Usted está aquí: viernes 23 de mayo de 2008 Opinión Penultimátum

Penultimátum

■ Redición urgente

Hace 13 años, Octavio Paz le escribió a don Napoleón Rodríguez una carta en la que se refiere a la obra Ireneo Paz: letra y espada liberal, escrita por el maestro Rodríguez y publicada finalmente en 2002 por la editorial Fontamara. Entre otras cosas, el poeta le dice que:

“(Ésta) es una obra meritoria por más de un concepto: por la novedad de un asunto que apenas si ha sido estudiado, por la rareza de las fuentes bibliográficas y la dificultad de llegar a ellas… (Este) estudio nos acerca a una personalidad que me parece, más allá de vínculos familiares, emblemática de las ideas, las ilusiones, la sensibilidad y las decepciones de la generación liberal… generación que apareció en la vida pública de México inmediatamente después de la de Juárez. Aquellos jóvenes se enfrentaron, primero, a la Intervención Francesa y al Imperio; en seguida, casi sin respiro, participaron en las amargas luchas que siguieron al triunfo republicano, casi todos al lado del joven y brillante caudillo liberal Porfirio Díaz; más tarde, durante los largos años del gobierno de Díaz, vieron el desvanecimiento de sus ideales de juventud y cómo a la ideología liberal ‘pura’ sucedía la tendencia llamada ‘científica’ (hoy diríamos tecnocrática) inspirada en el positivismo y en el darwinismo social. Nacidos como una escisión juvenil del liberalismo de Juárez y Lerdo de Tejada, con ellos se extingue una familia política e intelectual en la que se aliaba el sentimentalismo girondino a las veleidades jacobinas, el romanticismo exaltado al realismo costumbrista, la nostalgia del mundo indígena a la fascinación por la modernidad, Walter Scott a Benito Pérez Galdós.

“Mi abuelo fue periodista y político, novelista y autor de comedias y sainetes, poeta y humorista. Sus novelas Amor y suplicio y Doña Marina o La piedra del sacrificio (un título que prefigura otro de Carlos Pellicer) inauguran en nuestras letras, si no me equivoco, el género ‘indigenista’. Sus memorias, ‘Algunas campañas’, todavía pueden leerse con interés: son un documento histórico que posee una tensión novelesca. Creo que algunos de sus sonetos satíricos figuran entre los mejores del siglo XIX, en la tradición de Quevedo y Torres Villaroel.

“(Este) esbozo… (Es) un primer paso hacia el conocimiento de una vida y de una obra que son parte de la historia mexicana…”

Apenas unos cuantos saben del libro referido y de su autor, don Napoleón Rodríguez, especialista en el siglo XIX mexicano y coleccionista de escritos de esa época. Hubo oportunidad de conocerlo y escucharlo gracias a la serie que con motivo del décimo aniversario de la muerte de nuestro premio Nobel dirigió para Televisa el escritor Javier Aranda Luna. Virtualmente imposible de conseguir, hoy resulta más que indispensable reditar Ireneo Paz: letra y espada liberal.

 
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