Usted está aquí: domingo 15 de junio de 2008 Capital Verde que te quiero verde

Ángeles González Gamio
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Verde que te quiero verde

A los mexicanos nos gustan el verdor de las plantas y el colorido de las flores; baste ver que en todo sitio las venden: en los mercados, tianguis y modernos supermercados y hasta en la vivienda más humilde hay botes con plantas. Los cronistas extranjeros mencionaban con admiración, que en las azoteas planas de las casas de la ciudad de México, las personas tenían jardines y subían muebles para sentarse a tomar chocolate y disfrutar la vista de esa bella y señorial ciudad, rodeada de montañas, lagos y volcanes coronados de nieve.

Ahora la Autoridad del Centro Histórico que encabeza Alejandra Moreno Toscano, ha impulsado la creación de jardines verticales y huertos familiares en cualquier espacio, sea la azotea, patio, balcón o azotehuela. Poniendo el ejemplo, en la entrada de la soberbia casona que ocupa, recientemente restaurada, que se encuentra justo enfrente del Templo Mayor, tiene un pequeño espacio, en donde en recipientes de materiales reciclables; trozos de llantas, bolsas de plástico y huacales, tiene todo un huerto con jitomates, chiles, perejil, coliflor, habas, moras, tomates, granadas, apio, té limón, tomillo, rabanos, betabeles, lechugas y varias plantas más.

En un callejón en forma de escuadra con entrada por la avenida Cinco de Mayo y la calle de Palma, antiguamente llamado Callejón de la Olla y de la Cazuela, por haber sido ocupado por fondas, misma vocación que conserva hasta la fecha, se creó en el muro lateral de un estacionamiento un hermoso jardín vertical, que nos evoca los jardines colgantes de Babilonia. El prodigio ecológico conlleva todo un trabajo previo bastante complicado, que realizó Ricardo Jaral y que culminó con un auténtico vergel con diseños artísticos, entre los que destaca una serpiente de inspiración prehispánica. Las plantas que lo cubren artísticamente son 10 especies de suculentas, entre otras: cola de borrego, uña de gato, dedo moro y magueyitos.

En todo el callejón hay fonditas con mesas al aire libre, forradas con limpios manteles verdes y blancos y macetones con flores, lo que permite saborear unos buenos tacos, comida china, antojitos, un mole con tortillas recién hechas en un gran comal a la vista y admirar el jardín vertical, toda una novedad que esperemos sea exitosa, pues es una imagen encantadora.

En la entrada del callejón del lado de Cinco de Mayo, se encuentra el café de chinos El Popular, que hace honor a su nombre con comida abundante y económica y buen pan para llevar. En el otro extremo, en la esquina con la calle de Palma, está el bar La Montañesa, antigua cantina de tradición, con barra y lambrines de madera y muy buena botana que prepara la simpática mayora Tere. Les paso el menú de antier: barbacoa y su consomé, callos a la madrileña, tortas de papa y cochinita pibil, ¿se puede pedir más?

Este callejon ahora llamado pomposamente Cerrada de Cinco de Mayo, data de la época en que la ahora amplia avenida que conmemora la batalla que ganamos a los franceses, era un callecilla que abrió Hernán Cortés en su gigantesca mansión, conocida como las Casas Viejas, porque ocupaba el predio donde estuvo el palacio de Axayácatl, padre del emperador Moctezuma.

El sitio se conocía como callejón del Arquillo, debido al ingreso bajo un arco de piedra y después como Alcaicería, por las tiendas que lo ocupaban. A raíz de la expropiación de los bienes religiosos, con el propósito de mutilar el convento de Santa Clara y el de la Profesa que tenía el famoso Oratorio de San Felipe Neri, se decidió extender el callejón y ampliarlo, destruyendo ambas construcciones, de las que sólo se salvaron los templos. Llegaba hasta la calle de Vergara, hoy Bolívar, sitio en donde se construyó el Teatro Nacional, con un bello diseño del arquitecto Lorenzo de la Hidalga, mismo que fue destruido por Porfirio Díaz para extender nuevamente la vía y que desembocara en el flamante Palacio de Bellas Artes.

 
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