Usted está aquí: domingo 27 de julio de 2008 Opinión Mar de Historias

Mar de Historias

Cristina Pacheco

Por el amor de Elvis

Desde el 5 de junio en la casa todo permanece igual: los muebles están en su sitio, flota olor a comida en la cocina, los pasos arrancan un crujido a la duela que exige reparación, el ramo de crisantemos artificiales sigue embalsamado en papel celofán, la radio continúa sintonizada en la misma estación que la mañana de aquel día transmitió una noticia sorprendente: “Todo indica que hubo vida en Marte”.

En la recámara de Yamilé se ve la eterna confusión de ropa, zapatos, revistas, libros, compactos fuera de sus estuches, bisutería, cosméticos. “Niña, ¿cuándo vas a arreglar ese mugrero?”, le preguntó su madre la mañana del miércoles. Yamilé pronunció la respuesta de siempre: “el domingo, ma’, te juro que el domingo.”

Ese domingo que nunca había llegado, jamás llegará. En el amanecer del 5 de junio Yamilé se ahorcó en la azotea de su casa. Recién cumplidos los 15 años terminó con su vida; la de sus padres, desde que ella no está, se deshace en el dolor, la angustia, la desesperación de no entender que su única hija se haya suicidado cuando lo tenía todo: su amor, el afecto de sus profesores, el cariño de sus compañeros, la adoración de Elvis y muchos proyectos para el futuro.

Los modificó el sábado l0 de mayo. Durante la comida en el restorán informó a sus padres que ya no quería ser diseñadora gráfica sino irse a estudiar inglés a Canadá. Le preguntaron si Elvis estaba enterado: “no, pero se lo voy a decir mañana”.

Muchas personas comienzan una vida nueva a partir de los lunes: “el lunes hago la dieta”. “El lunes me inscribo en el gimnasio”. “El lunes cancelo mi tarjeta”. Yamilé todo lo postergaba para el domingo: desde ordenar su cuarto hasta informarle a Elvis de su cambio de planes.

II

Con el derecho que le daba amarla al punto de querer compartir con ella el resto de su vida, desde el principio de su noviazgo Elvis le exigía a Yamilé informes minuciosos acerca de cuanto hubiera hecho mientras no estaban juntos.

Yamilé interpretó el interés de su novio como evidencia de un amor glorioso, semejante al que se profesan las parejas en las telenovelas y en las películas. La noche en que se lo comentó, Elvis afirmó que nadie la amaba como él, y si alguna duda tenía lo pusiera a prueba pidiéndole cualquier cosa. Yamilé no supo qué responderle y él la empujó con violencia: “si te ordeno algo tienes que obedecerme. ¿Qué prueba quieres?” Ella respondió sin pensar, sólo por quitarse la presión: “tus discos de Elvis”. La tarde siguiente su novio fue a su casa para entregárselos.

Sorprendidos de la actitud de Elvis, a los padres de Yamilé no les cupo duda de que él la adoraba. Le dijeron que debía sentirse afortunada porque en estos tiempos ya no hay muchachos tan románticos y formales. Yamilé estuvo de acuerdo. Se propuso olvidar el comportamiento y las palabras violentas de Elvis: “si te ordeno algo tienes que obedecerme”. El siguiente domingo, cuando salieran a pasear, le suplicaría que no volviera a comportarse así ni le diera órdenes.

III

No tuvo necesidad de hacerlo: en cuanto la vio, Elvis se deshizo en disculpas e insistió en lo mucho que la amaba. A cambio de eso le pidió un favor: “ya no platiques con Miguel Ángel. Es un cerdo. Lo único que le interesa es manosear a las muchachas y luego se la pasa hablando mal de todas”.

Yamilé salió en defensa de Miguel Ángel. Eran amigos desde la primaria, se tenían mucha confianza y cuando alguno de los dos estaba en problemas el otro le servía de consejero y de consuelo. Durante el resto de la tarde Elvis no volvió a pronunciar palabra ni la acarició, ni dijo cuánto la amaba.

Yamilé se sintió halagada por haber despertado los celos de Elvis y quiso afirmar su triunfo: “Todo lo que me dijiste de Miguel Ángel me parece raro. Jamás se ha disgustado conmigo, ni siquiera el día en que quiso besarme y lo rechacé. Es muy guapo y todo, pero quien me gusta eres tú.”

Fue un momento glorioso. Elvis la abrazó con ternura, con fuerza; le besó los labios, las mejillas y le murmuró al oído: “Si te vuelvo a ver con él, les rompo la madre. Conste que te lo advierto.” Yamilé no podía pasar por alto la amenaza y demostró su enojo apartándose de Elvis y corriendo en dirección del microbús que pasaba en esos momentos.

Cuando sus padres la vieron llegar sola y antes que de costumbre quedaron sorprendidos, y más al oirla decir que había terminado con Elvis. Aunque no le dieron importancia al arranque de su hija, durante la cena su madre no dejó de repetirle: “En estos tiempos ya no hay muchachos como él. Piensa bien lo que haces, porque otro como Elvis no te lo hallas ni con la linterna de Diógenes”.

IV

Esas palabras y el encontrarse en todas partes con Elvis visiblemente entristecido conmovieron a Yamilé. Una semana después habló con él y le prometió alejarse de Miguel Ángel, porque su único anhelo era verlo feliz. El le besó las manos, caminaron juntos desde la escuela hasta la casa y durante todo el camino Elvis no hizo más que hablarle de sus planes para el futuro que compartirían.

Yamilé lo escuchó emocionada, pero también intranquila de que su novio en ningún momento le pidiera opiniones acerca de sus proyectos. El más importante era casarse, llevársela a vivir a Querétaro y tenerla siempre despidiéndolo y esperándolo. Ella no quiso romper la magia del momento y pospuso para el siguiente domingo los temas que la preocupaban: tener que separarse de sus padres e interrumpir sus estudios.

Se despidieron con un beso apasionado. Elvis aseguró que no sabía cómo iba a soportar hasta la mañana siguiente para verla. Coqueta y provocativa, ella le dijo: “Mentiroso; a lo mejor en cuanto cierre la puerta de mi casa te vas a ver a otra.” Esperaba que él lo negara con promesas, con nuevas caricias, pero su reacción fue muy distinta: “¿Me lo dices porque es lo que haces cuando me voy? Te largas con otro, ¿verdad?” Sin darle tiempo a contestar, le asestó un golpe en la mejilla y otro en el hombro. Ella gritó, intentó meter la llave en la chapa del zaguán pero él la inmovilizó presionándola con su cuerpo. Al verla empavorecida le dijo que no fuera tonta, que todo había sido una broma estúpida y era incapaz de hacerle daño, ya que tanto la amaba.

Para demostrárselo, Elvis la obligó a ponerle la mano en el pecho. Quería que sintiera los latidos de su corazón a punto de estallar por la dicha de tenerla tan cerca. Yamilé reprobó su desconfianza, no era posible que dudara de ella después de que había renunciado a la amistad de Miguel Ángel y a las reuniones con Dayana y Selene.

V

A la mañana siguiente, cuando le sirvió el desayuno, la madre de Yamilé se dio cuenta de que la muchacha tenía la mejilla inflamada: “Iba distraída y me tropecé con un señor que llevaba unas cajas.” La madre de Yamilé creyó en el incidente y más tarde se lo comentó a su esposo. Él tuvo una sospecha: “¿Y si el novio la golpeó?”

¡Imposible! La madre de Yamilé afirmó que jamás había visto a un muchacho tan enamorado como Elvis. Pero de todas formas por la noche le preguntó a su hija si el golpe se lo había dado Elvis. Yamilé lo negó enfática y se arrojó a los brazos de su madre. Ella interpretó la reacción de la muchacha como otra consecuencia de su enamoramiento y le dijo que rezaba para que llegaran a casarse y a tener hijos: “De seguro mis nietos heredarán tu cabello; es precioso.”

A pesar de que le parecía muy llamativa, Elvis también adoraba la cabellera abundante de Yamilé. Inspirado en ella escribió un rap que la muchacha, muy orgullosa, leyó ante sus amigas. Cuando su novio lo supo, enloqueció. La llamó traidora y vil por haberlo expuesto a las burlas de “esas tipas” a las que de seguro quería más que a él. Asustada ante la reacción, ella le reprochó una vez más su desconfianza y le pidió que pusiera a prueba su amor: “Córtate el pelo”. Ella no aceptó y él le sonrió: “Mejor, así podré ahorcarte con tu cabello el día en que me traiciones.”

Yamilé se sintió perseguida, sofocada por el amor de Elvis. Imaginar su existencia junto a él, si es que llegaban a casarse, la hizo tomar una decisión: romper con su novio. Esta vez no esperaría hasta el siguiente domingo, iba a decírselo en cuanto lo viera. Él no se inmutó, pero le hizo una advertencia: “Si me dejas, me suicido; pero antes te mato.”

Yamilé no tuvo valor para explicarles a sus padres su situación. Sólo les dijo que había cambiado de planes porque deseaba estudiar inglés en Canadá. “¿Elvis lo sabe? Tienes que decírselo. Ese muchacho te adora.”

Desde el l0 de mayo hasta el 4 de junio Yamilé buscó el momento de hablarle a Elvis de su posible viaje. Él parecía adivinar sus intenciones, porque a cada momento le recordaba su amenaza: “Si me dejas, me suicido; pero antes te mato”.

Perdida toda posibilidad de escapatoria, Yamilé terminó con su vida. Nadie comprende su reacción después de que lo tenía todo: el amor de sus padres, el afecto de sus maestros, el cariño de sus amigos y la adoración de Elvis.

 
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