Usted está aquí: jueves 8 de mayo de 2008 Opinión El Foro

El Foro

Carlos Bonfil
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■ El chico

Hoy se inicia el 28 Foro Internacional de la Cineteca, con 14 cintas reunidas esta vez bajo un eje temático denominado Recreaciones de la realidad, con exhibiciones diarias en la Cineteca Nacional hasta el 22 de mayo, y posteriormente en 13 plazas del área metropolitana hasta el 26 de junio, y otras 13 en diversas ciudades del interior del país hasta el 31 de agosto.

Como ya es tradición, el panorama de cintas europeas, estadunidenses y latinoamericanas (con ausencia del cine oriental) tiene como primer tiempo el rescate de una obra clásica silente, por lo general una comedia, con acompañamiento al piano. Esta vez, el turno es para el primer mediometraje (50 minutos) de Charles Chaplin, El chico (The kid, 1921), escrito, dirigido y estelarizado por el cómico inglés, al lado de Edna Purviance y el actor infantil Jackie Coogan.

Por mucho tiempo se habló, en realidad, de un primer largometraje, debido a la extensión enorme del material, filmado durante un año, que pareció interminable a los accionistas de la productora First National, y que luego fue editado hasta obtener su duración actual. Se juzgó, tal vez prudentemente, que la sencillez de la trama no justificaba la proliferación de escenas burlescas en un nuevo tratamiento narrativo que buscaba, en lo básico, el impacto sentimental y el melodrama.

Una madre soltera (Purviance) abandona a su bebé recién nacido en un auto lujoso, en espera de que sus dueños lo rescaten de la miseria. Con gran economía Chaplin resuelve en una escena la actitud y perfil moral del padre del niño. Aparece entonces el vagabundo que descubre al bebé y no acierta a deshacerse de él sin parecer, a su vez, un padre desalmado. Pasan cinco años y el chico se encuentra totalmente aclimatado a las faenas de supervivencia del padre adoptivo.

Lo que sigue es uno de los mayores logros cómicos del autor, con su tradicional equilibrio entre risas, lágrimas, situaciones picarescas y enredos con la policía, que culmina en el retrato de dos personajes marginales que frente a la penuria económica y el rechazo social, se brindan protección mutua.

Al realizar esta película Chaplin había conquistado ya una gran solvencia material, no dependía del capricho de los productores y era libre de experimentar su transición plena de lo burlesco a la comedia sentimental. Esta libertad la mantendría en lo sucesivo y produciría obras tan sólidas como La quimera del oro y Luces de la ciudad. El público conocía y apreciaba el arte cómico de Chaplin, se había familiarizado con sus múltiples desaguisados con la policía y con sus desventuras amorosas. El tramp era una figura de popularidad incuestionable. La idea de presentar a un vagabundo infantil, reflejo malicioso del personaje original, fue recibida con entusiasmo, a lo que contribuyó el talento excepcional del niño Coogan, quien un año después brillaría de nuevo en Oliver Twist, de Frank Lloyd.

Fue tal el goce y experimentación de Chaplin en El chico que se permitió una secuencia onírica poblada por ángeles y demonios, con policías persiguiendo al vagabundo provisto de alas, al igual que otros personajes en la tierra, tanto hombres como mascotas. Un contrapunto jocoso al énfasis sentimental de la trama. El arte de Chaplin en su momento de mayor libertad y delirio creativo.

 
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