Usted está aquí: sábado 19 de julio de 2008 Cultura Las ballenas cantan ópera

Disquero

Las ballenas cantan ópera

Pablo Espinosa ([email protected])

Una buena discoteca personal no puede prescindir de la música que hacen las ballenas. Existen documentos invaluables que desde hace decenios se consiguen, algunos con cierta facilidad, otros con un poco de esfuerzo y casi todos ellos han sido grabados por científicos y, por tanto, a cargo de instituciones académicas.

Hoy día están por doquier, aunque cada día son menos los producidos por científicos y cada vez más por diletantes.

En pleno auge de lo que genéricamente es identificado como new age, un supuesto redescubrimiento de lo espiritual y de la naturaleza pone en primer plano todo lo “sano” y lo “natural”, y hete aquí que hay cada disquito mano, que pasumecha: que mezclan trinos de aves con melopeas edulcoradas, que baten mermelada con sonidos de lluvia, viento, fuego, agua.

Pero como el mercado todo lo permite, hete aquí que también hay obras maestras que florecen enmedio del caos. La más reciente se titula simplemente Whale Music y la firma David Rothenberg, quien es un profesor de la Universidad de Nueva Jersey, escritor y músico, autor de un disco anterior que lo hizo célebre e incluso le cuelgan vítores del mismísimo John Cage: On the Cliffs of the Heart, que grabó junto a celebridades de la música alternativa como el maestrísimo Glen Velez. También es autor de varios libros multicelebrados: The Book of Music and Nature; Thousand mile song. Whale Music in a Sea of Soud y, entre otros, Why Birds Sing.

Armado con su clarinete y equipo profesional de grabación submarina, David Rothenberg se hizo a la mar y logró recitales impresionantes de ballenas en mares de Rusia y Canadá. Arias de ópera (es un decir) entonadas por orcas, belugas y la reina de la ópera (es otro decir): la ballena jorobada. Dúos de clarinete y ballena que hacen estremecer de pasión, curiosidad, asombro y alegría por la vida a quien escucha. He aquí un buen ejemplo de música conyugal entre dos especies del planeta.

Toda la primera parte del disco es impresionante, la segunda decae pero no arruina el todo. Claro, referente inevitable es Paul Winter, quien tiene extenso curriculum en el tema, pero lo que hace David Rothenberg es diferente.

Música tan inclasificable que en las tiendas de discos del hombre más rico del planeta y que vive en México lo tienen en las novedades de rock, mientras que en otros lados del mundo lo ponen en la sección de jazz, donde por cierto encontramos otro de esos descubrimientos que propicia la disquera alemana ECM.

Se titula Her first dance y es ejecutado por Misha Alperin al piano, Arkady Shikloper en corno francés y flugelhorn y Anja Lechner en violonchelo (foto de abajo a la izquierda). He aquí otra música que alcanza lo sublime. Las atmósferas que generan en solos, dúos y tríos estos músicos comandados por el ucraniano Misha Alperin toman como puntos de partida distintos emblemas sonoros, entre ellos la producción de los grandes compositores rusos del siglo XX y mucha música del folclor moravo. El resultado es fascinante. Vaya, hasta el mismísimo Satie viene a la mente del escucha sin que nada tenga que ver en el asunto, mas que el poderoso sistema de vasos comunicantes que unifica lo sublime maravilloso.

Por último pero no a lo último, la nueva grabación del gran maestro del piano jazz y con el formato más exquisito y que propicia la máxima profundidad: el trío de jazz (foto de abajo a la derecha). He aquí el toque fantástico de Brad Mehldau con los chicotazos en el contrabajo de Larry Grenadier y las tarolas y tambores de Jeff Ballard. Jazz de posgrado en un espléndido álbum, doble, Nonesuch.

 
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