Usted está aquí: jueves 17 de abril de 2008 Gastronomía Antrobiótica

Antrobiótica

Alonso Ruvalcaba
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■ Probar una oquedad

Ampliar la imagen Quieres regresar a esa oquedad urgentemente, urgentemente. Mejor nada más oler, mejor nunca probar una oquedad. Dios mío, tiéndeme tu mano. Arriba, Derrick Cross, 1982 Quieres regresar a esa oquedad urgentemente, urgentemente. Mejor nada más oler, mejor nunca probar una oquedad. Dios mío, tiéndeme tu mano. Arriba, Derrick Cross, 1982 Foto: Robert Mapplethorpe. Tomada de Eros. Editorial Evergreen

En su Ivaginaria más reciente (Metro, 16 de abril, 2008), Elia Martínez-Rodarte tiene una frase muy eréctil que se refiere a Marilyn: “Se le pudo hincar a un presidente frente a la bragueta y no precisamente para rezarle el rosario”. Uf. ¿No había una rola sensacional de Los Ángeles Azules que elaboraba sobre esa imagen cachondísimamente católica?:

Si besando una cruz estás tú,

si rezando una oración estás tú,

¿cómo te voy a olvidar?

Claro que no todas las rolas dan esas vueltas para hablar de mamadas (o bueno: de sexo oral). Ahí está la aceleradísima Work it, de Missy Elliott: Call before you come, I need to shave my chocha/ You do or you don’t or you will or you won’t cha/ Go downtown and eat it like a vulcha: bájate y cómemela como buitre. Es una orden que hay que atender. Leonard Cohen cuenta una mamada de Janis J. con una dejadez que lastima: I remember you well in the Chelsea Hotel/ you were talking so loud and so sweet/ giving me head on the unmade bed/ while the limousines wait in the street. El recuerdo de una mamada sobre la cama destendida –¿cómo te voy a olvidar?– perdura más que el recuerdo de un acostón, tal vez porque tiene un algo de regalo o de premio. (Por eso también duele más una traición oral que una coital.) El Oxford encuentra por primera vez esa curiosa expresión –to give head: “to perform fellatio or cunnilingus”– en un texto de 1941. Fellatio y sus derivados, en estas líneas sensacionales de 1887: The verge, introduced into the mouth, wants to be tickled either by the lips or the tongue, and sucked; the party who does this service to the penis is a fellator or sucker: “la verga, introducida en la boca, requiere que los labios o la lengua la cosquilleen, y ser mamada; quien da este servicio al pene es el mamador o fellator”. El gran jefe Marcial también menciona un fellator:

Corve salutator, quare fellator baberis,

in caput intravit mentula nulla tamen?

“Quiubo, cuervo, ¿por qué te dicen mamador si ningún pene te ha entrado por la boca?” Cunnilingus aparece también en ese libro de 1887, pero a su traductor/autor (L.C. Smithers), en este caso, se le sale lo cursi: A man who is in the habit of putting out his tongue for the obscene act of cunnilinging. Mnta. La locución deep-throat, que es el acto de meterse el pene hasta el fondo de la garganta, nació con esa película medianamente erótica de 1972 –para algo de veras desquiciante véase el deep-throat que se avienta la morenita de las medias rosas con un dildo gigante en Strap it on II (2006). Hablando de desquicies: nadie debería perderse el cunnilingus que practica la cabeza sin cuerpo del doctor Hill sobre la semiagonizante Megan en Re-animator (1985), de Stuart Gordon. (La mamada más triste de la historia del cine es la que recibe Vincent Gallo en Brown Bunny, 2003, y es que la recibe de un fantasma.)

Hay un poema de Richard Barnfield de 1594, Lágrimas de un pastor enfermo de amor (bueno: Tears of an affectionate shepheard sicke of love), donde toda la mamada se convierte en una metáfora en que la abejita chupa las morillas de la flor del amante: O would to God (so might I have my fee)/ My lips were honey, and thy mouth a Bee./ Than shouldst thou sucke my sweet and my faire flower/ That now is ripe, and full of honey-berries:/ Then would I leade thee to my pleasant Bower/ Fild full of Grapes, of Mulberries and Cherries;/ Then shouldst thou be my Waspe or else my Bee,/ I would thy hive, and thou my honey bee. Moras, flores, avispas, campos de uvas: ese poema es el colmo de lo retocado. En el otro colmo está éste de ER, que viene en Gritos desde la negra oscuridad (1993), y no tiene ninguna metáfora: “Nada más oler. Así me dices cuando estoy abajo de ti/ tendido en la cama/ tú / de rodillas, con tus piernas bien abiertas/ abiertas sobre mi cara./ Nada más oler,/ me dices,/ y me pones en la cara tu culo y tu sexo/ exactamente arriba de mi cara/ divinos ellos, tu culo y tu sexo./ Nada más oler./ Porque sabes que sí./ Que el siguiente paso es incrustar ahí mi nariz y mi boca,/ porque sabes que el siguiente paso/ es penetrarte y preguntarte/ mi amor, ¿así le decías a él?/ Dios mío, tiéndeme tu mano”. Qué jodidez. El recuerdo de una mamada destruye lo que roza. (Nessun maggior dolore che ricordarsi del tempo felice nella miseria...) Quieres regresar a esa oquedad urgentemente, urgentemente. Mejor nada más oler, mejor nunca probar una oquedad. Dios mío, tiéndeme tu mano.

 
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