Usted está aquí: domingo 3 de agosto de 2008 Opinión Los ambiciosos

Carlos Bonfil
[email protected]

Los ambiciosos

Cuando el joven aspirante a escritor Julien Demarsay (Eric Caracava), dueño de una pequeña librería en la provincia francesa, se hace amigo de Mathieu Séchard (Roman Carteaux), hijo de un poderoso editor parisino, su suerte empieza a cambiar radicalmente.

No sólo Mathieu lo convence de que su primer intento de novela (Un pueblo donde no sucede nada) tiene calidad literaria, sino de que debe presentarlo a Judith Zahn (Karin Viard, estupenda), ejecutiva de la editorial paterna, lectora de primeras obras, editora tan temible en el mundo de las letras francesas como lo fue Miranda Priestly (Meryl Streep) en el mundo neoyorkino de la moda en El diablo se viste de moda (Frankel, 2006).

Esta premisa argumental es el detonador de Los ambiciosos (Les ambitieux, 2006), undécimo largometraje de la realizadora Catherine Corsini (La nueva Eva, 1999).

Una comedia que combina con astucia los enredos sentimentales y la crónica en tono de sátira menor del mundo literario parisino (con sus editoriales, programas televisivos de presentación de libros y amañados comités de lectura).

Los ambiciosos es un divertido pastiche que reúne temas del cine de las primeras comedias románticas de Truffaut (con Eric Caravaca como un descendiente un poco menos lunático del Antoine Doinel que interpreta Jean Pierre Léaud) y de la mitología decimonónica de la ambición frustrada de un joven escritor de provincia en el París de Las ilusiones perdidas, de Balzac. Julien Demarsay es un hombre tímido, duda de su talento, pero sueña con una obra que sea a la vez confidencia autobiográfica y estudio de las costumbres de su pueblo, que hable “del miedo a la soledad, el complejo de clase y la tiranía del sexo”, y en la que el propio miembro viril del novelista “cuente la historia amorosa de su dueño, sus periodos de duda, de frenesí y de abstinencia”.

Los primeros encuentros con la editora son violentos y humillantes, e incluyen el sometimiento sexual del joven. Al descubrir Julien un secreto de familia de Judith (el recuerdo de un misterioso progenitor que habría combatido en la guerrilla guatemalteca, y cuyos diarios él consulta ávidamente), el estilo del escritor cambia de modo radical, su proceso de maduración intelectual se acelera y la trama toma un rumbo inesperado.

Catherine Corsini, una de las realizadoras con mayor talento en Francia, rescata la tradición de la acelerada comedia de enredos hollywoodense (screwball comedy), donde los roles de género se invierten caprichosamente en un juego incesante de poder.

El joven tímido transita aquí de la condición de varón timorato y acomplejado a la de escritor ambicioso, seguro de sí, dispuesto a domesticar progresivamente a su editora insufrible y caprichosa.

Paralelo a esta pequeña guerra de los sexos, se presenta, como un circo todavía mayor, el poder desmesurado de los clanes culturales en Francia, que en pocos instantes pueden elevar o derribar reputaciones literarias, con un artículo de prensa o en un programa de debate televisivo, como el que protagoniza el afamado Saint-Clair (Jacques Weber), en su emisión literaria llamada Oscuro. Julien es víctima de la perfidia de este anfitrión de talentos, quien consigue ponerlo en ridículo frente a las cámaras, pero justo cuando el escritor imagina que su carrera ha quedado reducida a escombros, el esnobismo de la elite cultural lo rescata del supuesto ridículo, considerando que la sucia maniobra sólo fue un estupendo golpe publicitario.

Los ambiciosos es una comedia de trazos más bien gruesos, situaciones a menudo predecibles, personajes secundarios sin mayor pertinencia dramática y clichés pintorescos (como el mencionado Saint-Clair, combinación de erotomanía y corrupción, o el actor fracasado Simon, romántico prófugo de los años setenta, amigo entrañable del protagonista).

A esto hay que añadir una pista sonora sin mucha imaginación, con coros y toda la sacarina de una comedia sentimental con un desenlace sonriente. Pese a ello, lo que finalmente conduce a buen puerto a esta curiosa historia de Catherine Corsini, es su agilidad narrativa, su desenfado en el manejo de la crónica mundana y, de modo muy especial, las actuaciones de Eric Caravaca y Karin Viard en un duelo verbal no exento de malicia e ingenio.

Los ambiciosos es una de las pocas opciones interesantes en una cartelera comercial sin mayores sorpresas en esta temporada.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.