Usted está aquí: domingo 27 de abril de 2008 Opinión A la mitad del foro

A la mitad del foro

León García Soler

■ Se juntaron el hambre y la necesidad

Ampliar la imagen Limpieza en la Cámara de Diputados antes del desalojo de la tribuna Limpieza en la Cámara de Diputados antes del desalojo de la tribuna Foto: Francisco Olvera

Muy formalitos, casi solemnes, los senadores de la Junta de Coordinación Política ocuparon sus escaños alternos frente a los sobrios pupitres y acordaron el formato de foros de debate sobre la reforma energética y el calendario correspondiente de dichos foros. Se acabó la toma del Congreso, se diluyeron los miedos timoratos a un golpismo que, de estar en el ánimo de las deshilachadas izquierdas, es golpe de tozudez aferrada al impulso de los errores del adversario, del enemigo, dirían los que temen y los que admiran al émulo contemporáneo de Job.

Se acabó la parálisis. Ya citó Santiago Creel a sesión para mañana lunes. Ya se unieron Carlos Navarrete, Dante Delgado y Alejandro González Yáñez en abrazo coaligado, mientras en San Lázaro hacían limpieza los guardianes del templo y recibían en triunfo a Javier González Garza, quien da lectura al mismo texto que leyó Navarrete en el Senado, pero acompañado de sus propios compañeros de triunvirato. Alejandro Chanona, de Convergencia, y Ricardo Cantú, del PT: “¡Triunfamos!”, proclama el Güero desde la tribuna. “Como dice el refrán, dar tiempo al tiempo”, diría Renato Leduc. En el Zócalo dicen adiós las Nieves y cenizas y resurge el Peje Fénix para iniciar la segunda etapa de su gesta heroica en defensa del petróleo nacionalizado. Los debates programados ilustrarán a los mexicanos y los resultados irán a comisiones, y luego los votarán los senadores y diputados del Congreso de la Unión.

Sepan cuantos... Lo que de todos era sabido. En la iniciativa enviada al Senado por el titular del Poder Ejecutivo hay flagrantes violaciones a lo establecido por la norma constitucional. De eso, ni hablar. Pero la reforma es urgente, vital para la restauración de la gran empresa petrolera nacional y para enfrentar la dura época que inicia, sin despilfarrar los enormes ingresos del petróleo en un mercado al alza que no tiene para cuando cesar. Eso y el hambre que está con nosotros y la hambruna que asoma en el horizonte; con el sobrecalentamiento global y el reblandecimiento cerebral que convoca a sustituir los petrolíferos con etanol hecho del maíz amarillo; quemar alimentos para generar energía que, de todas maneras, contamina. George W. Bush se va. Y viene Barack Obama, el candidato demócrata cuya lucidez demanda apoyo para biocombustibles que no formen parte de la cadena alimentaria.

La digresión es obligada, no desdeña el logro del tiempo que ganaron los del movimiento lopezobradorista que se quedaron sin referentes partidistas, Navarrete dixit. De hecho sin las estructuras de mando que explicaran, sustentaran, las tendencias oligárquicas de todo partido, según Michel. Es obligada porque hay hambre en México y en lugar de una política social de Estado se ha instaurado la caridad vestida de filantropía. Y viene la hambruna. En el imperio vecino la recesión ha sentado sus reales y ya inquieta a los del norte rico, a la Unión Europea, a Rusia, a China y la India, al sureste asiático y a gran parte de los gobiernos de la América nuestra. A nosotros no.

Ahí está el valentón que hace como que gobierna Jalisco y se hinca ante el cardenal Sandoval y todos los mártires de la guerra cristera, para dar dinero del erario como limosna y gritar léperos insultos a los ciudadanos de esta República laica. Nadie da la voz de alarma. No hay gente decente dispuesta a invertir sus centavitos en la producción y exhibición de espots propagandísticos que muestren a este energúmeno hacer ostentación de cinismo y de impune violación de las leyes que juró cumplir y hacer cumplir cuando tomó posesión del cargo de gobernador con la bendición cardenalicia. Si acaso, se cura en salud el panismo, y Germán Martínez, a coro con otros monaguillos, sostiene que es perfectamente legal ese uso del dinero público y se alarman nada más unos cuantos jacobinos trasnochados.

La angelical visión de lo que es o no es una transgresión incluye la denuncia presentada ante el IFE para que ese instituto electoral ponga un cepo al Congreso y como no se trata de fueros religiosos, calle a los legisladores y castigue, multe a los partidos en los que militan diputados y senadores alebrestados. O de plano les cancele el registro y los devuelva al limbo de las agrupaciones. Con razón toma vuelo el movimiento del “legítimo” en cuanto está por tragar polvo y pasar al anecdotario de la desmesura tropical. O al abismo de los votos que se tienen que contar y con la mayoría de los cuales hay que contar si se quiere alcanzar un puesto, un cargo en la democracia representativa. Dicho sea esto, sin desdoro de la eficacia del agitador tabasqueño y de la tenacidad con la que sus fieles persiguen la democracia participativa.

“A reinar fortuna vamos. No me despiertes si sueño.” Cada engaño presiona duramente al siguiente. Pero un organizador político es tan bueno como los resultados que logra su accionar. Y sus enemigos se han propuesto allanar el camino a Andrés Manuel López y empedrarlo con mala voluntad: nunca fuera opositor de gobernantes tan bien servido. Y que me perdone Miguel de Cervantes.

Porque al Quijote invocó Juan Gelman en el discurso pronunciado al recibir el Premio Cervantes 2007 en Alcalá de Henares. Voz y foro para divulgar la angustia por el hambre, por el implacable aumento en los precios de los alimentos, la ausencia de crecimiento económico, la desigualdad rampante y la ofensiva concentración de la riqueza en cada vez menos manos. Juan Gelman, poeta, trasterrado, avecindado en México, habló de la pregunta que se hacía Hölderlin (¿Para qué poetas?) en tiempos que calificó de mezquinos, tiempos de penuria. ¿Qué diría hoy, en este tiempo nuestro en el que “cada tres segundos y medio un niño menor de cinco años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza”? Sí, ahí está “la poesía, de pie frente a la muerte”.

Pero tenemos que ocuparnos de las cosas, como nos recordó el potosino Ponciano Arriaga en el voto particular que formuló y pronunció al debatirse la Constitución de 1857; la de la Reforma, labor de aquellos hombres que “parecían gigantes”. Los de hoy, como los enanos de Tito Monterroso, “tienen un sexto sentido que les permite reconocerse entre sí a primera vista.”

Habrá que subirse a los hombros alegóricos de aquellos. Los debates sobre la reforma energética tienen que incluir reformas fiscales, hacendarias, del ingreso y del gasto público; la institución de un sistema progresivo del impuesto sobre la renta, en el que paguen más los que más ganan y se traduzcan sus contribuciones en servicios, seguridad en los bienes y personas, pero ante todo, en una política social de Estado que garantice alimentación, salud, educación y empleo a los que menos tienen; a más de 50 millones de mexicanos entre quienes sobreviven esos niños de menos de cinco años que mueren de enfermedades curables, de hambre y de pobreza.

De no hacerlo así, las barricadas parlamentarias, las tribunas tomadas por asalto, la firmeza de unos y la disposición de otros a ceder para acordar un periodo de debates a fondo, sin regatear el tiempo, pero sin perderlo en busca del ilusorio consenso, opio de los navegantes de nuestra transición en presente continuo, desembocará en repetición inane del combate imaginario entre “el legítimo” y “el usurpador”. Siempre al filo del protofascismo, del caos anarquizante.

 
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