México SA
■ Funcionarios necesitan un paseo por la realidad
■ El país lleva años guanajuatizándose
Ampliar la imagen El crecimiento de precios es mayor en la canasta básica de alimentos que en el resto de los productos que dan cuerpo al índice nacional. En la imagen, mercado capitalino Foto: Jesús Villaseca
Aquellos funcionarios y jilgueros partidistas que con una sonrisa aseguran que a pesar de todo “las cosas no van tan mal” y que la economía nacional “mantiene su buen rumbo”, deberían hacer un tour por la realidad que incluyera, entre otros grandes atractivos, una visita a los centros de expendio de productos básicos, con lo que podrían medir el brutal impacto que en los bolsillos de millones de mexicanos provoca el constante aumento de precios.
Algunos de ellos se animan a decir que en México la crisis alimentaria “no nos ha pegado tan fuerte” como en otros países, de tal suerte que su impacto resulta “bastante equilibrado”. Pues bien, el tour también deberá incluir un paseo por la estadística oficial, la cual reconoce que los hogares del país con los ingresos más bajos tienen una reducida diversidad en el consumo, pues destinan casi 70 por ciento de su ingreso monetario, en promedio, para la compra de alimentos. Por el contrario, los hogares con los ingresos más altos únicamente canalizan 12.66 por ciento para tal propósito. Si en el análisis se consideran los múltiplos de los salarios mínimos generales, el resultado es más dramático: los hogares que perciben hasta un salario mínimo gastan la totalidad de su ingreso monetario en la adquisición de productos alimenticios, mientras los que perciben más de ocho salarios mínimos asignan casi 19 por ciento, en promedio, de acuerdo con el más reciente estudio (junio 2008) que sobre el particular elaboró la Cámara de Diputados (El impacto en los hogares del país por el incremento en los precios de los productos alimenticios, diciembre de 2005 a mayo de 2008).
Lo anterior resulta dramático, pero un análisis actualizado (julio 2008, Impacto del incremento de precios en los alimentos en la pobreza en México) de la propia Cámara de Diputados le pone más sal a la herida social: un incremento de 15 por ciento en el precio de los alimentos implicaría que la incidencia de la pobreza nacional se elevara 2.1 por ciento. Este incremento no es homogéneo entre las zonas urbanas y rurales: mientras que las primeras registran un aumento de 1.7 por ciento, las segundas observan uno de poco más de 3 por ciento.
En este contexto, si se atiende la nueva estimación inflacionaria para el presente año (6 por ciento en promedio, si bien va, según el Banco de México), en 2008 el número de pobres “alimentarios” en el país se incrementaría en no menos de un punto porcentual, en el entendido que el crecimiento de precios es constante y mayor en la canasta básica de alimentos que en el resto de los productos que dan cuerpo al índice nacional. También la intensidad de la pobreza “en general” registraría aumentos importantes, lo cual es consistente con el hecho de que el alza en el precio de los alimentos afecta más que proporcionalmente a los grupos de menores ingresos.
La versión actualizada de la Cámara de Diputados subraya que a partir de 2005 la comunidad internacional ha experimentado incrementos considerables en los precios de varios productos agrícolas de gran importancia para el consumo humano. Por ejemplo, entre enero de 2005 y junio de 2008 el precio internacional del maíz, producto de gran relevancia para la dieta de los mexicanos, se incrementó 241 por ciento, el del arroz 670 por ciento y el del trigo 279.3 por ciento (cifras del Banco Mundial, 2008). En México, el valor unitario o precio medio de la canasta de productos agropecuarios importados se incrementó de manera significativa a partir de 2006. Al cierre de marzo de 2008, el valor unitario de dicha canasta registró un incremento de 62 por ciento con relación a 2005. Entre los productos cuyo encarecimiento ha significado un impacto importante para el país sobresalen el maíz, el trigo, la soya y la leche en polvo (Banco de México, 2008).
Desde 2004 se observa la existencia de una brecha entre el índice nacional de precios al consumidor de los pobres y el INPC general, situación que se mantiene. Un patrón similar se registra en el caso del índice de precios de los alimentos, el cual para los pobres alimentarios tiende a ser mayor que el INPC de ese año a la fecha. Esto indica que el incremento en precios registrado en los últimos años ha afectado más que proporcionalmente a los pobres alimentarios. Mientras que antes de 2004 la inflación general era mayor que la inflación de la línea de pobreza alimentaria, esta tendencia se ha revertido, manteniendo una inflación de la línea de pobreza alimentaria superior de uno a dos puntos respecto a la inflación general. Por ejemplo, mientras que en el periodo 1998-2000 la tasa de crecimiento del INPC fue de alrededor de 27.2 por ciento y la de las líneas de pobreza rural y urbana de 19 por ciento, para el periodo comprendido entre agosto de 2006 y abril de 2008 el incremento del INPC fue de 8.26 por ciento y el de las líneas de pobreza de aproximadamente 13 por ciento.
El alza en los precios, en particular en alimentos, registrada en los últimos cuatro años han afectado a los grupos en situación de pobreza alimentaria con una mayor intensidad que al resto de la población. Sin embargo, el impacto ha sido proporcionalmente mayor en los sectores más marginados de la población, debido fundamentalmente a la composición del consumo de las familias de menores ingresos, ya que la proporción del ingreso que destinan a la adquisición de alimentos tiende a ser mayor. Los índices de precios al consumidor pueden llegar a subestimar el efecto del alza de precios en los sectores en situación de pobreza alimentaria. La estimación del índice de precios para este grupo así lo indica. Una posible explicación es el hecho de que los pobres destinan una mayor proporción de su gasto a alimentos, los cuales han registrado una inflación más elevada en relación con otros productos utilizados por el INPC estimado por el Banco de México.
En efecto, “las cosas no van tan mal” y la crisis alimentaria “no nos ha pegado tan fuerte”.
Las rebanadas del pastel
La crisis en generación de empleo explica la genial máxima de Germán Martínez (“¡vamos a guanajuatizar el país!”): si asegura que Fox es “el mejor estratega” panista, obvio es que apoye sus ideotas (ideas grandes), como aquella de “existe una gran necesidad en Estados Unidos de jardineros, y nosotros en Guanajuato estamos entrenando gente para eso, para que luego se vayan a trabajar a ese país”. Entonces, sí, México lleva muchos años guanajuatizándose.