Usted está aquí: jueves 10 de julio de 2008 Opinión A 20 años de distancia

Soledad Loaeza

A 20 años de distancia

El 6 de julio pasado se cumplieron 20 años de la elección presidencial de 1988, en la que por primera vez en su historia el PRI vio de cerca la posibilidad de perder la presidencia de la República. La retuvo, pero aun así no pudo detener los cambios que desencadenó la movilización electoral que se activó durante la campaña. A raíz de los acontecimientos de ese día los partidos desplazaron gradualmente a la institución presidencial del escenario político, donde pasaron a ocupar una posición central; en la Cámara de Diputados quedó efectivamente representada la pluralidad ideológica de la sociedad, y el Poder Ejecutivo a partir de entonces tuvo que tomar en cuenta al Poder Legislativo para gobernar. No fueron cambios menores; aunque su impacto sobre el conjunto del sistema político fue inicialmente disimulado por la restauración presidencialista de Salinas. El alcance de 1988 se hizo patente seis años después.

En entrevista para La Jornada (3/7/08) Manuel Bartlett, que era secretario de Gobernación entonces y, por consiguiente, responsable de la elección, restablece una verdad histórica grande como una casa: él nunca dijo “se cayó el sistema”. Sin embargo, la anécdota apócrifa que le atribuye estas palabras autoincriminatorias se ha convertido en una de las mayores mentiras históricas, de las más repetidas y de las más citadas por académicos, mexicanos y extranjeros, periodistas y cualquiera que hable de la elección de 88.

La información documental avala el desmentido de Bartlett. Según las actas de la Comisión Federal Electoral del 6 de julio, el comisionado del PAN, Diego Fernández de Cevallos, anunció: “Se nos informa en el comité técnico de vigilancia del Registro Nacional de Electores, que se calló la computadora, afortunadamente no del verbo caer, sino del verbo callar…” Uno puede bien imaginarse que Fernández de Cevallos no era muy ducho en asuntos de cómputo y quiso hacer un chiste, evocando la posibilidad de que un mueble inmenso –la computadora– cayera encima de quienes recibían la información electoral. El verdadero autor de la frase atribuida a Bartlett fue el comisionado del PMS, Jorge Alcocer, más conocedor de la jerga electrónica. Cuando el comisionado panista hizo el anuncio de la interrupción del flujo de información, el secretario Bartlett confirmó que había habido problemas técnicos y solicitó un receso que dio inicio a las ocho de la noche y se prolongó hasta las dos de la mañana. Cuando se reinició la sesión el comisionado Alcocer confirmó la información de Fernández de Cevallos y subrayó que el sistema de cómputo “… no está funcionando, está callado, está caído…”

Vale la pena hacer una reconstrucción así de detallada por respeto a la vieja consigna de “honor a quien honor merece”; pero también porque como éste, hay muchos otros incidentes de aquella elección que han sido distorsionados por la disputa política, y ahora posan como “hechos históricos”. En todo caso son “hechoides”. Por ejemplo, ¿quién recuerda que Porfirio Muñoz Ledo negoció con Manuel Camacho –representante oficioso de Carlos Salinas– las curules senatoriales del Distrito Federal para sí mismo y para Ifigenia Martínez, antes de que se conocieran los resultados de la elección? ¿Y que cuando los panistas exigieron que se abrieran los paquetes electorales correspondientes para confirmar las pretensiones de victoria de los candidatos del Frente Democrático Nacional (FDN), Muñoz Ledo alegó que no era necesario porque en su caso las impugnaciones “sólo se hacían para desacreditarlo?”

Es cierto, como señala la entrevista de La Jornada, que la elección presidencial había provocado el nerviosismo del gobierno, y que éste se había preparado para una ofensiva importante de la oposición, pero del PAN, en vista de que durante el sexenio este partido había lanzado una importante ofensiva electoral. Recordemos únicamente Chihuahua en 1986. El hecho de que ese mismo año el gobierno haya introducido una nueva legislación electoral, el Código Federal Electoral, que aumentaba su control sobre el proceso y dividía a las oposiciones, da prueba de que el enemigo que oteaban estaba a la derecha. El desconcierto que los resultados provocaron en los priístas se explica en buena medida porque el empuje de Cuahtémoc Cárdenas fue para ellos una sorpresa. El golpe vino de la izquierda. Vale la pena la reconstrucción también porque las propuestas de 2006 de imponer la negociación al voto eran una simple repetición de lo que ocurrió en 1988. Como si desde entonces hasta ahora no hubiera pasado nada.

 
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