Usted está aquí: martes 1 de julio de 2008 Cultura Del Conde hace un recuento de su “relación de toda la vida” con el INBA

■ La historiadora del arte recibirá un homenaje del instituto en el Palacio de Bellas Artes

Del Conde hace un recuento de su “relación de toda la vida” con el INBA

■ No guardo recuerdo alguno de que me hayan impuesto algo que yo no hubiera avalado, aclara

■ Acaba de realizar la curaduría, con Luis Rius Caso, de la exposición José Luis Cuevas

Merry MacMasters

Ampliar la imagen La investigadora Teresa del Conde durante su entrevista con La Jornada La investigadora Teresa del Conde durante su entrevista con La Jornada Foto: Yazmín Ortega Cortés

La relación de la historiadora y crítica de arte Teresa del Conde con el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) se remonta a los inicios de éste, pero prácticamente por medio de su padre (Salvador del Conde), quien era radiodifusor de música clásica. Inclusive, había un palco porque se hacían controles remotos desde el Palacio de Bellas Artes, sobre todo de ópera o de música sinfónica.

“No tengo memoria de la primera vez que fui a Bellas Artes porque fui toda mi vida”, expresa Del Conde, quien ha sido directora de Artes Visuales del INBA, así como del Museo de Arte Moderno (MAM), a la vez que jurado de un sinnúmero de certámenes.

También integrante del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Del Conde recibirá un homenaje por parte de la institución el jueves 3 de julio, a las 19 horas, en la Sala Manuel M. Ponce.

Por la autonomía de los museos

Aunque su relación con el INBA y sus directores –a Carlos Chávez no lo conoció– ha sido “perenne”, asegura que no quería ir al INBA la primera vez.

“Me invitó Javier Barros Valero, quien era mi amigo y me dijo: ‘ya verás que te vas a sentir muy bien y vas a poder manejar las cosas como creas que debe hacerse’.

“Principalmente, tenía que ver con todos los museos y muchas veces, inclusive, formular exposiciones. Era la época de los salones. Estuve siete años hasta que salió Barros Valero.”

–¿Cómo se caracterizó su estancia frente a la entonces Dirección de Artes Plásticas?

–Por desarmarla, para que cada museo tuviera su autonomía. Cancelar un poco la idea que los distintos museos del INBA estaban bajo su coordinación. Había, si tú quieres, algún tipo de asesoría. Eso sí, las cosas económicas las manejaba un administrador.

“En la Dirección de Artes Plásticas programábamos los actos del Palacio de Bellas Artes y el Auditorio Nacional, porque en sus galerías se efectuaban los salones de arte.

“Eso es lo que recuerdo con más nitidez, pero también dentro de ese puesto se viajaba mucho por toda la República y eso fue muy positivo. Siempre en un equipo de trabajo se generan situaciones a veces muy neuróticas, inclusive relaciones de poder, y como siempre he sido un poco sicoterapeuta las podía manejar.”

Del Conde hace un paréntesis para decir que su relación con artistas “fue muy temprana, hasta por parentesco”, porque Germán Cueto y Adolfo Best Maugard eran parientes de su madre. Iban a su casa, entonces, “estaba acostumbrada al trato con artistas”, relación que se hizo más fuerte cuando empezó a escribir crítica de arte en el periódico”, señala la columnista de La Jornada.

–Y, ¿su paso por el Museo de Arte Moderno?

–En primer lugar fue muy largo, más que el de Fernando Gamboa; había que capotear mil cosas. Pero el director en turno del INBA siempre me vio con mucho respeto: Víctor Sandoval, Rafael Tovar, siempre me escuchaban bien y no metían dedazo. No guardo recuerdo de que se me haya impuesto algo que no hubiera avalado para hacerlo.

Experiencia en el MAM

–¿Volvería a aceptar un cargo así?

–No, ya no. Es mañana, tarde y noche, no hay vacaciones, puede ser muy tenso. Pero, desde luego, es atractivo, interesante, sobre todo lo que es la vida en un recinto así, que es distinto a otro puesto que no tenga que ver directamente con un museo. Te haces dueño de él, es tu casa.

Al asumir la dirección del MAM, en 1990, la entrevistada lo encontró hecho “un positivo desastre. Por eso quiso Víctor Flores Olea (titular entonces del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes) que entrara.

“Hubo apoyo en el sentido de que me fui sola, no llevé a nadie, y me dejaron hacer equipo. Fueron muy solidarias personas de otros museos, recuerdo principalmente a Ruiz de Gurza, que era curadora del Museo Nacional de Arte (Munal).

“La colección del MAM estaba en el Munal, porque la había llevado allí Jorge Bribiesca. Se empezó a trabajar con eso, con recuperar la colección, ponerla bien, museografiarla debidamente, hacerle propaganda y que hubiera exposiciones en todas las salas, porque cuando entré nada más había una.”

Dolorosa salida

Del Conde reconoce que cuando salió del MAM (en febrero de 2001), lloró “lágrimas de sangre, me dolió mucho. Fueron casi 11 años. También sabía que se dispersaba el equipo, formado básicamente por alumnos míos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y algunas personas que allí estaban y realizaban bien su trabajo. Eso es inevitable”.

Las relaciones de Teresa del Conde con el INBA persisten. Acaba de curar, con Luis Rius Caso y Alejandra Cortés, la exposición José Luis Cuevas, en el Museo del Palacio de Bellas Artes. También es autora, con Rius Caso, del catálogo.

–¿Cómo ve la crítica de arte actual?

–Tienen que empezar a aceptar en los espacios públicos a quienes se están formando, porque siempre los encargos son para las mismas personas. Para cargos públicos y también para colaboraciones en libros y catálogos. Los nombres nos vamos acabando. No está bien que siempre seamos los mismos.

 
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