Usted está aquí: martes 24 de junio de 2008 Ciencias Neurobiología de la homosexualidad

Javier Flores

Neurobiología de la homosexualidad

La semana pasada se difundió un trabajo de Ivanka Savic y Per Lindström, investigadores del Instituto Karolinska de Suecia, en el que reportan la asociación entre algunas estructuras y funciones cerebrales con la homosexualidad, de lo que se informó oportunamente en esta sección de Ciencias.

El objetivo de descubrir una base biológica para explicar la conducta sexual humana no es nuevo. Desde hace años se han postulado factores genéticos y endócrinos asociados a la homosexualidad. Pero a pesar de que estas hipótesis cuentan con seguidores en el medio científico, no han ofrecido hasta ahora explicaciones satisfactorias. Otra estrategia de la investigación han sido los estudios neuroanatómicos, mediante los cuales se ha buscado relacionar las características de distintas estructuras del cerebro con la orientación sexual.

En este terreno, en el campo de la neurobiología es en el que la investigación ha tomado un nuevo giro a partir de la introducción de las nuevas técnicas de imagenología. Savic y Lindström emplean en su trabajo (publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences) dos de ellas: la resonancia magnética (MR), con la que puede determinar con precisión el volumen de los hemisferios cerebrales, y la tomografía por emisión de positrones (PET), que permite una evaluación funcional a partir de los cambios en el flujo sanguíneo en distintas regiones del cerebro, bajo condiciones controladas.

La importancia de estas técnicas consiste en que los estudios pueden realizarse en personas vivas, a diferencia de los trabajos pioneros como los de LeVay, quien en 1991 reportó en la revista Science que algunas áreas del cerebro, en particular una región del hipotálamo conocida como INH3, eran más pequeñas tanto en hombres homosexuales como en mujeres heterosexuales; sólo que su trabajo se realizó en cadáveres, con datos más bien vagos de su historia previa a la necropsia, de la que se infería cierta orientación sexual.

Los resultados de Savic y Lindström, por el contrario, se realizaron en un conjunto de 90 personas saludables con edad promedio de 30 años, divididas en cuatro grupos a partir de su orientación sexual, determinada por ellos mismos a partir de pruebas estandarizadas. Los resultados obtenidos con MR revelan que los hemisferios cerebrales son asimétricos en promedio en hombres heterosexuales (HeM, por sus siglas en inglés) y en mujeres homosexuales (HoW), con un mayor volumen en el hemisferio derecho. En contraste, el volumen de los hemisferios es simétrico, también en promedio, en los hombres homosexuales (HoM) y en las mujeres heterosexuales (HeW).

Por su parte, las observaciones sobre el flujo sanguíneo realizadas con la PET revelan diferencias en las conexiones funcionales a nivel de una región del cerebro conocida como amígdala, que consiste en un conjunto de núcleos neuronales localizados en la profundidad del lóbulo temporal. La conectividad funcional de esta región muestra diferencias, pues mientras que en HoM y HeW las conexiones fueron más generalizadas desde la amígdala izquierda, en HeM y HoW lo fueron desde la amígdala derecha. De acuerdo con estos resultados habría una semejanza anatómica y funcional entre hombres homosexuales y mujeres heterosexuales, una especie de “feminización” de los primeros; y una “masculinización” en el cerebro de las mujeres homosexuales.

El valor de trabajos como el que se comenta radica en que se abre un nuevo territorio para la investigación de las bases biológicas de la homosexualidad. Pero no se resuelven los orígenes, es decir, si las características morfológicas y funcionales que se observan tienen un origen genético, endocrinológico o incluso medioambiental. Pero la objeción más importante sería, a mi juicio, que al plantearse en este tema conclusiones con base en promedios y pruebas estadísticas se anula la individualidad biológica, lo que impide considerar, desde un punto de vista conceptual, a la orientación sexual como un continuo que se mueve entre los extremos de idealización heterosexual, como ha sido planteado por autores como Ellis en 1987.

Uno de los mayores retos de la investigación ha sido desentrañar los nexos entre los distintos territorios de lo humano. Se ha avanzado por separado en la comprensión de la estructura y funciones del cuerpo, lo mismo ha ocurrido con diferentes aspectos de la conducta, así como sobre las relaciones del individuo con los otros. Pero no solamente se ha incursionado de manera positiva en las esferas biológica, síquica y social en nuestra especie, sino que esta división artificial se ha ensanchado, dando lugar a distintos tipos de determinismos. Así, hay quienes tratan de explicarlo todo a partir de un fundamento biológico, mientras otros encuentran un papel determinante en lo social, o en la sique. Esta disputa sólo revela la profunda ignorancia que tenemos acerca de nosotros.

 
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