Usted está aquí: martes 15 de julio de 2008 Mundo Los operativos no deben ser la vía para liberar al resto de los rehenes: Gaviria

■ “No concibo que alguien que se dice de izquierda, como Betancourt, alabe la relección de Uribe”

Los operativos no deben ser la vía para liberar al resto de los rehenes: Gaviria

■ El líder del Polo Democrático reconoce que se abrió una rendija para el diálogo con las FARC

Blanche Petrich

Ampliar la imagen En imagen de agosto de 2001, Carlos Gaviria, líder opositor colombiano que afirma que tras el rescate de rehenes de las FARC en una acción militar, su país vive una "oleada emocional" En imagen de agosto de 2001, Carlos Gaviria, líder opositor colombiano que afirma que tras el rescate de rehenes de las FARC en una acción militar, su país vive una “oleada emocional” Foto: Archivo La Jornada /Carlos Cisneros

En la Colombia eufórica de estos días se da por hecho la continuidad de la presidencia de Álvaro Uribe más allá de 2010; se “perdonan” los delitos cometidos por las fuerzas oficialistas para comprar votos de parlamentarios y permitir la relección del presidente en 2006; se agiganta la figura de la rehén recién rescatada Ingrid Betancourt y se “olvida” el desastre del uribismo en materia de derechos humanos. La voz de la oposición de izquierda representada en el Polo Democrático Alternativo apenas se hace escuchar por encima de lo que su líder Carlos Gaviria Díaz llama una “oleada emocional”.

En este contexto, Gaviria reconoce que Uribe abrió una rendija para una negociación directa con las FARC, a lo que se había negado rotundamente en los últimos seis años. Pese a todo, el rival de Uribe en los comicios de 2006, cuando el Polo se convirtió en segunda fuerza electoral, concede el beneficio de la duda a la esperanza de un “final feliz”, después de décadas de guerra. En entrevista telefónica desde Bogotá, el jurista de 71 años reconoce que existe “una circunstancia que sería muy aprovechable si es que de veras las FARC y el gobierno se empeñaran en la vía pacífica”.

En concordancia con declaraciones de Fidel Castro, Rafael Correa, Hugo Chávez, entre muchas otras voces, Polo Democrático hizo la semana pasada un pronunciamiento sobre la esterilidad de la lucha armada. Está pendiente la respuesta de Alfonso Cano, el sucesor de Manuel Marulanda Tirofijo en la comandancia de las FARC, y corren apuestas sobre si el nuevo “número uno” de la guerrilla será receptivo ante este nuevo escenario.

Alfonso Cano, fama de político

Gaviria reacciona con la cautela que impone la realidad colombiana. “Mire, yo no conozco a Cano, pero la fama que tiene es que está mucho más comprometido con la política que con la lucha militar. Uno esperaría razonablemente que estaría evaluando entrar a una negociación. Pero fíjese que las esperanzas razonables no siempre resultan”.

Ex senador, ex ministro de la Corte Constitucional y ex vicerrector de la Universidad de Antioquía, donde por cierto tuvo como alumno de derecho a Uribe, Gaviria insiste en la vigencia y urgencia de un acuerdo humanitario entre el gobierno y la guerrilla. “Es indispensable, mientras dure la guerra. Acuérdese que un acuerdo de este tipo no se limita al intercambio de presos por rehenes; tiene que moderar y aliviar los terribles efectos del conflicto armado”.

–¿Coincide con los análisis que sostienen que las FARC están en el umbral de su final?

–Tengo muy poco conocimiento sobre el estado interno de la guerrilla, pero como cualquier observador puede ver que han sufrido golpes muy rudos, tanto en el campo militar como moral y sicológico. Pienso que deben estar en un estado realmente crítico.

Polo Democrático se pronunció, desde el primer día, felicitando el éxito del operativo que rescató a Ingrid Betancourt, tres agentes estadunidenses y 11 rehenes más, pero advirtió que esa no debe ser la vía para liberar al resto de los secuestrados, porque no se pueden garantizar sus vidas y su seguridad. “Nosotros –afirma– seguimos prefiriendo otra vía”.

–Este rescate ocurrió después de varios episodios; uno de ellos fue el bombardeo del ejército colombiano a un campamento de las FARC en Ecuador, donde además de Raúl Reyes y una veintena de guerrilleros murieron también cuatro jóvenes mexicanos. ¿Qué opina usted de este hecho?

–Tengo la misma opinión que expresó en su momento el grupo de cancilleres de la OEA: es absolutamente inaceptable la violación de la soberanía de un Estado, máxime cuando es un Estado vecino con el que se tienen buenas relaciones. No justifico una operación militar así, ni siquiera a la luz de resultados que pueden parecer de pronto como sumamente positivos en la lucha contra la insurgencia.

Declaraciones de Ingrid

–La aparición de Ingrid Betancourt como una figura que se autodefine de izquierda (en entrevista con la BBC de Londres) ¿llena vacíos en la clase política colombiana?

–Escuché declaraciones suyas en el sentido de que lo mejor que le había sucedido al país fue la relección del doctor Uribe y que le gustaría una segunda relección. No concibo una declaración así en boca de una persona que se llame de izquierda. En este momento hay gente tan entusiasmada que se dice que esta es la candidata, que es la oposición de Uribe e incluso algunos no la descartan como fórmula vicepresidencial. Hay una confusión muy normal, inherente al estado emocional que se vive. Hay que esperar un tiempito a que se decante un poco más la situación.

–En cuanto a Uribe ¿ve posible su segunda relección?

–Va a intentarla, aunque es posible que esté evaluando la posibilidad de que se reelija la política seguridad democrática, pero no en su persona sino mediante uno de sus hombres de más confianza. No descarto que éste sea el ministro de Defensa Juan Manuel Santos.

–¿Qué significaría la llegada al poder de un Santos, representante de ese sector oligárquico que ha hecho valer su voluntad durante muchos años en Colombia?

–Esos mismos intereses los representa el doctor Uribe, de manera que no habría un cambio significativo. Siempre han estado representados en el alto gobierno, así que sea un Santos o una persona que no tenga esos pergaminos, pero que se mueve en esa misma dirección, me parece que es algo accidental.

–¿Tiene aún futuro la política de seguridad democrática en Colombia?

–Ese proyecto de la seguridad democrática no tiene razón de estar tan bien acreditado. El costo es muy alto en términos de los derechos humanos. Decirlo así en Colombia es bastante riesgoso porque la gente está muy embelesada con los resultados, que a mi juicio han sido magnificados.

–La trama de corrupción que se está develando sobre la forma en que Uribe logró su primera relección ¿hasta dónde puede llegar?

–El mundo de la política en mi país es el mundo de la sin razón. Hechos de esa naturaleza deberían redireccionar el rumbo de los acontecimientos en otro sentido. Pero tal y como están las cosas, a la gente no le importa que haya habido cohecho, que se hayan cometido delitos para obtener la mayoría en el Congreso necesaria para garantizar la primera relección de Uribe. No me hago ilusiones de que esos hechos vergonzosos vayan a tener el efecto que razonablemente uno debería esperar que tuvieran.

–¿Cuál puede ser el futuro del Congreso de Colombia, en el que más de 60 representantes están siendo investigados por sus relaciones ilegales con el paramilitarismo?

–Son 76 los representantes judicializados. Eso significa un golpe fuerte a la legitimidad del Congreso, pero el propio Uribe ha dicho que mientras esos congresistas no estén presos, él va a seguir pidiendo sus votos para sus iniciativas. Pero esas prácticas, que deberían estar menoscabando el prestigio del presidente y su respaldo popular, a final de cuentas terminan por respaldarlo. La gente como que le valora su audacia, así su audacia signifique andar por fuera de las normas, de la ética pública y del derecho.

–¿Por qué es tan poco visible la memoria de lo que han sido los años recientes en Colombia: miles de ejecuciones extrajudiciales, masacres, exterminio de líderes sindicales, desplazados?

–En Colombia hay más de 400 mil desplazados viviendo una situación tan infame que la Corte Constitucional declaró este estado de cosas como inconstitucional. Sin embargo, esta realidad parece no existir a los ojos del electorado colombiano o de la opinión pública. Estos hechos, que deberían ser condenados en una sociedad normal, aquí son ignorados. Se pasa por encima de ellos. No tienen incidencia.

 
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