Usted está aquí: lunes 2 de junio de 2008 Opinión El Cid, triunfador en San Isidro

TOROS

José Cueli

El Cid, triunfador en San Isidro

El Cid se llama el toreo en la actualidad. Gala y orgullo de la Sevilla que acarician las ondas del río Guadalquivir. El Cid, en su segunda actuación en la feria de San Isidro que finalizaba, estuvo sensacional. No venía a ver si triunfaba, vino a triunfar. Le pudo a los Victorinos el torero de Salteras y salió triunfador de Las Ventas, dejando muy atrás a las figuras. Vienen en esta semana las corridas de aniversario del coso y la presentación de José Tomás y del mexicano Joselito Adame el próximo sábado, ¡vaya paquete para Joselito!

Apareció el toro en los finales de la feria, lo mismo, los de Palha portugueses que los Victorinos. Uno de los toros de Palha era fuerza incontrolada de la naturaleza, encastado y noble y mereció la vuelta al ruedo. Los Victorinos y los de Palha, difíciles, le dieron la emoción y el interés a los festejos cuando en el ruedo estaba el toro. Con dos de ellos, El Cid cerró su paso por Madrid triunfalmente, gracias al juego de la cintura asombrosa que ritmaba al paso del toro. En especial con el sexto toro; el pase natural cargando la suerte, quieto, ligado y templando a la embestida del toro en circular delirio brotaba del juego de muñecas de la muleta y capote prodigiosos.

Centrado toro y torero en el centro del redondel, el toro era una llama que se revolvía en torno a la figura del torero. El cuerpo estremecido, la cara desfigurada y un pie lastimado, El Cid huía fuera del “yo” a una región desconocida que lo encendía aún más. Un temblor de palmas bajaba del tendido y recorría el ruedo.

No contento, vinieron los derechazos que el toro no aceptaba, tirando cornadas y revolviéndose en corto, El Cid en la distancia justa lo obligó a base de traerlo toreado, cruzado y cargarle la suerte y rematar atrás de la cadera. Otra cosa que el moderno toreo de los pagapases. La estocada vino después de un pinchazo y todo quedó en una oreja cuando la plaza era un clamor. El Cid barrió al resto de la torería en la feria de San Isidro, la más importante del mundo. No es un torero elegante, no tiene pellizco, más su toreo de verdad, emociona hasta el delirio.

 
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