Usted está aquí: jueves 15 de mayo de 2008 Opinión Las reglas del buen vivir en la sociedad moderna

Olga Harmony

Las reglas del buen vivir en la sociedad moderna

El dramaturgo francés Jean-Luc Lagarce (1957-1995) es considerado en Francia un clásico del siglo XX, tanto que el 2007 fue proclamado, por el cincuentenario de su nacimiento, “El año Lagarce” (lo que ocurrió también en Portugal y Argentina) con una serie de actos, mesas redondas y escenificaciones de sus obras. Entre nosotros es casi un desconocido, a no ser por los montajes de Germán Castillo de Estaba yo en casa y esperaba que lloviera en 1994 y ésta que me ocupa ahora, basada en el Manual de las buenas maneras de la decimonónica baronesa Blanche Staffe, que es un documento, en reimpresiones contemporá-neas a partir de 1889 en que se dio a conocer, que ilustra los modos de las clases altas en la llamada Bella Época. Como feroz crítico de la burguesía francesa, el autor homosexual confeso y muerto por el sida, pero formado en una familia de obreros calvinistas, que le hicieron odiar las limitaciones vitales que su educación le imponía, muestra un irónico subtexto que se cuela por los resquicios de la conferencia que la Dama dicta y que aleja su texto de lo que planteó la buena baronesa. Ignoro si la traspolación a otros años (posiblemente los de la tercera década del siglo pasado, a juzgar por el traje de la conferencista y por las letras art decó del atril en donde se muestra el título de la charla) es del autor o del director escénico, pero muchos de los consejos que se dan pueden tener vigencia para la alta burguesía, incluso la mexicana, sometida todavía a normas, quizás no tan extremas, pero que muestran el horrible vacío vital de una clase fincada en el dinero y en las relaciones entre sus miembros, omisa a toda otra realidad.

En Las reglas del buen vivir en la sociedad moderna la Dama muestra lo que se debe hacer y cómo vestir, en todo momento, desde el nacimiento hasta la muerte, y desde luego el funeral, y la posible viudez de la mujer “bien nacida”, a quiénes se debe invitar en las circunstancias cumbres como padrinos de bautizo o boda, haciendo hincapié en buscar a gente adinerada para los contratos, “porque de eso se trata y no hay otra palabra”, como exclama en cada caso, con lo que evidencia el trasfondo encubierto por las buenas maneras. Asimismo, la reiteración de la frase “lo que puede suceder” ante el fallo de alguna de las situaciones. Desde luego los mediocres –entiéndase los que no tienen medios de fortuna– deben ser excluidos, es más, se dice con rabia, “un hombre mediocre se debe abstener de ser lo que sea”, y los amigos que comparten todos esos momentos deben ser del mismo círculo social. De convención en convención –y no se duda de que esto también se aplique a miembros de “nuestra buena sociedad”– transcurren estas vidas que ya perdieron todo sentido, con la elección de padrinos de bautizo que sean jóvenes y ricos, para que puedan apoyar al niño y no quienes se comprometan a darles una educación cristiana como se pide después del exorcismo o la boda por la iglesia ya no sea un sacramento, sino una posibilidad de boato y futuro bienestar.

Germán Castillo dirige e ilumina y crea un espacio en que sobresale el escritorio que ocupará la Dama, casi todo el tiempo sentada y con mínimos movimientos en muy pocos momentos del unipersonal, por lo que toda la intencionalidad estará dada por la capacidad actoral de las tres actrices (Pilar Boliver, o Bárbara Eibenschutz o Ana María González) que alternarán, una cada mes, en el papel de la Dama. Estrenó, en bienvenido retorno al teatro, Ana María González que matiza, desde el seco señorío de la ponente, hasta los hilarantes momentos de la marcha nupcial, o los subrayados que son el subtexto de la crítica, haciendo gala de una gran gestualidad, entonaciones de voz y su bello manejo de las manos. Esto se debe tanto a la actriz, como al inteligente trabajo del director y ya veremos cómo imposta cada una de las sucesivas actrices a su personaje en este difícil y logrado montaje que se complementa con la musicalización de Rodrigo Castillo/ 3 Cuno Producciones.

 
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