Usted está aquí: martes 22 de julio de 2008 Cultura Creo en las personas, salvo en los políticos, expresa Richard Bona

■ El músico camerunés vendrá al Distrito Federal para ofrecer dos conciertos

Creo en las personas, salvo en los políticos, expresa Richard Bona

■ “Toco como mi abuelo me enseñó: pongo mucha felicidad en los corazones de los que me escuchan”

■ No pertenezco más a mi patria que a México, manifiesta a La Jornada

Ericka Montaño Garfias

Ampliar la imagen El bajista Richard Bona antes construía sus instrumentos, pero en Nueva York, indica, "no tienes que ir a la selva para cortar un árbol" El bajista Richard Bona antes construía sus instrumentos, pero en Nueva York, indica, “no tienes que ir a la selva para cortar un árbol” Foto: Cortesía de la producción

La música “es una escuela de vida, cuando era niño fue la razón para estar con mi familia; hoy es mi razón de ser y vivo por ella y para ella”.

Habla el músico y compositor Richard Bona, considerado uno de los mejores bajistas del mundo, quien ha compartido el escenario con artistas como Bobby McFerrin, Pat Metheny, Georges Benson o Bradford Marsalis.

Bona vendrá a México para ofrecer dos conciertos, que “serán los mejores de todos los tiempos”, aseguró en entrevista telefónica desde San Sebastián, en el País Vasco, una de las escalas de la gira que lo ha llevado a Hungría, Polonia, Holanda, Portugal, Francia y Alemania.

Su disco más reciente es Munia, que en lenguaje douala significa cuento, historia o fábula, y él puede contarlas en distintos géneros, especialmente el jazz, sin abandonar sus raíces africanas.

“Eso es lo que yo soy, un contador de historias, porque provengo de una familia de músicos y contadores de historias. No tengo una firma musical específica, porque a lo que escucho en mi corazón no quiero darle un color, un sonido o un ritmo. Toco de la misma manera en la que mi abuelo me enseñó, que en pocas palabras era: ‘pon mucha felicidad en los corazones de quienes te escuchan’.

“Las mías, todas, son historias hermosas, son mis historias; no canto sobre la tristeza –eso se lo dejo a otros–; yo canto acerca de la felicidad, porque al final del día eso es la música: felicidad.”

A merced del viento

Richard Bona nació en 1967 en Minta, una pequeña aldea en Camerún, nieto de uno de los percusionistas y cantantes más importantes de su país e hijo de una intérprete de canciones.

Desde pequeño aprendió a tocar cualquier instrumento: bastaba con que viera cómo lo tocaban otros para que en dos días lo dominara.

A falta de una tienda donde comprar sus instrumentos, él mismo los fabricaba. Incluso, cuentan, construyó una guitarra, pero como no encontró cuerdas adaptó los cables del freno de una bicicleta.

Desafortunadamente, dice Bona, ahora ya no construye sus instrumentos, “he perdido mi habilidad, pero eso es lo que ocurre con el ser humano. Si vives en Nueva York no tienes que ir a la selva a buscar un árbol y cortarlo para hacer algo, puedes ir a la calle 48 y comprarlo, es más rápido”, dice entre risas.

Lo que sí hace es seguir aprendiendo. “Me gusta tocar otros instrumentos. La vez que estuve en México con Pat Metheny toqué cinco instrumentos, entre ellos la marimba, pero ya no tengo la misma habilidad de cuando era adolescente, que podía aprender a tocar un instrumento en dos días con sólo ver, y en cinco días ya me podía contratar alguna banda. Ahora la vida va a una velocidad diferente y voy a donde me lleve el viento”.

Ciudadano del mundo

Cuando era niño, recuerda Richard Bona, la música “era la razón de ser, mi familia es de músicos y siempre estuve rodeado de música. Además, cuando tocábamos al final del día era el único momento en el que estábamos juntos, porque todos se iban a trabajar. Me impacientaba que mi abuelo regresara, porque sabía que iba a tocar y que mi madre iba a cantar. Era la razón para estar con mi familia y eso era muy importante”.

Hoy, después de estudiar en París y de hacer de Nueva York su ciudad de residencia, “la música es la razón de toda mi vida. Vivo para la música. No estaría en este mundo o no sería feliz sin ella, porque me hace amar a la gente y ser un mejor ser humano”.

A los 20 años dejó Camerún y en realidad, dijo, “extraño y no extraño mi país, porque me he convertido en un ciudadano del mundo. No pertenezco más a Camerún que a México, pertenezco a los seres humanos. Mi música no es acerca de mi pueblo, sino acerca de personas, donde quiera que estén, no importa si son negros, blancos o amarillos, porque todos estamos en el mismo barco. Creo en la gente y en la música, no en los políticos, que nunca dicen todo. Creo en quien me ofrece una sonrisa y esa es mi única política”.

Richard Bona se presentará el 30 de julio, a las 22 horas, en el Zinco Jazz Club, y a la misma hora el día 31 en el Lunario.

 
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