Usted está aquí: sábado 12 de julio de 2008 Economía México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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■ Felipe Calderón y su micrófono vidente

■ México será potencia económica, el pronóstico

Si la economía mexicana mantiene el raquitismo mostrado a lo largo de los pasados 26 años y sus indicadores empeoran, el vidente instalado en Los Pinos no tendrá más remedio que revaluar sus pronósticos y presumir, aquí y allá, que la economía mexicana ya no “está llamada” a ser la cuarta economía mundial en el año 2040, sino la tercera sólo después, por un pelito, de la estadunidense y la china.

Como respuesta a los primeros zarandeos de 2007, y mientras los consumidores intentaban cubrirse del inclemente huracán de aumentos de precios, a Felipe Calderón no se le ocurrió mejor cosa que consultar su bolita de cristal, la que le proporcionó la siguiente visión futurista: “México está llamado a ser una de las economías más importantes del mundo”.

De nada sirvió el fascinante augurio, porque la economía mexicana siguió igual de lenta que en los pasados 25 años, pero nuevamente amenazada por una nueva ola recesiva en el vecino del norte, circunstancia que lo llevó a consultar (allá por el tercer trimestre de 2007) su bola de cristal una vez más, de la que obtuvo la misma visión, aunque corregida y aumentada: para el año 2040 México ya no sería una de las economía “más importantes” del planeta, sino la quinta en el orden al bat, “siempre contando con el apoyo y la colaboración de las empresas extranjeras”.

El año pasado la inversión foránea fluyó en cantidades “históricas”, según presunción del propio inquilino de Los Pinos, pero nada cambió. La economía mexicana se mantuvo igual de lerda que en años anteriores, incluso más que en 2006, lo que motivó una consulta adicional (febrero de 2008) a la cristalina cuan defectuosa bola que Felipe Calderón instaló en su despacho. Tras la pregunta obligada, el michoacano obtuvo la misma proyección, pero revaluada: para el año 2040 México ya no sería la quinta economía más poderosa del orbe, sino la cuarta, sólo después de Estados Unidos, China e India (estos dos últimos crecen a tasas anuales cercanas a 10 por ciento; México a 2.4 por ciento).

Lejos de encontrar respiro, la ola recesiva aprieta a la economía mexicana, persiste el inclemente huracán que aumenta el precio de todo lo que alcanza a tocar y reduce la de por sí enclenque generación de empleo, mientras las proyecciones de “crecimiento” se esfuman. Pero el inquilino de Los Pinos vuelve la cara hacia otra parte y opta por quedarse con la más reciente revelación de su bola de cristal, versión que ahora fue a repetir a China (el país que come mucho, lo que, según análisis del michoacano, ha provocado la crisis alimentaria en el planeta): “si México se lo propone no va a ser la quinta sino la cuarta economía más grande del mundo… y yo sé que eso es posible, y sé también que para que México crezca tiene que hacerlo de manera competitiva y vinculada a una economía global”.

Dado que el clima económico empeora y los pronósticos oficiales se desmoronan, el inquilino de Los Pinos deberá actuar de inmediato: dejar de comer rollitos primavera, tirar su bola de cristal al cesto de la basura, y por la libre presumir en su próximo discurso que para 2040 “México está llamado a ser la tercera economía más poderosa del planeta”, y si el truco no funciona aún tiene un recurso: utilizar el micrófono para presumir que dentro de 32 años la mexicana será la primera y única economía del planeta, porque las demás habrán reventado ante la cruel realidad y la ausencia de personajes como Felipe Calderón y su micrófono vidente.

En vía de mientras, vale recordar lo que 15 años atrás advertía el organismo gubernamental preferido por el régimen salinista en materia de crecimiento y desarrollo. En 1993 el Pronasol subrayaba que “de no llevarse a cabo una política deliberada de redistribución del ingreso, el 10 por ciento de los hogares más pobres del país (los más pobres entre los pobres) tendrían que esperar 64 años para satisfacer sus necesidades esenciales, en caso de que México registrara una tasa sostenida de crecimiento de la economía de 3 por ciento anual por habitante; el siguiente 10 por ciento de los hogares tardaría 33 años; el siguiente 10 por ciento de los hogares pobres esperaría 21 años y el siguiente 10 por ciento 10 años”.

Planteaba tres hipótesis sobre el particular: “para concretar la primera, que supone que para el año 2007 se mantendrá una distribución del ingreso entre los hogares mexicanos idéntica a la que prevaleció en 1985, el producto interno bruto (PIB) tendría que crecer a una tasa sostenida de 7.4 por ciento anualmente, en términos reales, entre 1986 y 2007; para alcanzar la segunda, que establece que en 2007 se alcanzaría una distribución del ingreso similar a la registrada en el Reino Unido en 1967, el PIB tendría que avanzar 4 por ciento cada año en igual periodo, y para llevar a la práctica la tercera, que estima una distribución del ingreso parecida a la que prevaleció en el pasado reciente en Checoslovaquia o Hungría (en tiempos del bloque soviético), el PIB debería crecer en el mismo lapso a un ritmo anual sostenido de 2 por ciento”.

Todo indica que la tercera de ellas se concretó: la tasa anual promedio de “crecimiento” económico en México durante los últimos 26 años a duras penas llega a 2.4 por ciento, de tal suerte que en el mejor de los casos los mexicanos tendrían una distribución del ingreso equivalente al de Checoslovaquia y Hungría en tiempos soviéticos (antes de 1990), pero sin el apoyo del Estado en sectores básicos. Quince años transcurrieron, y resulta que estamos peor que en 1993, año de las hipótesis

Aún así, el Banco Mundial ha tenido la cortesía de informar que México se ubica “a la zaga del crecimiento económico entre las principales naciones en desarrollo”, de tal suerte que el país “tardará por lo menos 55 años para asomarse a los niveles de bienestar que gozan hoy los países industrializados”, lo que quiere decir que si las cosas caminan muy bien en el año 2063 los mexicanos tendrían un nivel de bienestar equivalente al que gozan los estadunidenses en 2008.

Las rebanadas del pastel

El senador Gustavo Madero apuesta “doble contra sencillo” que la “reforma” petrolera calderonista “va a salir adelante”, porque, dice, “no tenemos de otra”. Bien, doble contra sencillo que el legislador panista seguirá la ruta de Creel por (versión oficial) “no sacar adelante” la contrarreforma.

 
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