Número 144 | Jueves 3 de julio de 2008
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

NotieSe

Lograré llegar a la cima

Iñaki Padilla Desde que era pequeño tenía “comportamiento afeminado”… bueno, eso me decían todos. En la escuela me acosaban y los profesores le decían a mi mamá que no me adaptaba a mis compañeros, que no socializaba, que era huraño y siempre estaba solo; me mandaron a terapia con un psicólogo, para quitarme los ademanes, según mi mama. Yo era un niño muy inquieto, pero no era malo. A pesar de ir a terapia por un largo tiempo, me llevaron a un centro de salud mental, donde me hicieron estudios para saber si estaba bien de la cabeza. El psiquiatra le recomendó a mi mamá que me pusiera a hacer ejercicios para que se me quitara lo amanerado, como andar descalzo en aserrín para mejorar mi manera de caminar. Un tiempo también me dieron a tomar unas pastillas que me provocaban dolor de estomago y mucho sueño.

En la secundaria me fue peor, todos mis compañeros me decían puto y me hacían la vida de cuadritos, lo que generó discusiones, peleas y golpes. Mi padre, macho y alcohólico, que casi nunca estaba conmigo, le dio por comprarme mi ropa, por decirme cómo comportarme y hasta cómo peinarme, según él para que me hiciera “hombre”.

En la prepa comenzaron a llamarme la atención los chavos. Me la pase confundido y atormentado por lo que sentía, pues nadie me había hablado de sexo y mucho menos de la homosexualidad. Así me la pasé toda la prepa, sin hacer nada con nadie por miedo a equivocarme.

En esos días conocí a un chavo. Salimos algunas veces y tuve sexo con él. Fue la primera vez y me gustó. Él me presento a uno de sus amigos, quien nos invitó a su casa. Fue una trampa para mí, pues ambos sabían que el amigo tenía VIH y no me dijeron nada. Bebí demasiado y caí: tuve relaciones sexuales sin protección. Nunca más los volví a ver. Después de eso comencé con mis desmadres. Metía chavos a la farmacia en la que trabajaba, ligaba en el Metro, en los baños, en el cine, en Internet. Mi mamá me decía que Dios me iba a castigar por puto.

Al poco tiempo empecé a enfermar, pensé que era una fuerte gripa. Mi hermana me regañó, pero luego me llevó al médico. Ahí me hice la prueba del VIH. El resultado positivo hizo explotar la bomba en la familia. Todos discutían sobre quién tenía la culpa y yo me sentía destrozado, no lo podía creer. Pensé que iba a morir en muy poco tiempo.

Intenté en varias ocasiones entrar a la universidad, pero no lo logré. Eso me deprimió más, ya no valía la pena seguir viviendo. Mi salud estaba muy deteriorada, estaba ojeroso, bajo de peso, muy delgado, ausente, desnutrido, me estaba hundiendo y no podía salir de esa situación.

En una revista encontré la dirección de una organización de lucha contra el sida. Decidí ir, pese a que mi familia se opuso. La primera vez me sentí un poco extraño, pero poco a poco me fui familiarizando con los compañeros, por fin había encontrado a personas que me comprendían. Pero lo que cambió mi vida fue encontrar a un chavo que ha sido un gran apoyo para mí. Él es negativo, pero decidimos estar juntos y ahora me siento feliz. Decidí salirme de mi casa y ahora vivo con él y su familia, quienes me han apoyado mucho. Tengo 26 años, mi salud es buena, no tomo medicamentos todavía, y ya estoy en la universidad. La vida me ha puesto muchas piedras y seguirá habiéndolas, pero lograré quitarlas y llegar a la cima.