Usted está aquí: viernes 18 de abril de 2008 Ciencias ¿Petróleo o fuentes renovables de energía?

Juan Tonda
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¿Petróleo o fuentes renovables de energía?

Lo primero que sorprende es que la reforma energética, como hizo notar en días pasados el doctor Mario Molina, premio Nobel de Química– esté destinada a un solo recurso energético: el petróleo. Tal parece que únicamente existe una fuente de energía para satisfacer las necesidades energéticas de la población, cuando en realidad existen muchas, como la fisión nuclear, el carbón, y las fuentes renovables de energía como son la solar, la de los vientos, la biomasa, la geotermia, la energía oceánica, la hidráulica y la que se obtiene del hidrógeno combinada con fuentes renovables. Todas ellas fuentes de energía útil en las que México tiene experiencia y desarrollo, pero parece que han sido ignoradas en la reforma energética. Lo único que señala la reforma es que se tienen metas ambiciosas para usar las fuentes alternas de energía, pero no se dice cómo, cuáles, dónde y cuándo, cuestiones de vital importancia para el país, en lo que sería adoptar una reforma energética global e integral a corto, mediano y largo plazos para el país.

Por ejemplo, las investigaciones realizadas por el Centro de Investigación sobre Energía de la UNAM señalan que es posible que México aproveche 30 por ciento de la energía total que requiere la nación a través de fuentes renovables de energía (FRE) para el año 2025, es decir, dentro de 17 años, cifra nada despreciable para tomar desde hoy las medidas adecuadas para lograrlo. Sobre todo, si esta cifra nos permite tener petróleo y gas durante más años para beneficio de las futuras generaciones, así como contribuir a reducir el calentamiento global del planeta.

Cabe señalar que las fuentes alternas son de energías renovables que no se agotarán a corto y mediano plazos, como el Sol y la energía de los vientos, cosa que sí sucederá con las no renovables: petróleo, gas, carbón y combustibles nucleares (uranio). Así que la independencia energética que se logrará al emplearlas es para largo plazo o toda la vida; el Sol “vivirá” otros 4 mil 500 millones de años. Más aún, México cuenta con regiones como Sonora y Baja California, lugares privilegiados en el mundo para aprovecharla.

En cambio, el petróleo y el gas se van a acabar. En el reporte gubernamental se indica que las reservas probadas de petróleo durarán 9.2 años; aunque las cifras difieren de lo que creen algunos especialistas, es un hecho que se van a terminar. Y es una realidad que esta situación debe preocupar a todos los mexicanos.

La actual reforma petrolera posibilita, por un lado, hacer más eficiente a Pemex, pero por otro permite la contratación discrecional de empresas extranjeras en las diferentes etapas del aprovechamiento del petróleo y el gas. Algunos especialistas señalan que no es necesaria la exploración y explotación del petróleo en aguas profundas, y que las baterías deben dirigirse a aguas poco profundas y el suelo nacional. Muchos coinciden en que tenemos la capacidad de construir las refinerías que necesita el país, sobre todo para contribuir a la reducción de importación de gasolinas. En este sentido, habría que hacer un llamado de atención, sobre todo en el uso de los transportes basados en el uso de gasolinas, y todas las consecuencias que tienen en la contaminación de las grandes ciudades, como el Distrito Federal. Hasta ahora México no ha explorado nuevas alternativas de manera seria, aunque en el país existe la capacidad de hacerlo.

Propongo algunas ideas para contribuir al debate energético: en primer lugar, invertir 1.1 por ciento del presupuesto dedicado a la ciencia y la tecnología, que se destinará a la investigación, la formación y la divulgación de la ciencia y la técnica; en segundo lugar, la creación de instituciones gubernamentales, con investigadores, técnicos y divulgadores mexicanos dedicados a resolver problemas concretos de abastecimiento de energía a mediano y largo plazos, con objetivos concretos y metas claras; para ello se privilegiará a los profesionales de las universidades del país; en tercer lugar, que el debate sobre la reforma energética priorice la obtención de recursos para el funcionamiento adecuado del país, pero que a la vez privilegie cuando menos la reducción y ahorro del petróleo y el gas hacia el interior de la nación, a través del uso de fuentes renovables de energía, dado que la importación de las mismas resulta indispensable para la economía de México (aunque se ha reiterado que hay que buscar depender menos del petróleo y más de otras importaciones). En este aspecto hay que señalar que lo que se reduzca en el consumo de petróleo y gas en México redundará en reservas que duren más para los mexicanos, así que si logramos emplear otras fuentes de energía el beneficio será para nosotros; en cuarto lugar, tomar en cuenta seriamente el cambio climático y la emisión de gases de efecto invernadero, lo cual sólo se puede conseguir con la adopción y empleo de nuevas fuentes de energía que no contaminen, como son la solar, el viento, la geotermia y el hidrógeno; en quinto lugar, la adopción de una política de desarrollo energético sustentable, en la cual existen soluciones gubernamentales e individuales y en la cual la educación y la cultura desempeñan papel fundamental, para que no nada más seamos espectadores, sino actores para un cambio energético y que nuestra pequeña contribución de ahorro, cambio de costumbres y uso de energéticos sea representativa para el consumo nacional. La realización de estas propuestas se puede lograr tanto con los recursos petroleros como con la eficiencia de la paraestatal.

Finalmente, creo que la actual reforma energética no atiende los problemas estructurales en relación con el abastecimiento de energía para el país y la contribución de México para evitar el cambio climático. Más allá de la lucha política, creo que no se están atendiendo problemas energéticos de fondo y se está haciendo a un lado la capacidad y las fuentes de trabajo de los profesionales mexicanos.

 
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