Usted está aquí: viernes 4 de julio de 2008 Opinión Al margen de la filosofía

José Cueli

Al margen de la filosofía

Geoffrey Bennington redactó junto con Jacques Derrida un texto acerca del gran filósofo francés que resulta excepcional (Cátedra, 1994, España). Escriben simultáneamente y en la misma página acerca del mismo tema.

Mientras Bennigton pretende hacer una sistematización del pensamiento derridiano, a lo cual él nombra Derridabase, Derrida, a su vez autor y objeto de la obra, sorprende una vez más a los lectores con una propuesta insólita que escapa a la sistematización haciendo un relato (Circonfesión).

El texto comienza con la pregunta sobre el posible significado de las palabras Derridabase y Circonfesión. Se plantea la cuestión acerca de si podría existir alguna relación entre el pensamiento derridiano sistematizado y el ritual de iniciación de los varones judíos.

La parte superior de la hoja ocupa el texto de la Derridabase y la mitad inferior el relato autobiográfico de Derrida: la Circonfesión.

En el prólogo, escrito por Manuel Garrido, éste expresa: “Si el título de la contribución de Bennington nos suena a informática, el que da nombre al relato de Derrida tiene connotaciones viscerales. En la Circonfesión no nos habla el filósofo de su pensamiento, sino de su vida, y rememora con un estilo que conjuga el ardor pasional de las Confesiones de Agustín de Hipona, con el descarnado rigor analítico del Ulises de James Joyce, vivencias íntimas y dramáticas de su existencia, entre ellas su niñez y adolescencia en Argel y la figura de su madre”.

La ubicación de nota marginal de la Circonfesión confirma la posición de marginalidad en el sentido derridiano del término, es decir, el margen, escribir al margen, a juicio de Derrida, resulta más fundamental y básico, pues es en el margen el único lugar o, mejor dicho, quizá el no lugar desde el cual es posible posicionarse en los justos límites para poder deconstruir su estructura a todo aquello que pretende hacer alarde de fundamental. Significa escapar de la centralidad y la fijeza a la que nos ha condenado el tan denunciado y denostado (por el propio Derrida) logofonocentrismo.

Resulta evidente, tras la lectura de la Circonfesión, como dice Garrido, que el drama de la propia existencia es instransferiblemente personal, como resulta de difícil transmisibilidad, si no es que imposible, dar cuenta de la experiencia vivida entre los dos integrantes de la pareja sicoanalítica en el setting y dentro de un encuadre sui generis.

Garrido puntualiza: “La escenografía del presente libro queda configurada por la peculiar combinación de estas dos dimensiones tan dispares, la ideal y la personal. La primera se alza a la manera de superestructura teórica, como un pálido recimo de conceptos, o de anti-conceptos, que firma el fiel discípulo; la segunda, cual paradójico Atlas no menos frágil que poderoso, le sirve de cordial soporte a la anterior y viene sellada por la sangre y las lágrimas del hombre que engendró esos conceptos”.

Si como dice Rorty von Moore, con Wittgenstein y Russell se dio el “giro lingüístico”, es con Derrida que se gesta el “giro deconstructivo”. Ambos comparten la genuina preocupación central por el lenguaje, sin embargo, los dos transitan por caminos diametralmente opuestos, ya que los modelos filosóficos que los inspiran lo son también.

Derrida, como Heidegger, decide liberarse del cielo protector concebido e invocado por la metafísica occidental basada en el logofonocentrismo y, asimismo, rechazan la hipótesis ontoteológica.

En palabras de Garrido: “Si algo brilla tras el análisis deconstructivo de los conceptos filosóficos tradicionales no es tanto la presencia del ser captado por la mente como la ausencia de un otro que el ser que escapa recurrentemente a la razón”.

 
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