Usted está aquí: viernes 18 de abril de 2008 Política Falla estrategia PRI-AN para entrar a escondidas al recinto de Donceles

■ La Torre del Caballito se vuelve “sede alterna” del Senado ante el cerco de las adelitas

Falla estrategia PRI-AN para entrar a escondidas al recinto de Donceles

Artuo Cano

Ampliar la imagen Una de las adelitas se tira en el piso para cerrar el paso al convoy de los senadores panistas en las calles de Perú y Allende. Los legisladores pretendían ingresar al recinto de Donceles Una de las adelitas se tira en el piso para cerrar el paso al convoy de los senadores panistas en las calles de Perú y Allende. Los legisladores pretendían ingresar al recinto de Donceles Foto: Carlos Ramos Mamahua

La primera entrega es perfecta. Cuatro camionetas salen hechas la raya de un estacionamiento y, tras un trayecto de apenas unos cuantos metros, depositan su carga a las puertas del “recinto alterno”. Les suceden otras. Bajan los senadores acompañados de gorilas muy celosos de su deber, que los protegen de cámaras y grabadoras. Todos son legisladores del Partido Acción Nacional.

En la primera entrega baja, para poner el ejemplo, el coordinador de los azules, Santiago Creel. Se piensa que es cuestión de minutos la llegada de los legisladores del PRI.

A pesar del “cerco” de las adelitas ha quedado libre una ruta que comienza en las calles de Perú y atraviesa dos estacionamientos que van de una calle a otra para poner a los senadores en la calle República de Cuba, frente a un hotel muy convenientemente llamado Congreso.

Los trabajadores de la lente que esperan a las puertas del edificio elegido como sede alterna del Senado, en Donceles 14, y frente al estacionamiento mencionado, se quedan con las cámaras quietas. Los legisladores del PRI no aparecen.

A las 12:36, cuando aparecen los senadores panistas, truena un helicóptero de la Secretaría de Seguridad Pública local en las cabezas de las adelitas y el resto de los presentes. En el sonido de las brigadistas que hacen guardia y gritan en la esquina de Donceles y Eje Central se escucha a todo volumen una canción de combate italiana. Y al ritmo de Bella ciao entran los panistas a esperar a los priístas.

Es un misterio por qué pueden pasar los panistas y no los senadores encabezados por Manlio Fabio Beltrones. Los priístas argumentan que el cerco apretó, que anduvieron dando vueltas por las calles de la Lagunilla buscando una ruta de entrada y que no lo consiguieron. Eso dicen unos. Otros, en información que retoman los portales de Internet de algunos diarios, aseguran que fueron “interceptados” en el Eje Central y que por ello decidieron volver al edificio donde se encuentran sus oficinas.

Pese al “cerco” que impide la entrada de los tricolores, los panistas pueden hacer el viaje de vuelta y salen por donde los priístas no pueden entrar. Convenientemente, el acuerdo para utilizar una sede alterna incluye cualquier edificio del Senado. De modo que todos se reúnen en la Torre del Caballito y ahí los legisladores de PAN, PRI, PVEM y Nueva Alianza realizan la reunión del día, con un punto central: exigir al Gobierno del Distrito Federal, encabezado por Marcelo Ebrard, cumplir su obligación de proteger las “instancias depositarias de los poderes federales”. El punto de acuerdo, presentado por el senador del Partido Verde Arturo Escobar, le recuerda al jefe de Gobierno que el Senado tiene la facultad de removerlo en caso de incumplimiento.

El punto es aprobado unánimemente por los 75 legisladores presentes, con el añadido, propuesto por el priísta Jesús Murillo Karam, de pedir seguridad también al gobierno federal.

“¿Para qué vamos a remover a Ebrard?”, chacotea, con un toque de seriedad, un senador priísta. “¿Para qué el PRD tenga dos candidatos a la Presidencia?”, remata, aludiendo al fallido desafuero de López Obrador.

En todo caso, el punto de acuerdo es parte de la estrategia definida desde las filas priístas en busca de que López Obrador “no marque el ritmo ni los tiempos del debate energético”.

Por la tarde, Ebrard habla del libre tránsito y asegura: “Quienes hoy votaron ese punto de acuerdo llegaron a la Cámara de Senadores gracias a la intervención del gobierno de la ciudad de México y de la Secretaría de Seguridad Pública del DF; entonces, estamos cumpliendo con nuestro deber”.

¿Quién nos quita lo bailado?

La jornada comienza temprano. Los camarógrafos madrugan para evitar los retenes de las adelitas. Mientras se acerca la hora de la cita de los senadores, la una de la tarde, las carpas de la “resistencia civil” se nutren de más y más brigadistas. La calle de Bolívar es bloqueada por integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas que hacen un mitin frente al edificio de la Asamblea Legislativa del DF.

Pasado el mediodía, las filas de granaderos son reforzadas. En cada punto se suman tres hileras de policías capitalinos y una de antimotines de la Policía Federal Preventiva. En algunos lugares hay más granaderos que brigadistas.

Las adelitas responden con un solo grito: “¡No tenemos miedo, no tenemos miedo!”

El ambiente en el exterior contrasta con la calma que reina en el edificio de Xiconténcatl, donde unos cuantos senadores del Frente Amplio Progresista charlan y leen las síntesis informativas.

Por ahí se pasea Ricardo Monreal, a quienes algunos ven como la carta para el interinato en el PRD. “Yo ahorita estoy en esto”, dice él.

Nada turba el aire calmo del salón de sesiones, excepto que los senadores se enteran que en la Cámara de Diputados, contra un acuerdo de la Junta de Coordinación Política, la mayoría PRI-PAN acaba de aprobar modificaciones a la Ley de Adquisiciones, con lo que, comentan algunos legisladores, se abre la puerta a la absoluta discrecionalidad en las compras del sector público.

Afuera, los panistas hacen su arribo y sólo un par de ellos se detiene a hacer declaraciones. Alejandro González Alcocer, quien como gobernador sustituto de Baja California promovió una ley para que las policías mexicanas hicieran el trabajo de la Border Patrol, demanda el uso de la fuerza para retirar a quienes ocupan la tribuna senatorial.

Poco después sigue sus propios pasos para retornar al edificio del Caballito.

Ahí, quizá para no ir a los “ritmos” de López Obrador, pero tampoco a los de Beltrones, el coordinador de los panistas, Santiago Creel, propone que se acuerde un programa de foros sin atarlo a un plazo definido, de 50 o 120 días.

Terminada la sesión, las brigadistas celebran lo que consideran un triunfo. Claudia Sheinbaum felicita a sus huestes. “¡Sí se pudo, sí se pudo!”, le contestan, mientras comienzan a levantar sus carpas y tiliches sin dejar las consignas de los últimos días, sobre todo la de “Este es el pueblo/ de López Obrador,/ ¿dónde está el tuyo/ espurio Calderón?”

Los policías locales y federales también se van.

Entre las adelitas que se retiran no hay un ánimo de victoria total. Pero van felices. Quizá porque se quedan con lo que les dijo Paco Ignacio Taibo II al filo de las dos de la tarde, luego de referirse al movimiento del 68 y luchas que le siguieron: “Tuvimos victorias y derrotas, pero ¿quién nos quita lo bailado?”

 
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