Usted está aquí: lunes 14 de abril de 2008 Espectáculos Rinden homenaje a Eugenia León; un teatro llevará su nombre

■ Tlalnepantla honró a la intérprete, oriunda de ese municipio

Rinden homenaje a Eugenia León; un teatro llevará su nombre

■ Sin lograr contener el llanto, evocó su infancia y juventud en ese lugar

■ En la plaza pública cantó temas de José Alfredo y de su disco Pasional

Arturo Cruz Bárcenas

Ampliar la imagen La casa de mi abuela, tan querida, refugio de mis primeras penas, expresó la intérprete durante la ceremonia en el Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz, en Tlalnepantla La casa de mi abuela, tan querida, refugio de mis primeras penas, expresó la intérprete durante la ceremonia en el Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz, en Tlalnepantla Foto: Arturo Cruz Bárcenas

Tlalnepantla, estado de México. En su país, en su estado, en su municipio y con sus paisanos Eugenia León vivió el pasado sábado un día pleno de emociones y de mucha nostalgia, al punto de las lágrimas: su nombre fue puesto al teatro del Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz, de Tlalnepantla, en un acto presidido por el alcalde Marco Antonio Rodríguez Hurtado y varios ex regidores, acompañada de su hijo Eugenio, de sus hermanos y de su mamá Ema, así como de amigos y gente del pueblo que quiso darle un abrazo o un beso, o estrechar su mano.

Fue el reconocimiento de las autoridades de este municipio a quien ha dado lustre con su canto en el mundo a Tlane, su lugar de nacimiento.

A las seis de la tarde se develó la placa con la inscripción “Eugenia León”. El munícipe expuso que en su localidad le enseñaron que “el reconocimiento y el agradecimiento a lo bien hecho deben hacerse en vida (…) Tlalnepantla debe seguir creciendo y por eso nos da gusto este día. Gracias a ti, Eugenia, por haber aceptado esta humilde invitación para que estuvieras en esta tierra que te vio nacer”. Un sonoro aplauso selló estas palabras.

Antes, el pasado jueves, la intérprete había recibido el reconocimiento Xólotl, en Tlalnepantla, por su trayectoria profesional, como parte de las actividades de la segunda edición del Festival Urbano Equinoccio 08, que concluyó ayer.

En el teatro que ahora lleva su nombre, Eugenia tomó el micrófono y expresó: “En mi vida sólo tengo una palabra: gratitud, que tiene la misma raíz latina de la palabra gracias; ¡gracias, muchas gracias! Tlalnepantla fue siempre un lugar de encuentro y de paso. Llegar, partir. Aquí un joven veracruzano y una queretana llegan de afuera y se encuentran; sus amores crean progenie, y en ella… yo. Mi infancia está llena de imágenes, sonidos, olores y sabores de una Tlalnepantla provinciana y, por ello, encantadora.

“Recuerdo la pirámide de Tenayuca y la de Santa Cecilia; el mercado que con su mercancía lacustre y sus olores de copal, el Día de Muertos, eran para mí un cofre de abalorios; el Parque de San Javier, el boliche, la vía del tren, que siempre se está yendo y que de vez en cuando no llega. Recuerdo el cine San Carlos, la Diana Cazadora con su cine Elvira y sus conjuntos norteños; las cantinas, territorio desconocido que sólo veíamos de lejos.

“La panadería La Espiga, la Farmacia San Javier, la barbacoa de los Benítez y del señor Reyes, la señora de las quesadillas y los terrenos baldíos de La Romana… la casa de mi abuela.”

Eugenia no pudo contener el llanto, esa muestra de humanidad propia que se desborda por el recuerdo. Un aplauso colectivo y comprensivo brotó de los asistentes.

“La casa de mi abuela, tan querida, refugio de mis primeras penas, curadas con toda la música del mundo. Aquí tenían discos de Toña La Negra, de Gardel, de Lucha Reyes, de Edith Piaf, de Lola Beltrán, de El Charro Abitia. Mis tíos, mis tías; Abel, que con su cariño y afecto me hacía cantar; mi tío Servando, mí tío César, mi tía Norma, Carmela; a todos mis primos, que son muchos. Recuerdo mi casa, en la calle de Guerrero.

“Por supuesto, nuestra iglesia, nuestra plaza que se llenaba de colores el 16 de septiembre, de los gritos de las ferias ambulantes y, sobre todo, se llenaba, como hoy, de nuestra hambrienta nostalgia. De aquí me fui en busca de mi destino, asfixiada por el triple autoritarismo de la época. El más cercano: esto lo hago por tu bien; el siguiente: la letra con sangre entra. El político: vivir fuera del presupuesto es vivir en el error. Eran los tiempos en que una joven, sólo por serlo, era sospechosa de lo que sea, y sancionada drásticamente para que no dijera lo que de todos modos dice.

“Ahora, de regreso, agradecida por este reconocimiento sólo tengo gratitud. Gratitud, porque este reconocimiento, más que a 30 años de esfuerzo y constancia, lo veo, no como el reconocimiento a ésta que soy, sino a la jovencita que fui; lo recibo por ella y por todas las jóvenes que hoy deben defender aquello en lo que creen. ¡Háganlo, no se dejen!”

Deleite para los paisanos

Otro aplauso sonoro. Eugenia cantó a capella La negra noche. Su voz cruzó el espacio y llegó a los corazones. La escuchaba su mamá, Ema, quien dijo que el homenaje fue merecido. “Llegué aquí cuando yo tenía 10 años. Eugenia comenzó a cantar y a bailar en la casa, como cualquier niña traviesa. Eugenia nació en la calle Zahuatlán 25, pero se crió en Guerrero, aquí a la vuelta.” A un lado, Eugenio, hijo de Eugennia, de 10 años, se afirmó emocionado. “No sé qué se siente tener una mamá que canta tan bonito, no lo sé, en verdad.”

Continuó el festejo. Dentro del festival Equinoccio, Eugenia cantó en la plaza cívica, donde interpretó 15 temas, desde las rancheras de José Alfredo Jiménez hasta las tormentosas de su reciente disco, Pasional. De entre el público se escuchó: “¡Vamos, paisana!”

 
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