Usted está aquí: miércoles 11 de junio de 2008 Política Violencia

Arnoldo Kraus

Violencia

¿Qué se entiende hoy por violencia?

Maniatado por las imposibilidades de la ética, por el ascenso de la violencia, sobrepasado racionalmente por sus nuevas formas y azorado porque su vigencia se ha convertido casi en costumbre, me refugio en una serie de ideas.

¿Qué se entiende hoy por violencia? ¿Lo que dicen los diccionarios? Violento: “Que está fuera de su natural estado, situación o modo. 2. Que obra con ímpetu y fuerza. 3. Que se hace contra el gusto de uno mismo, por ciertos respetos y consideraciones. 4. Que se ejecuta contra el modo regular o fuera de razón y justicia” (y siguen más definiciones).

¿Qué se entiende hoy por violencia? ¿Lo que se lee en los titulares de un solo día, de un solo periódico? “La cifra de muertos por el ciclón Nargis se eleva a 22 mil 500. La Junta Militar birmana pone trabas a la ayuda internacional”; “un soldado clavó un cuchillo en la barca hinchable. Murieron 33 subsaharianos”; “los soldados roban a los muertos”; “8 mil evacuados por la erupción de un volcán en Chile”; “matanza en Guerrero; 17 muertos en la cacería de decenas de sicarios contra un ganadero mexicano”; “la policía identifica a 55 mil militantes y 65 grupos neofascistas en Italia. Detenidos tres ultraderechistas de Verona por matar a un hombre por un cigarrillo”.

¿Qué se entiende hoy por violencia? ¿Lo que se leyó en los periódicos, pero que casi se olvidó? La violencia contra las mujeres, la infundibulación como realidad en África, las decapitaciones, las pruebas farmacológicas que efectúan laboratorios estadunidenses en África no siempre enmarcadas en códigos éticos, el asesinato en China de presos con el fin de vender sus órganos dentro de la nueva modalidad globalizadora del “turismo de órganos”, y… un largísimo etcétera.

¿Qué se entiende hoy por violencia? ¿Lo que dicen los grandes pensadores? “Aristóteles distinguía –copio del Diccionario de filosofía, de José Ferrater Mora– entre los movimientos naturales y los movimientos violentos. Cuando una piedra se desprende de un tejado y cae al suelo, el movimiento de la piedra es natural: va ‘hacia abajo’. Cuando se quema un montón de hojas y el humo asciende, el movimiento es natural: va hacia arriba. En cambio, cuando se arroja una piedra con la mano, el movimiento de la piedra es violento. En los movimientos naturales las cosas tienden a ocupar los ‘lugares’ que les corresponden, y que son llamados por ellos ‘naturales’.”

¿Qué se entiende hoy por violencia? ¿Lo que sugieren algunos economistas como Max Weber cuando afirma la necesidad de un Estado como referente obligado para la sociedad? El Estado es necesario, decía Weber, para ejercer “el monopolio de la violencia legítima”. ¿O lo que piensan, en acordes similares, sociólogos, como José Luis Aranguren? “Una historia implacablemente realista –explica Aranguren– muestra o parece mostrar que la violencia se halla en el origen mismo del poder del Estado, que es inseparable de él. ¿En qué se diferencian ‘violencia’ y ‘poder’? En el comienzo, en la implantación de todo Régimen, el poder es pura y simplemente violencia.” ¿O lo que profesaba, con razón, Mahatma Gandhi: “La violencia es el miedo a los ideales de los demás”?

Para redondear las ideas previas, expongo las diferencias entre calamidad y catástrofe, de acuerdo con Ernesto Garzón Valdés, abogado y filósofo: “Calamidad: desgracia, desastre o miseria que resulta de acciones humanas intencionales… excluyo los casos que pueden caer bajo la denominación general de la ‘mala suerte’ individual o colectiva o que son la consecuencia de actos voluntarios no intencionales. Catástrofe: desgracia, desastre o miseria provocados por causas naturales que escapan al control humano”.

¿Qué se entiende hoy por violencia? La suma de las reflexiones previas propone, desde la imparable realidad, y desde el pensamiento, un entramado plural de las inefables y de las nuevas caras de la violencia. Si se entretejen las ideas previas el telar es desolador, tanto por lo que expresan como por la escasez de ideas antagónicas o fuerzas que detengan la violencia. Los conceptos del diccionario demuestran los límites del lenguaje: acoplar las palabras a las nuevas realidades de la violencia parece ser tarea imposible.

Es comprensible, al menos en mi caso, sentirse rebasado y desesperanzado ante las inflexiones de la brutalidad. Salvo por normalidad de las catástrofes producidas por la naturaleza, o por los inevitables golpes de las piedras aristotélicas, es muy difícil explicar las caras de la espiral de la violencia contemporánea.

En Vida y destino, Vasili Grossman escribió: “La vida se extingue allí donde existe el empeño de borrar las diferencias y las particularidades por la vía de la violencia”. Grossman, por supuesto, tiene razón: la violencia no aherroja ni a la razón, ni a la reflexión; todo lo contrario: las nutre. ¿Qué hacer con esa información?

 
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