Usted está aquí: martes 20 de mayo de 2008 Opinión Motherwell en La Noria

Teresa del Conde

Motherwell en La Noria

El Museo Dolores Olmedo presenta una escueta, pero representativa exposición de Robert Motherwell, quien dos veces fue objeto de retrospectivas en el país. Museografiada con acierto, consiste en una selección procedente del Walker Art Center, de Minnéapolis, que resume incursiones en diferentes medios, entre otros el collage, con piezas tan relevantes como Histoire d’un peintre, metáfora muy “motherwelliana”. Los trozos de papel están utilizados tanto por su color (tonos claros) y textura como, principalmente, por los datos que contienen, propios de un pintor para quien el feeling del momento iba de la mano con el razonamiento estético y sus continuas rememoraciones poéticas. Basta poner atención en la distribución que guardan, regidos por la inclusión de su propia escritura Jour, la maison, nuit la rue (“de día, en casa, de noche, la calle”) tomadas de Paul Eluard. Es de 1956 y entre los pegostes que antepuso, rasgándolos estratégicamente con la mano; hay un pedazo azul de cajetilla de cigarros Gauloises, visible tras el recorte a mano del folleto “réalité et abstraction” alusivo a su quehacer. Fue entonces que escribió sobre “forma y contenido” breve texto en el que analoga la experiencia de la obra artística con el acto amatorio. El párrafo procede de un diario que Robert C. Hobbs publicó en el catálogo de su exposición en Dusseldorf. De ese tiempo existe una fotografía, tomada por su íntimo amigo, el escultor David Smith, en el que posa con su tercera mujer, la pintora Helen Frankenthaler. Ambos lucen sonrientes tomando el sol en Provincetown, Massachussets. Algo sucedió después, que menciono porque se relaciona con la suite lírica, (1965) de la que se exhiben varios ejemplares, son tintas “automáticas” no sólo en negro sobre blanco, sino en otros colores, inspiradas en un cuarteto del compositor Alban Berg. Pensaba producir 600 dibujos sobre papel de arroz, no a línea, sino manejando el flujo de las tintas, pero la noticia de la muerte de Smith, a los 59 años, en un accidente automovilístico cerca de Vermont, lo conmocionó a tal grado que el proyecto abortó. Más tarde, en el crudo invierno de 1970, lamentaría por escrito el suicidio de otro de sus amigos: Mark Rothko.

Dependiendo lo que entendamos por “concepto”, los collages de Motherwell son conceptuales; aluden con frecuencia a una situación mental que irrumpe en su conciencia, “una armoniosa colisión”, acostumbraba decir. A su entrevistador Bryan Robertson le explicó los elementos de una de sus más celebradas piezas en este medio: Pancho Villa dead or alive (MoMA, Nueva York), realizada después de su viaje de 1941 a nuestro país. “Rara vez se observa que la mitad de esta composición (la parte izquierda) es la forma dentro de un catafalco, en la otra mitad la presencia está de pie, su pene rosado es un pene vivo”.

Esa pieza no ha podido obtenerse para las exposiciones mexicanas, debido a su supuesta fragilidad, pero en cambio ahora se exhibe un grabado en metal con aguatinta, bello, contundente, Noche mexicana II (1984). La verdad igual pudo titularse Noche española o Noche siciliana, igual que otra pieza del mismo año en idéntica técnica se titula La casa de la Mancha.

Los títulos rinden homenajes memoriosos a atmósferas de sus países predilectos, mientras que entre las 19 litografías sobre el color negro del poema A la pintura, de Rafael Alberti, hay una que reitera la composición básica de las Elegías a la República española. De éstas, iniciadas en 1941, se exhibe la  167, efectuada en 1985. No es la última, la 172 “con sangre” de 1989 pudo verse en el museo Tamayo durante la exposición La puerta abierta, inaugurada en septiembre de 1991 a semanas de la muerte del artista, ocurrida el 16 de julio de ese año.

Es lugar común insistir en que los colores de Motherwell se vieron influidos por los mercados mexicanos y lo digo porque igual podría decirse de Clifford Still o de Kurt Schwitters, con quien Motherwell presenta analogías, aunque los collages del alemán son más saturados en cuanto a elementos formales. Lo cierto es que aquel viaje a México fue para el filósofo artista un parteaguas respecto de su vocación de pintor. Octavio Paz, por supuesto, también está presente en libro de artista.

 
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