Usted está aquí: miércoles 4 de junio de 2008 Opinión El Estado laico y su bienqueriente

Carlos Martínez García

El Estado laico y su bienqueriente

Es infatigable en su crítica al conservadurismo de la derecha. El reciente libro de Carlos Monsiváis, El Estado laico y sus malquerientes (Debate-UNAM), concentra en sus páginas la batalla histórica, cultural, semántica, moral y política que ha sostenido el escritor en su fructífera trayectoria contra los afanes de los nostálgicos del control de la vida pública por parte de la Iglesia católica.

La novedad bibliográfica de Monsiváis debe ser leída junto con un volumen que le antecede, Las herencias ocultas de la reforma liberal del siglo XIX (Debate, 2006). En este último, su autor “reúne crónicas históricas sobre algunos de los liberales más notables (y radicales) de México en el siglo XIX”. La suya es una revaloración de reivindicaciones vividas cotidianamente en la nación contemporánea, pero cuyo conocimiento de sus orígenes históricos se ha ido diluyendo en la generalidad de la ciudadanía. Tanto por sus resultados como por las desiguales condiciones en que los liberales enfrentaron el autoritarismo político/eclesial católico, esa generación debe tenerse presente como parteaguas de una sociedad que se negaba a permanecer en el oscurantismo tutelado por el integrismo conservador.

La copiosa y admirable producción intelectual de Carlos Monsiváis es polifacética. Pretender abarcarla exige un nutrido grupo de investigadores conformado por especialistas en distintas materias como las del ancho abanico de intereses evidenciados en el corpus monsivaisiano. Tal vez la mayoría de lectores, y/o estudiosos de su vasta obra, le tengan presente como cuasi omnipresente cronista de la cultura popular y de los movimientos sociales a partir de 1968. Quizás a la par de los temas anteriores, Monsiváis ha dedicado páginas y páginas a dar cuenta de la diversificación de la sociedad mexicana en todos los terrenos. De la misma manera su lid ha estado del lado de la tolerancia, los derechos de las minorías, y una constante disección de los mecanismos conservadores que combaten a una y a otros.

La argumentación a favor del Estado laico, y en consecuencia los intentos regresivos de sus malquerientes, son motivos constantes en los trabajos y los días de Monsiváis. En los tópicos hay componentes de convicciones intelectuales, pero también realidades vividas que desde muy joven lo conformaron en un liberalismo acendrado. Al referirse a las convicciones de su adolescencia, dice Carlos en su Autobiografía de 1966: “Mi protestantismo duplicaba mi juarismo. Las leyes de Reforma independizaban a la sociedad mexicana de un clero al que jacobina y calvinista y justamente atribuía muy buena parte de los grandes males del país”.

En El Estado laico y sus malquerientes es demoledora la crítica al clericalismo que pretende el sometimiento a la cúpula eclesiástica católica y sus puntos de vista que se proclaman con derecho a tutelar moralmente a una sociedad que hace mucho se independizó éticamente de la Mater et magistra. Es puntual en la obra el seguimiento a los despropósitos de obispos, arzobispos y cardenales que convenientemente olvidan la diversidad social y aspiran a uncir al conjunto de los mexicanos a una visión de la realidad excluyente de quienes disienten de las aspiraciones clericales a gobernar mentes y corazones en pleno siglo XXI.

Carlos Monsiváis también exhibe los dichos y hechos de políticos, sobre todo del Partido Acción Nacional, que desde el arribo al poder en el sexenio de Vicente Fox y en lo que va del periodo de Felipe Calderón se han significado por privilegiar las pretensiones de la casta dirigente católica. En lo esencial, esas pretensiones han sido frenadas por una sociedad civil que tiene internalizados concepciones producto de la independencia ética gestada al amparo del Estado laico. En este sentido, tiene razón Carlos Monsiváis cuando hace notar que el conservadurismo foxista/calderonista, acompañado en la aventura por el clericalismo católico más intolerante de conspicuos purpurados, ha perdido sin ambages todas las batallas culturales por acotar o disminuir la pluralidad ideológica y conductual de la sociedad mexicana.

El Estado laico en México ha significado un alto a las pretensiones hegemónicas de la Iglesia católica y garantía para las minorías cuyas creencias y prácticas distintas han podido asentarse e iniciar un largo proceso de visibilización social ante quienes les niegan sus derechos y señalan su perversidad al apartarse de las enseñanzas clericales. Monsiváis lo sintetiza acertadamente al recordar que “pensamos en generalidades, pero vivimos en el detalle”, como afirmó Alfred North Whitehead. “El laicismo es la generalidad que, en principio, permite acercarse al detalle del modo más libre posible, y por eso la nación en la globalidad, multirreligiosa, diversa, tolerante, sólo puede ser laica.”

En tiempos del conservadurismo panista gubernamental recalcitrante, y sus reiterados intentos por revertir el fondo común de garantías para todos que representa la vigencia del Estado laico, es de agradecer el ejercicio lúcido de Carlos Monsiváis en una obra que evidencia la cruzada de los malquerientes de la sociedad crecientemente informada, tolerante y diversa.

 
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