantes.

Con 20 años de trabajo en el área de la salud y una vasta experiencia en el VIH/sida, Castañeda lamenta que los migrantes sean “los grandes ausentes” en la Conferencia Internacional que se realiza en la ciudad de México.

“Hay algunos eventos desperdigados, pero ni una sola conferencia magistral, por ejemplo.”

¿Por qué la escasa representación de los migrantes y del tema?

“Esa es la vergüenza de México”, responde Castañeda. “Los migrantes no están, porque no pueden regresar. Si hay un pobre que sufre sida, es el migrante. No puede regresar, y allá se tiene que esconder.”

Promotora de la creación de “ventanillas de salud” en los consulados mexicanos en Estados Unidos, que ofrecen servicios de prevención y canalización a la clientela cautiva que acude a las representaciones diplomáticas, Castañeda lamenta que las cifras disponibles no “desagreguen” la información: “Sabemos los datos de la población latina en general, y eso que nos quitaron a los puertorriqueños”.

Con las cifras disponibles es posible saber que cerca de 20 por ciento de los afectados por el VIH son latinos, pese a que este grupo representa 15 por ciento de la población del país del norte.

En California, donde se concentra buena parte de los migrantes mexicanos, los latinos constituyen 30 por ciento de las personas que viven con sida.

Los factores que producen esta alta prevalencia son los obvios: los migrantes suelen tener los trabajos más riesgosos, vivir en las peores condiciones y estar solos. La “vulnerabilidad estructural”, resume Castañeda.

Una pieza de esa “vulnerabilidad” es que los indocumentados tardan en promedio cinco años en recurrir a un servicio social o institución en Estados Unidos. “Y el primer servicio al que acuden no es a una clínica, sino a la policía”.

El riesgo en los campos

Castañeda pone en la mesa otro factor que aumenta el riesgo de los migrantes: “Ellos, de algún modo, se sienten invulnerables. Vencieron el desierto, a la migra. Llegaron a un lugar hostil, y contra todo tienen trabajo, casa y comida, aunque sea en lugares inhumanos”.

¿Qué más les puede pasar?

En la mesa Se fue al gabacho, que aborda el tema, la investigadora Melisa Sánchez presenta los datos duros de un estudio entre trabajadores mexicanos en los campos californianos. El texto aborda las prácticas sexuales antes y después de migrar. Los datos ilustran el aumento de los factores de riesgo. ¿Cuántos habían tenido sexo con prostitutas antes de llegar a Estados Unidos? Dieciocho por ciento. ¿Y después? 29.4. ¿Relaciones bajo la influencia de drogas o alcohol? 24.6 por ciento antes y 41.3 después. Relaciones de hombres con hombres: 3.6 contra 6.9 por ciento.

¿Cuántos había usado condón pocas veces o ninguna? En México, 81.4 por ciento. Ya en Estados Unidos, 65.1.

“Donde viven no hay lugares de diversión, no hay centros comerciales. Nada. Todo lo que queda es comer y tener sexo.”

Según los datos presentados por Sánchez, 21.5 por ciento de jornaleros mexicanos encuestados había practicado el sexo en su lugar de trabajo (el campo, se entiende). Esa cifra sube a 37 por ciento en Estados Unidos.

Y no debe olvidarse que en los campos hay una mujer por cada siete hombres. De hecho, en el estudio dado a conocer por Sánchez decidieron no tomar en cuenta los resultados de los encuestas con mujeres, porque eran muy pocas y casi en su totalidad estaban ahí con sus maridos.

“Me siento como una flor, aquí puedo deshojarme como margarita y decir este sí, este no”, le contó una muchacha migrante a Castañeda.

El riesgo de tener marido

Según un estudio de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), contra lo que algunos creen, los migrantes suelen ser más vulnerables que las poblaciones locales, ya sea porque laboran en campamentos donde sólo hay hombres o, como ocurre con algunas mujeres, porque “tienen que comerciar sexo para sobrevivir” durante el tránsito.

La “vulnerabilidad”, pues, comienza en la frontera cerrada. Un estudio presentado por Steffanie Strathdee muestra que más de la mitad de los consumidores de drogas inyectables en Tijuana fueron deportados de Estados Unidos.

“Es curioso que uno de los héroes de esta conferencia sea Bill Clinton, pues con él comenzó la Operación Guardián”, anota Castañeda.

El estudio de la OIM asegura que las esposas de los migrantes corren mayor riesgo cuando regresan sus parejas de países con elevada prevalencia del VIH.

En esa línea, el investigador René Leyva aborda los dilemas de Oaxacalifornia, en un estudio entre los zapotecos (150 mil de los cuales viven en California).

El machismo se impone en el retorno y los hombres se niegan a usar condón con sus parejas, porque según los migrantes encuestados en Fresno, Oaxaca es una zona “libre de sida”.

El estudio incluyó un comparativo entre los comportamientos de los encargados de los servicios de salud en ambos lugares. En tanto que en California los jornaleros reciben información de los servicios de salud locales, sus organizaciones y el consulado, en Oaxaca la actitud de los médicos la resume una frase que cita Leyva: “Ellos regresan a morir de sida”.

Castañeda cita dos datos: 60 por ciento de los hombres con VIH lo tienen por practicar sexo sin protección; 73 por ciento de las mujeres heterosexuales por practicarlo con sus parejas. Y saca de ahí su conclusión: “El riesgo de un hombre es no usar condón; el de una mujer, tener marido”.

Una de cuatro mujeres con sida en las zonas rurales tiene un marido migrante y en esa realidad algo tiene que ver que en algunos lugares de Estados Unidos la enfermedad está creciendo 10 veces más rápido entre los latinos que entre los blancos. Esto ocurre pese a que “97 de cada 100 migrantes sabe qué es un condón, cómo se usa y para qué sirve, pero mucho no lo usan”.

De ese modo, dice Castañeda, “México está perdiendo lo que le quedaba de su ventana de oportunidad demográfica: Manda a la gente sana, y se la regresan quemada, enferma… el costo de la migración es enorme”.

 
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