Usted está aquí: domingo 22 de junio de 2008 Política A la mitad de foro

A la mitad de foro

León García Soler

■ La derecha se rebasa a sí misma

Nadie puede saltar su propia sombra. En el intento de trastrocar la topografía política, los panistas que recuperaron el solio del presidencialismo para Felipe Calderón confirmaron que El Yunque hasta a los de casa ablanda. Hay una derecha extrema cuya dureza hace ver suave y humanista al panismo tradicional; que revive la reacción del fascismo de las falanges sinarcas y los poderes teocráticos enlazados para combatir el cardenismo cuando la Revolución se hizo social.

Sobre ese Yunque se forja la amalgama de los que combatieron a Felipe Calderón y los que integran los cuadros de la cercanía, los jóvenes turcos que retoman control del partido y transitan entre los corredores de Los Pinos y las secretarías que tienen la llave del clientelismo electoral. Secreto a gritos, la cofradía del Yunque incluye a los que llegaron al poder después de la alternancia del alto vacío y a los que se fueron con él a los organismos internacionales de la democracia cristiana forzada a buscar el centro brumoso, opaco, espacio tras el espejo, donde las palabras quieren decir lo que el poder quiera. Vamos a rebasar a la izquierda por la izquierda, dijeron. Y desde Madrid proclama Felipe Calderón que lo suyo es el centro, que a su gobierno mal se le puede ubicar a la derecha.

No lo dijo frente a Aznar el exiguo, sino a José Luis Rodríguez Zapatero, presidente de Gobierno, socialista, anatematizado por la derecha española. Después, Zapatero repudiaría la fascistoide y xenofóbica propuesta de Berlusconi: criminalizar la inmigración de indocumentados. Y luego la hora en que el gobierno que preside el socialista Rodríguez Zapatero votó con la mayoría de la Unión Europea la aprobación de encarcelar a los indocumentados. Pero a nadie se le ha ocurrido la peregrina idea de que así rebasa la izquierda europea por la derecha al neofascismo italiano. Ni modo ni manera, dijo Pánfilo Natera.

A la tierra de Agustín de Iturbide no parecen llegar noticias del imperio. George W. Bush emprendía su gira europea de despedida y consolidaba los lazos atados y bien atados con sus aliados de ocasión en la guerra sin fin contra el terrorismo sin límites. Y en Washington, los del Capitolio adornarían el arco triunfal de la derecha extrema y fundamentalista de George W. con la aprobación bipartidista de la ley que permite intervenir, interferir, las comunicaciones telefónicas sin orden judicial alguna. Y pensar que unos días antes imaginamos posible la recuperación del imperio de la ley, del respeto a los derechos individuales, al sentenciar la Suprema Corte que los prisioneros de Guantánamo tienen derecho a un proceso judicial en Estados Unidos y a la presunción de inocencia en tanto no se pruebe su culpabilidad.

Iturbide se montaba al caballo desde la derecha, con el pie derecho sobre el estribo derecho de la silla. Por eso, cuentan los memoriosos, lo reconocieron al desembarcar y lo fusilaron en Padilla, Tamaulipas. Hoy, no nos inquieta que la derecha intente saltar sobre su propia sombra, que pretenda confundirse con la izquierda en el nebuloso terreno de la falta de compromiso con las ideas, la ausencia de ideologías; en la amarga servidumbre con los dueños del dinero. A Felipe Calderón lo fortalecieron, lo reanimaron, la recepción mayestática de Juan Carlos y la aclamación en Cortes, donde los diputados agradecieron al mandatario visitante el gesto de estadista, la generosa actitud de Lázaro Cárdenas, el de Jiquilpan, el que recibió a los que huían de la criminal persecución del fascismo, de Francisco Franco; a los refugiados, los “transterrados” a quienes tanto debemos.

Y en México nos distrajo lo anecdótico, la confusión del indispensable, loable, debate nacional en torno a la iniciativa calderonista de reformas al sector energético, con la ociosa contienda en el juego de birlibirloque entre “presidente legítimo” y “pelele usurpador”. Lástima. A nadie sirve reducir toda visita de Estado a festín de la ética de mercaderes. Desde luego que el rey y el gobierno español apoyan a los capitalistas que han emprendido la reconquista de América. Pero eso mal justifica reducir relaciones cordiales a la caricaturesca visión de un presidente de México en el papel de súbdito, de vasallo, de mozo de estribo al servicio de las empresas españolas. Andrés Manuel López Obrador se dejó rebasar por la derecha: ésos son argumentos de intolerancia maniquea, del fundamentalismo neoconservador del otro lado del Bravo, del fanatismo neocristero de Jalisco y del Yunque en toda la geografía nacional.

Volvió de España y topó con el cotidiano recuento de muertos de la guerra contra el crimen organizado. Y reunió a su gabinete de Seguridad. Y la incertidumbre se traduce en inseguridad al ver la incompetencia, oír las respuestas de funcionarios, como la señora poblana que pusieron al frente del Instituto Nacional de Migración. Cero tolerancia a servidores involucrados con redes de tráfico de personas, declara solemnemente Juan Camilo Mouriño, después de que aparecieron al otro lado y fueron puestos en libertad los cubanos indocumentados que fueron “rescatados” por gatilleros en México, en tránsito a otro centro de detención: “porque no había lugar” en el de Chetumal. La señora Aranda es también aspirante a la candidatura panista para gobernar el estado de Puebla, donde hay un dinosaurio tamañito así. Los enanos tienen un sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista, dice Tito Monterroso.

Nadie se inquiete. Estamos en los prolegómenos de las elecciones de medio sexenio, las de 2009; reposición del juego de palabras de Fidel Velásquez, en el que ahora es el que no se mueve quien no sale en la foto. Marcelo Ebrard es modelo de movimiento continuo: emprende grandes obras públicas en plena parálisis de inversiones federales prometidas y comprometidas para reducir los daños de la recesión económica del vecino del norte; aparece en la conducción unipersonal de la convocatoria a consulta nacional sobre las reformas a Pemex; Photo-op para posar al lado de Cuauhtémoc Cárdenas y poner ahí a quien pusieron los chuchos en juego para que no quedara fuera “el PRD”.

Lo plural no quita lo madrugador, y Ebrard firma con Enrique Peña, gobernador del estado de México, y con Miguel Osorio Chong, gobernador de Hidalgo, ambos del PRI, un acuerdo que incorpora a Hidalgo al área metropolitana del valle de México. Y rescataría inversiones retenidas por el gobierno federal. No es novedad el activismo de Enrique Peña Nieto. Tras lo metropolitano se reunió con Leonel Godoy, el perredista gobernador de Michoacán, en defensa de los bosques refugio de la mariposa monarca. Miguel Osorio Chong entra de lleno al juego; como en el de rentoy, tradicional en las pulquerías, diría: “¡Envido, pichón del nido!”

A la mitad del camino presidencial, tareas de Sísifo. Nos alcanza la crisis alimentaria y el de Los Pinos anuncia precios congelados; el del Banco de México sube las tasas de interés. Y una inefable colaboradora, Lydia Madero García, directora del Instituto de Desarrollo Social, rebasa por la derecha a la piedra filosofal: hay que trabajar, “uno puede vivir en una choza; se puede dejar de estudiar, pero no se puede dejar de comer”.

Dos días trabajaron senadores y diputados en sesión extraordinaria. Aprobaron 13 de 16 iniciativas acordadas en la Permanente. La sombra que pasa.

 
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