Usted está aquí: miércoles 7 de mayo de 2008 Opinión México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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La década perdida, plagio y error

Circula ya el más reciente libro de Carlos Salinas de Gortari, La década perdida, un título igual de plagiado que de errado: lo primero, porque se apropia del término utilizado por la Cepal para resumir los tétricos resultados económicos y sociales de los años 80 en América Latina; lo segundo, porque al inculpar a los gobiernos de Ernesto Zedillo y Vicente Fox y limitar los errores y excesos a ese periodo, la suma de años perdidos da 12 y no diez.

Lo anterior sería lo de menos, si el ex mandatario hubiera presentado un análisis real y serio sobre la concatenación de abusos, excesos, disparates y fracasos no de dos administraciones gubernamentales, la de Zedillo y la de Fox, sino de las cinco que se han pasado la estafeta desde el “último presidente de la Revolución”, como se autodenominó José López Portillo, que han seguido al pie de la letra el mismo manual operativo, con los resultados por todos conocidos y padecidos.

A cambio de eso, el hijo pródigo de Agualeguas, Nuevo León, ofrece una increíble cuan oportunista versión, en la que el único salvador de la patria fue, es y será él mismo. No le falta la razón cuando señala a Zedillo y a Fox como autores de las más oprobiosas barrabasadas, pero pareciera ser que la historia reciente del país comienza con el primero y acaba en el segundo.

En los hechos, sin embargo, esa deleznable pareja no hizo otra cosa que seguir el manual que, a su vez, aplicó el propio CSG durante su estancia formal en Los Pinos y como poder tras el trono durante el sexenio de Miguel de la Madrid. No hay que dejar a un lado que tres tristes presidentes salieron del mismo laboratorio: la Secretaría de Programación y Presupuesto. MMH el primero, Salinas inmediatamente después y Zedillo en tercer lugar. Fox y Calderón no trabajaron allí, pero por los resultados ofrecidos parecen alumnos de aquellos.

Salinas de Gortari fue el indiscutido poder tras el trono en el gris sexenio de Miguel de la Madrid; fue cerebro y ejecutor de la política económica, con sus devastadoras “reformas estructurales” y sus draconianos “ajustes” que hundieron en la pobreza y la miseria a millones de mexicanos, concentraron aún más el ingreso y la riqueza, y hundieron a la economía mexicana en la mediocridad de la que todavía no sale.

La de los años 80, sin duda, fue una década perdida para millones de mexicanos, en particular, y latinoamericanos, en general, pero después de tan dramático periodo lo que se ha hecho, pero especialmente lo que ha dejado de hacerse, no ha resarcido las brutales consecuencias de ese dramático periodo. De hecho, la Cepal documenta “media década perdida adicional –la primera de los años 90–, que acumula tres lustros continuos de caída económica y social para el país y la región. El arranque del siglo XXI no ha sido distinto, por mucho ánimo que los organismos internacionales quieran divulgar.

En fin, con Carlos Salinas de Gortari como poder tras el trono, oficialmente titular de la Secretaría de Programación y Presupuesto, el resultado económico del sexenio de Miguel de la Madrid fue verdaderamente desastroso: 0.34 por ciento de “crecimiento” promedio anual, millones de mexicanos se incorporaron al ejército de pobres, el tipo de cambio peso-dólar se incrementó cerca de 2 mil por ciento, la inflación acumulada fue cercana a 4 mil por ciento, comenzó el desmantelamiento del aparato productivo del Estado, se impulsó una banca paralela favorable a los intereses de especuladores (futuros “banqueros” en el salinato” y la deuda social creció en proporciones dramáticas. Y 20 años después, la situación social no se ha modificado, con una economía inerte.

Mientras Miguel de la Madrid juraba y perjuraba que “no permitiré que el país se me deshaga entre las manos”, Salinas de Gortari actuaba en riguroso sentido contrario en pos de la candidatura presidencial tricolor. Total, tenía a quién pasarle la factura política.

En el sexenio de MMH el “crecimiento” promedio anual fue de 0.34 por ciento, sin duda el más raquítico de los cinco gobiernos de la etapa neoliberal. Atrás de ese balance está Salinas de Gortari, pero si se suman los resultados de esa administración (en la que CSG fue el poder tras el trono) con la del hijo pródigo de Agualeguas en Los Pinos (el segundo periodo de 6 años) los números son igual de famélicos: 2.1 por ciento de promedio anual.

El autor de La década perdida subraya que el Fobaproa benefició a la banca extranjera, lo que si bien no es un señalamiento falso sí es incompleto. Sin duda alguna el caldo de cultivo de la crisis bancaria que reventaría al sistema financiero (en ese entonces) nacional se dio en pleno salinato, con la reprivatización de las llamadas sociedades nacionales de crédito. Más allá de la entrega de las instituciones a sus queridos amigos especuladores bursátiles, los focos rojos que advertían sobre el inminente estallido de la crisis en el sector se encendieron en el tercer trimestre de 1993, y a principios de 1994 ya no eran rojos sino morados. A mediados de este último año la quiebra técnica de la banca reprivatizada era un secreto a voces, no así la de sus voraces propietarios. Nadie metió la mano, hasta que el caos resultó más que obvio. Y allí entró el Fobaproa.

En materia de reservas internacionales, Salinas de Gortari también enfoca las baterías en contra de su sucesor en Los Pinos, pero “olvida” que en el último año de su administración (1994) dichas reservas se desplomaron 76 por ciento (de 25 mil a 6 mil millones de dólares), consecuencia primordialmente de la fuga de capitales de su club de magnates y de la secuencia de eventos políticos (incluidos los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu, más el show de renuncia-retorno de Jorge Carpizo en la Secretaría de Gobernación).

En fin, CSG “olvida” que en 26 años de neoliberalismo el “crecimiento” anual promedio del país ha sido de 2.5 por ciento, una tercera parte de lo que México crecía antes de la década perdida, la de los años 80.

Las rebanadas del pastel

Si de tomaduras de pelo se trata, la novedad es que México ya es una “potencia”, con algunos defectillos pero “potencia” al fin, según generoso calificativo de la comisaria de la Unión Europea para las Relaciones Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, quien de plano se aventó al ruedo.

 
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