Usted está aquí: jueves 24 de julio de 2008 Opinión El Banco de México ataca de nuevo

Orlando Delgado Selley
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El Banco de México ataca de nuevo

Cuando todo indica que la economía mexicana ha entrado en una situación de mayores dificultades, el Banco de México decidió incrementar la tasa del fondeo bancario a 8 por ciento. Sus argumentos son los que ha venido usando desde hace tiempo: las dificultades económicas y monetarias no han disminuido, la desaceleración de la economía mundial se mantiene, los precios también han seguido aumentando, de modo que las expectativas inflacionarias han crecido, lo que ha llevado a distintos bancos centrales a decidir el aumento de las tasas de interés.

La actividad económica en México hasta ahora no se ha visto afectada significativamente. En el primer trimestre del año la tasa de crecimiento desestacionalizada fue de 3.7 y en el segundo trimestre se espera que sea de alrededor de 3 por ciento. Probablemente para el tercero y cuarto trimestres la tasa siga disminuyendo, pero se piensa que al cierre del año tendremos un incremento del producto de 2.25-2.5 por ciento. Los precios, por su parte, han resentido claramente las dificultades mundiales, lo que se aprecia en prácticamente todos los productos relevantes.

La inflación cerrará 2008 en 6 por ciento, lo que se aleja de la meta autoestablecida por el Banco de México, 3-4 por ciento anual, pero que dadas las circunstancias evidenciará que se mantiene controlada. Por ello la medida del banco central parece inconveniente. Afectará el costo del crédito, complicando más las condiciones de quienes ya enfrentaban dificultades para cumplir sus compromisos de pago. Al mismo tiempo elevará las tasas de interés en nuevas operaciones, lo que tendrá un efecto claramente negativo para la actividad económica.

El BdeM sabe que su decisión es cuestionable. Por eso advierte que “la evidencia empírica muestra que un entorno de estabilidad de los precios contribuye al crecimiento sostenido de la economía”. Sin embargo, esa “contribución” no es directa, ni mucho menos sostenida. En realidad en las condiciones que enfrenta la economía mexicana es evidente que el aumento en la tasa de referencia no nada más afecta el crecimiento, sino que provoca que la desaceleración se agudice. El asunto no es simplemente si eso significa un cuarto de punto de crecimiento menor, sino que se dejan de crear empleos.

Según las cifras del IMSS, en el primer semestre de 2007 se crearon 410 mil 604 puestos de trabajo, en tanto que en los primeros seis meses de 2008 los nuevos empleos fueron 265 mil 202, lo cual significa una reducción de 35 por ciento. Esta caída en los empleos registrados, sumada a la disminución del monto enviado por nuestros migrantes a sus familias, significará una severa disminución en los niveles de vida de la población con mayores dificultades. De modo que la decisión de los funcionarios del banco central tiene importantes implicaciones y nadie puede evitarlas.

En un momento de la discusión nacional sobre Pemex se ha planteado la necesidad de que el Estado mexicano y sus empresas se fortalezcan; parece oportuno reconocer que las instituciones creadas para que operase un patrón de acumulación que ofrecía la tierra prometida y que, por supuesto, resultó un fracaso, deben modificarse para dar paso a un nuevo estilo de desarrollo en el que se aseguren altos ritmos de crecimiento del producto y una distribución del ingreso mucho menos desigual.

Ello demandará que todas las organizaciones gubernamentales actúen con coherencia, que la política fiscal y la monetaria persigan los mismos propósitos, lo que sólo será posible si el Estado recupera el mando económico. Para ello hace falta empezar a desmontar las reglas neoliberales que no lograron que la economía creciera a altos ritmos, pero en cambio fueron muy eficaces para exacerbar la ya de por sí aguda concentración del ingreso y el poder.

La ratificación del papel fundamental del Estado en la conducción económica, como requisito para lograr la trascendente meta de alcanzar el desarrollo, abre las puertas para plantearse una redefinición de las reglas del juego económico.

 
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