Usted está aquí: martes 27 de mayo de 2008 Opinión “Surrealismo” en el MAM

Teresa del Conde/ I

“Surrealismo” en el MAM

El museo que vino a ser “la casa” de Remedios Varo (palabras de Walter Gruen en 1993) la conmemora con una exposición que reúne el legado Gruen-Varsoviano establecido en memoria de su hija Isabel, al que se añadieron obras de otras colecciones.

La pintora no falla en atraer numeroso público, los especialistas se topan con fans, con turistas de diferentes latitudes, con adolescentes.

Uno de éstos, alumno del Colegio Madrid, expresó su abierta fascinación por la obra de la pintora y su deseo de visitar la exposición –que ya conocía en buena parte– no una sino varias veces.

¿Qué es lo que más te llama la atención?, “sus arquitecturas y su filosofía” ¿y cual sería el meollo de su filosofía?, “hacer visibles sus temas de manera que todo el que se acerque a las pinturas  los entiende, y hacerlo de la mejor manera posible”. ¿Cuál sería esa mejor manera?, “clásica, como la de los pintores del Renacimiento. Cuidada, precisa hasta en los mínimos detalles, armoniosa”.

Cerca, un pintor y grabador que se ha vuelto teórico cotejaba conmigo los procedimientos consabidos que Remedios Varo utilizó para fondear y retocar buen número de sus composiciones: frotagge, aribuido a Max Ernst ca. 1925, decalcomanía (predilecta de Óscar Domínguez), grattage, muy propia de Esteban Francés y de la propia Varo.

Ella no los utilizó para lograr “efectos automáticos”, todo lo contrario: en combinación le resultaron providenciales para representar las fluorescencias botánicas en bosques o para lograr efectos que se reiteran, técnicas espléndidamente explicitadas en la pintura Geólogo mutante (1961), que hasta donde recuerdo había sido subastada más de una vez en Nueva York, aunque sí se exhibió en la exposición de 1994 en el mismo museo, gracias a las pesquisas de Walter Gruen y Ricardo Ovalle.

Los procedimientos líneas atrás referidos, que la mitología surrealista ha atribuido a supuestos descubridores (claro que lo fueron en muchos sentidos), en realidad son procedimientos gráficos que existían desde que el grabado se instituyó en disciplina con valor propio, a partir de Durero, pongamos por caso, a Leonardo da Vinci desde el punto de vista conceptual.

Además de otras obras que poco se habían visto en anteriores exposiciones, volvió a exhibirse una que por volumétrica resulta única: De homo rodans (1959), realizada a partir de huesos de pollo y exhibida siempre, al igual que El genio de la especie, de Wolfgang Paalen, bajo una campana de cristal.

Se acompañó del texto de su autora acerca de esta pieza que resume sempinternas inquietudes suyas, como la antropología, la arqueología (la de la mente también) y la del desplazamiento.

Otra pieza sorpresiva es la que la representó en la exhibición surrealista de 1940 en la Galería de Arte Mexicano: Recuerdo de la walkyria, también titulada Hiedra aprisionada o Hiedra salvaje (1938), cuyo paradero se desconocía.

El simposio efectuado el jueves y viernes de la semana pasada trajo como invitadas de lujo a dos autoridades en la materia: Janet Kaplan y Dawn Ades, así como al omnipresente Salomón Greenberg, quien recientemente estuvo entre nosotros en el contexto de Frida Kahlo.

Desde mi punto de vista  quizá hubiera resultado más acertado convocar a Peter Engel, porque su enfoque, “Science Into Art”, trajo consigo en The New York Academy of Sciences (1986) la elucidación de importantes cuestiones respecto de los estudios que se han hecho sobre Varo.

La curaduría de la muestra y lo medular en la organización del simposio correspondió a Tere Arcq. La abundante asistencia suscitó preguntas y comentarios del público, entre quienes estaba Raquel Tibol, otra destacada especialista, quien hizo notar al ponente Alberto Blanco, autor de la que quizá fue la más hermosa y emotiva participación, la diferencia entre el último dibujo realizado por la artista (Colección Museo de Arte Moderno, legado Gruen-Varsoviano) y el dibujo anticipatorio a este postrer trabajo.

Por más que tanto Blanco como yo cotejamos, mediante fotografía, la “presencia” que según decir de Tibol acompaña al músico del bosque en el primer trabajo de la pintora surrealista, ésta se nos escabulló. Tal vez sucede que no nos fue revelada.

 
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