Usted está aquí: miércoles 14 de mayo de 2008 Sociedad y Justicia Para que los guardaespaldas porten armas existen el trámite “derecho y el otro”, dicen

■ La primera opción es recurrir a la Sedena para solicitar el permiso, explican

Para que los guardaespaldas porten armas existen el trámite “derecho y el otro”, dicen

■ “Tener pistola conlleva riesgos, porque puedes sentirte muy fregón y ocasionar accidentes”

Carolina Gómez M./ii y última

Ampliar la imagen En imagen de archivo, escoltas retiran a manifestantes afuera de un hotel En imagen de archivo, escoltas retiran a manifestantes afuera de un hotel Foto: Luis Humberto González

La mayoría de quienes contratan los servicios de un guardaespaldas piensan que no es del todo efectivo si no cuenta con un arma, lo consideran un binomio inseparable, por lo que algunos patrones recurren a diversas argucias para lograr el permiso de portación, pero, sobre todo, que sea lo más barato posible. Es así como se toman caminos “un poco más torcidos, pero a todas luces más económicos”, señalaron escoltas entrevistados, quienes narraron que están la forma “totalmente derecha, y la otra”.

La primera es ante la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), con la cual “todo es derecho, y eso cuesta porque hay que pagar una cuota anual y esa misma instancia proporciona la pistola”, que debe estar inscrita en el Registro Federal de Armas. La otra vía es “que te den de alta en la policía auxiliar, te metan a un curso básico de una semana y te dan el alta; luego te otorgan la portación, claro, después de pagar una cantidad”.

Sin embargo, no todo acaba ahí, pues “a los patrones les piden una renta mensual, que hasta hace poco era de mil pesos por cada arma que te proporcionan”.

Añadieron que esta práctica es mucho más frecuente en el estado de México, donde las cuotas son de “10 a 12 mil pesos, y a veces se piden pagos por cerca de 20 mil, pero el problema con estas armas es que no sabes si tienen dos o tres difuntos encima, y por lo que sabemos esto es un negocio de los mandos de estas corporaciones, pero los patrones no te dicen mucho sobre eso”, indicó Carlos.

Cuando el trámite es ante la Sedena, sostuvo Ignacio, “nos realizan exámenes sicométricos, de dopaje y revisan que no tengamos antecedentes penales”. Agregó que como el permiso es personal “podemos portar el arma en cualquier lugar, incluso si vas a un estado, y generalmente nos dan calibre .380, el permitido para civiles”.

Carlos precisó que “conlleva riesgos portar pistola, es un arma de dos filos, pues puedes sentirte muy fregón, con el valor y la autoridad de amedrentar, y si por algún percance te calientas demasiado pueden pasar accidentes. Sé de compañeros que con su pistola se sienten Supermán, y luego pasan accidentes como el de Viaducto, donde un escolta disparó a un civil por un incidente automovilístico”.

En torno a esto último, César indicó que para prevenir estas situaciones “nos dan cursos de sicología, porque es fácil dejarse llevar por el poder”, y acotó que otro aspecto que ha hecho de la imagen del escolta un cliché son los aditamentos que por lo general utilizan, que consisten en radios, pistolas, celular, bastón, micrófonos y sobaquera para guardar el arma, pero sobre todo es indispensable utilizar lentes oscuros. En relación con esto, César precisa: “no es por mamonería, sino porque puedes mirar a los demás a los ojos o estudiar sus movimientos sin que ellos se percaten”.

Señaló que en el caso del arma, lo primordial es “no enseñarla, porque el eventual agresor sabrá que va a todo porque estás armado. Además, en cierta forma le das ventaja, porque el maleante tiene todas las opciones, tiempo, dinero y la gente; tú, sólo el factor sorpresa”.

Sueldo mínimo

A veces las cosas no salen bien y sobrevienen los accidentes laborales, que en estos casos pueden ser mortales porque implican el uso de armas de fuego. La gravedad contrasta muchas veces con la seguridad social que reciben.

Respecto de la atención médica, Esteban platicó que pese a que también hay gran cantidad de patrones afables entre los empresarios, y algunos dan compensaciones para Navidad y Año Nuevo, en lo que casi todos se unifican es en que si llegan a inscribirlos en el IMSS los registran con el “sueldo mínimo”, lo cual, aunque es “ganancia, porque la mayor parte de los escoltas no tiene esa prestación”, redunda en el monto de la incapacidad.

“A mí me operaron y con el sueldo que me tenían registrado la incapacidad del mes fue apenas de 800 pesos; pero esto no sucede cuando trabajas para funcionarios de importantes empresas, sobre todo bancarias o de alimentos, porque en ellas perteneces a su plantilla laboral.”

Ignacio también tuvo una mala experiencia relacionada con un accidente laboral. Él, aunque contaba con la prestación, no pudo disfrutar de todos los días de licencia otorgados por el IMSS porque uno de sus patrones puso en duda la gravedad de su lesión y le advirtió que si no retornaba pronto sería despedido. Ignacio no tuvo opción: “me corté el yeso y me presenté a trabajar”.

El glamur expresado en la versión cinematográfica sobre el trabajo de un guardaespaldas –afirmaron– “casi en nada se asemeja a lo que vives; cierto que puede haber mucho lujo, porque tu patrón es millonario, pero cuando la esposa incluso te manda a comprar las toallas higiénicas, te ordena que laves el coche, que le cargues la mochila al niño, que vayas al súper o que la hagas de mensajero, o cuando tienes que hacer caso omiso de los encuentros entre las hijas y los novios, todo ese encanto se pierde, y no te puedes poner al brinco porque de por medio está tu trabajo”.

 
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