■ El Sol rojo fue intervenido con rieles para que las personas echen a volar una paloma

Invitan a redescubrir icono urbano creado por el artista Alexander Calder

■ La enorme escultura, que forma parte de la Ruta de la Amistad, está emplazada frente al estadio Azteca

■ Lo que importa es recuperar ese juego entre el espacio y el piso, dice Iker Vicente

Mónica Mateos-Vega

Pocos recuerdan que un hermoso sol rojo llegó hace 40 años con su pesada vestidura de acero negro, a plantarse frente al estadio Azteca. Los aficionados al futbol pasan de largo frente a él y casi nadie sabe que se trata de una obra del escultor estadunidense Alexander Calder (1898-1976), precursor del arte cinético.

Hace unos días, ese gigante de tres picos amaneció rodeado por rieles plateados. En su base, lo que a primera vista parece un grafiti, son en realidad las instrucciones para “echar a volar” una paloma.

Con timidez al principio, juguetones después, algunas personas se animan a girar una manivela para que el ave de alambre, llantas de patineta y plumas de vinil suba lentamente y luego, al llegar a la cúspide, se deslice en espiral: por aquí y por allá, rodeando la estructura de 23 metros de altura.

Algunos comerciantes ambulantes, instalados en calzada de Tlalpan, aplauden el éxito de quien giró la manivela y corren, también de aquí para allá, para ver deslizarse a la paloma.

La algarabía dura apenas unos segundos, los suficientes para que los transeúntes miren y comprendan que El Sol rojo no es el logotipo de la televisora dueña del recinto deportivo sino algo más divertido, más suyo.

¿Un juguete?, ¿una atracción de feria?, ¿arte? El joven artista Iker Vicente, quien “intervino” la escultura de Calder, se apresura a responder: “No importa cómo llame el público a la experiencia sino que la viva, que redescubra este icono urbano que se encontraba invisible en la cotidianidad citadina”.

Juguete interactivo

El proyecto se titula Donde las palomas hacen su nido: intervención volátil a manivela en dos movimientos: lento-ascendente, descendente-revolvente, sobre, bajo y alrededor de El Sol rojo de Alexander Calder y forma parte de las actividades de Peatonal, encuentro de arte y política en el espacio público, auspiciado por la Secretaría de Cultura capitalina, la Fundación Cultural de la Ciudad de México y el Patronato Ruta de la Amistad.

El título de la instalación realizada por Iker Vicente, si bien es una paráfrasis del lenguaje pambolero propio del lugar, es una suerte de anzuelo para atrapar la atención del público. Sobre todo, explica el artista, intenta hacer alusión “simbólicamente, al ave que es imagen de paz y deportivismo, pero al mismo tiempo, de represión y cambio para el mundo entero”.

Curiosos y aficionados americanistas no atinan a descifrar si el “juguete” interactivo sólo lo pueden usar los socios águila. Pero cuando se les explica que no se trata de una propuesta mercantilista, voltean hacia El Sol rojo como si lo vieran por primera vez: “no sabía que era una escultura, ¡qué bonita!”

Iker afirma que no ayuda mucho decir que su instalación es arte para que el público la disfrute realmente, pues “muchas personas se asustan con la palabra, sienten que deben saber algo.

“En cambio así, sin conceptos, les gusta mucho. La palabra arte impone, aleja o da demasiada protección, lo cual no permite ver la auténtica reacción de los espectadores. Calder hizo lo mismo cuando creó sus móviles, no los llamó obras de arte y el público de inmediato se identificó con ellos.

“Esta intervención es híbrida, una representación del vuelo; quise hacer algo que se moviera y provocara la participación del público, con humor, usando materiales sencillos, sin gran tecnología. También para hacerles notar que en esa escultura, en realidad viven palomas.

“La ciudad es muy grande, con muchos estímulos visuales, sobre todo de publicidad. Muchos pasamos de largo frente a piezas como la de Calder, estamos saturados, nada nos invita a detenernos a mirar. El Sol rojo se volvió un logotipo, se estampó en el paisaje, se lo comió la ciudad, se transformó en simple referencia, se perdió ese juego entre el espacio y el piso que propone el autor, se opacó ese sol rojo del atardecer. Por eso, aunque es difícil, hay que buscar darle vida.”

El artista señala que no sabe si su obra resistirá la presencia –y manipulación– de los aficionados que en algunas semanas colmarán el estadio Azteca, pero lo importante es que mediante el juego, “se apropiarán, algunos por primera vez, de la escultura”, la cual forma parte de la Ruta de la Amistad instalada en 1968 con motivo de los Juegos Olímpicos que se efectuaron en el país.

“Por toda la ciudad y en lugares insospechados existen obras de arte que ya no cuentan nada a los habitantes de esta urbe también difícil de describir. Con el propósito de generar convivencia alrededor de ellos, para devolver sorpresa y momentos lúdicos a una vida vertiginosa, echamos a andar Peatonal”, señaló Samuel Mesinas, coordinador general de encuentro de arte y política que se inició en mayo.

Como parte de esa iniciativa, hace unos días se presentó la “transformación” de la Cabeza de Juárez, escultura que se ubica en la delegación Iztapalapa, la cual fue intervenida por el artista Antonio O’Connell.

La pieza de Iker Vicente será inaugurada mañana a la 13:30 horas por Elena Cepeda, titular de la Secretaría de Cultura del DF. Habrá verbena con el grupo de clowns La Sensacional Orquesta Lavadero. La cita es en calzada de Tlalpan 3465, Santa Úrsula Coapa.