Usted está aquí: martes 27 de mayo de 2008 Opinión Aprender a morir

Aprender a morir

Hernán González G.
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■ Paradojas de los paradigmas

Escribe Bruno Barnetti: “comparto con usted y sus lectores algunas asociaciones que vinieron a mi mente mientras disfrutaba de la lectura de su texto ‘Maternidad, paradigma a revisar’, del 13 de mayo pasado.

“1. Hubiera sido de suma utilidad para sus asiduos lectores, como yo, conocer la fuente en la que ese García Luna vomitó semejante ‘fascisfrase’.

“2. Por otra parte confieso que siempre me ha impresionado la magia de los números, pero me pregunto: ¿cuántos son 6 mil 700 millones de personas?, ¿muchas?, ¿pocas?, ¿suficientes? ¿Cuándo un criterio cuantitativo, mejor dicho estadístico, debe convertirse en una ética de comportamiento?

“3. ¿Debemos hacer ‘un cuestionamiento de valores históricamente aceptados’ y lanzarnos en una campaña que ponga a la humanidad en tasa cero de crecimiento, de la misma forma que pretende acabarse con el mal de una supuesta delincuencia a la que, según dicen expertos estadunidenses, es necesario aplicarles la tolerancia cero?

“4. Duda. ¿Uso de la noción de paradigma ‘originalmente en las ciencias exactas’? El uso se remonta a Platón y Aristóteles aunque no lo usaron en el mismo sentido. Para Platón el paradigma es el recurso con el que explica la existencia de dos mundos: el mundo de los seres eternos (que son el paradigma, el modelo) del otro mundo, y el de los seres sensibles, que se constituyen en imagen de los primeros.

“Para Aristóteles el paradigma no tiene el sentido de modelo sino el de ejemplo, pero con sus limitaciones, porque en este ejercicio de pensamiento siempre se trata de una inducción; es decir, el ejemplo (el paradigma) parte de lo particular para llegar a lo particular sin pasar por lo universal. ¿Y entonces la maternidad?”, concluye Barnetti.

Por su parte, una maestra de Jalisco que prefiere conservar su trabajo a dar su nombre hace el siguiente señalamiento al tabernario gobernador de dicho estado: “Tal vez por su afición a las bebidas espirituosas, más que a lecturas de carácter espiritual y de gramática, Emilio González Márquez, el gober rijoso, en su insustentada mentada empleó doblemente mal el idioma: primero para insultar a la inteligencia de quienes reprobamos su clericalismo irresponsable y luego para exhibir su ignorancia de la sintaxis. Si empleó el plural ‘chinguen’ debió continuar a ‘sus madres’ y no en singular ‘a su madre’, como lo dijo. Incluso las mentadas exigen concordancia”.

 
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