Usted está aquí: domingo 20 de abril de 2008 Opinión Defensor del pueblo

Ángeles González Gamio
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Defensor del pueblo

Ese es el significado de ombudsman, palabra sueca que en México dio lugar a la creación de las comisiones de derechos humanos, tanto la nacional como las estatales y la del Distrito Federal. Esta última nació en 1993 y se ha convertido en un oasis para todos aquellos ciudadanos que padecen la violación de una o varias de sus garantías individuales por parte de cualquier autoridad o servidor público.

De su importancia para la población capitalina nos habla la enorme cantidad de personas que acuden a presentar quejas, solicitar asesoría, orientación y muchas veces simplemente consuelo; sólo el año pasado se atendieron a cerca de 40 mil personas.

La Comisión de Derechos Humanos del DF (CDHDF) es un organismo público autónomo, con personalidad jurídica y patrimonio propio, lo cual significa que no le tiene que rendir cuentas a ninguna autoridad de sus actos, lo que le permite actuar con total libertad y emitir, cuando el caso lo amerita, recomendaciones, que son llamadas de atención a funcionarios y dependencias sobre asuntos graves, o temáticas que violentan los derechos humanos, lo que le ha traído malquerencias en más de una ocasión.

El primer presidente de la CDHDF fue Luis de la Barreda, connotado jurista quien fue el encargado de su creación, estructura y arranque, y a partir de 2001 se hizo cargo Emilio Álvarez Icaza, joven sociólogo con maestría en ciencias sociales, profundamente comprometido con su trascendente labor, lo que lo ha llevado a conformar un equipo de gente igualmente joven y convencida que trabajan con enorme mística, conjugando la eficacia técnica con el sentido humano. Apoya los trabajos de la comisión un consejo honorífico, integrado por personas de la talla de Clara Jusidman, Santiago Corcuera, Denise Dresser, Patricia Galeana, Carlos Ríos, Armando Hernández, Elena Azaola y Judith Bokser, entre otros.

El trabajo de la comisión se ha ido incrementado año con año, volviendo insuficientes el personal y las instalaciones, lo que la ha llevado a realizar una serie de cambios y ampliaciones, destacadamente otra visitaduría y la apertura de cuatro unidades desconcentradas en distintas partes de la ciudad, con el propósito de acercar la CDHDF a la gente.

Dentro de estos trabajos de ampliación se vio la necesidad de buscar una nueva sede y tras ardua búsqueda, con el dinero otorgado por la Asamblea capitalina y con los ahorros que ha venido haciendo para tal fin, la comisión, que es extremadamente austera, pudo adquirir un edificio en Coyoacán que había sido construido en los años 60 del pasado siglo para una empresa farmacéutica.

En un vasto terreno de 1.3 hectáreas, el afamado arquitecto Ricardo Legorreta les diseñó una hermoso y moderno edificio, rodeado de jardines y tuvo la gran idea de pedirle a su amigo el notable artista Matías Goeritz, que proyectara la reja, que es una obra de arte, muy representativa de esa época, al igual que la construcción, que por cierto está clasificada como monumento artístico por el Instituto Nacional de Bellas Artes.

Ahora se encuentra en remodelación y esperamos que en unos meses podamos disfrutarla, ya que sin duda es la casa de todos los capitalinos y ofrece además de apoyo para la defensa de los derechos humanos, mucho más, como los 65 mil niños que atendió en 2007 en la Casa del Árbol, espacio donde aprenden sobre el tema, de una manera lúdica y didáctica y los 9 mil funcionarios a los que les dio cursos.

Por lo pronto podemos acudir a su sede situada en avenida Chapultepec 49, en cuyas cercanías se encuentra el afamado restaurante-cantina, La Número 1, que en su enorme espacio de avenida Cuauhtémoc, esquina Doctor Erazo, ofrece con la atención personal de Manuel Otero, sabrosísima comida. Entre las especialidades sobresale la sopa de fideos con almejas, la paletilla de cordero con fabes, el cabrito y el filete de robalo al horno; de pilón puede jugar dominó y cubilete.

 
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