Usted está aquí: sábado 19 de abril de 2008 Espectáculos El “cráneo de París”, de la saga de Indiana Jones, no es precolombino

■ Según peritajes, la pieza fue elaborada a finales del siglo XIX

El “cráneo de París”, de la saga de Indiana Jones, no es precolombino

■ El hallazgo coincide con la cuarta entrega de la cinta de Spielberg

Afp

Ampliar la imagen Harrison Ford y Shia LaBeouf en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, que abrirá el festival de Cannes Harrison Ford y Shia LaBeouf en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, que abrirá el festival de Cannes Foto: David James/ Lucasfilm Ltd.

París, 18 de abril. La escultura de cristal azteca conocida como “cráneo de París”, perteneciente a la colección del Museo del Quai Branly, es una falsificación realizada en el siglo XIX, indicaron científicos, con lo que Steven Spielberg podría haber enviado a Indiana Jones en busca de una calavera falsa.

Coincidiendo con el estreno de la película Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull (Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal), que será presentada en mayo en el Festival de Cannes, el Museo del Quai Branly organiza (a partir del 20 de mayo) una exposición para presentar al público el cráneo de cristal de su colección, precisando que se sabe con certeza que es falsa.

El “cráneo de París” fue donado al Museo Etnográfico de la capital francesa por el explorador Alphonse Pinart, en 1878, y fue considerado como una obra de arte precolombina, representación de Mictlancihuatl, deidad azteca del mundo de los muertos.

Se trata de una escultura de cuarzo de gran pureza, de 11 centímetros de altura y 2.5 kilos de peso.

No se conoce ningún cráneo de cristal que se haya encontrado durante excavaciones arqueológicas que atestigüen su autenticidad, y esas calaveras “no respetan las convenciones de representación de los cráneos humanos, y en particular de las divinidades de la muerte entre los aztecas y los otros pueblos de tradición mesoamericana”, señala el Quai Branly.

La aparición de estos objetos, presentados como esculturas precolombinas, a finales del siglo XIX, provocó curiosidad y fascinación en el mundo de la arqueología, así como dudas que rápidamente aparecieron sobre su autenticidad.

Se registraron 12 en todo el mundo, por lo que cabe preguntarse si la nueva aventura de Indiana Jones no concierne a la calavera número 13, dada la leyenda, aunque la trama de esta cuarta entrega de la célebre saga de Spielberg se guarda en secreto celosamente.

Según la leyenda, existen 12 cráneos que corresponden a los 12 mundos en los que hubo vida humana. Los Itzas, venidos de la Atlántida, los trajeron a la Tierra y los entregaron a los hombres, junto con sus conocimientos.

Pero la Tierra, el más joven de los mundos habitados, tiene también su cráneo, el décimo tercero. Todos fueron guardados en una pirámide sucesivamente por los olmecas, los mayas y los aztecas. Éstos fueron responsables de su dispersión, siempre según la leyenda, que afirma que, si fuesen reunidas, las 13 calaveras tendrían poderes maravillosos, inclusive el de parar el mundo si fuesen alineadas el último día del calendario maya, el 12 de diciembre de 2012.

El Museo del Quai Branly señala que la calavera de cristal, perteneciente al British Museum de Londres, fue sometida a una serie de análisis en 1996 y 2004, y que, aunque las conclusiones definitivas de estos estudios aún no se han publicado, se sabe ya que tienden a probar que se trata de una falsificación.

La pieza en cuestión habría sido fabricada en el sur de Alemania entre 1867 y 1886, utilizando cristal de roca brasileño.

En 2007, el museo del Quai Branly encargó a su vez al Centro de Investigación de los Museos de Francia (C2RMF), basado en el Louvre, un peritaje de la pieza, sobre cuya autenticidad había dudas desde hace tiempo.

Los resultados de esta investigación serán publicados el año próximo, pero los científicos han concluido ya que probablemente se trata de una creación de la segunda mitad del siglo XIX.

La pieza “no es precolombina con certeza; presenta huellas de abrasión y pulido efectuados con herramientas modernas”, indicaron Thomas Calligaro e Yvan Coquinot, ingenieros del C2RMF.

 
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