Jazz
■ Ameneyro - Doncella
Los calores del país entero se reunieron insidiosos en el aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez para darnos la bienvenida. Llegamos el viernes 18 de abril, poco antes de las once de la mañana, para intervenir en las dos primeras presentaciones de Doncella, el tercer disco del grupo Ameneyro. Minutos después nos refugiábamos en el auto de Tania Carpio, representante del Sistema Educativo Descartes, agradeciendo con sinceridad la invitación, las atenciones, la belleza chiapaneca y el aire acondicionado.
Enfilamos entonces a San Cristóbal de las Casas, donde el clima sería mucho más benigno y a mediodía se celebraría una rueda de prensa en el Dada Club, productor del disco y promotor de jazz de tiempo completo. Germán Palomares hacía las relaciones públicas con la soltura de siempre mientras yo me perdía en el Cañón del Sumidero y el río Grijalva.
Eslogans aparte, la ciudad de San Cristóbal es realmente mágica. No sé por qué carambas, pero apenas entras en ella, la realidad se trastoca. No importa ni el tráfico ni la sobreoferta de turistas mochileros. Ahí hay algo.
A diferencia de la rueda de prensa, que fue poco concurrida, la presentación nocturna de Ameneyro convocó a más de un millar de coletos en el espléndido Teatro de la Ciudad. La gente quiere y admira al trío y aprovecha cada oportunidad para demostrarlo. Ciro Liberato y Paty Reyes tienen más de 10 años haciendo música por aquellas tierras, mientras que Julio Flores, joven, nervioso y excelente guitarrista, es oriundo de San Cristóbal.
En sentido estricto (léase conservador) tendríamos que decir que Ameneyro no hace jazz, que su excelente discurso musical debería ser reconocido más bien (por los necios cronistas musicales que a todo le quieren endilgar una etiqueta) como música contemporánea de cámara, aunque esto seguiría siendo muy ambiguo. El punto de partida continúa siendo el aroma y las estructuras del jazz moderno, pero las dosis de rock y de academicismo y de acid jazz y de mestizajes inauditos han aumentado, y cada una de ellas es distribuida a lo largo del concierto con imaginación y virtuosismo.
En Doncella, los espacios para la improvisación no son muy abundantes, y cuando los chiapanecos presentan este material en vivo, la realidad es exactamente la misma. La música gira entre atmósferas y líneas y compases muy hechos, muy detallados; desde siempre, cada escala, cada despliegue armónico tiene un lugar específico en el pentagrama y en el aire, a la usanza de la música clásica y académica, con la magia exacta de las matemáticas, pero también, obviamente, con la irreverencia y la frescura de una música realmente original, que sólo puede ser escuchada cuando Ameneyro se sube al escenario.
Cuando hablábamos del grupo, instantes antes de su presentación, nos preguntábamos qué hay después del jazz, y sólo podíamos respondernos que después del jazz estaba Ameneyro, con sus diálogos instrumentales que cruzan y desatan y decantan el tiempo, reinventando el medievo con sobriedad y delicadeza, pero también poniéndonos frente a las narices un amplio muestrario de lo que hace 10 minutos era el porvenir, y que ahora es el ahora, nomás porque a Ciro, Paty y Julio se les antojó sacarlo del fretless, de la Gibson, de las cuerdas del piano y de los decires y los sentires que flotan en el aire del sureste mexicano.
Al día siguiente, la presentación fue en el Auditorio Descartes, en Tuxtla Gutiérrez, y Ameneyro nos volvió a asestar el golpe maestro de su música. Golpiza que debes autorrecetarte en la primera oportunidad que tengas, antes de que el calentamiento global nos alcance.
Salud.
PD. Sacbé ha resucitado, este domingo 27 toca en el World Trade Center con Luis Conte, el 5 de mayo lo hará como trío en San Luis Potosí y el 4 de julio viaja al Festival de Jazz de Montreal. ¿Cómo ves?