Desde el otro lado
■ Paradojas
Ante la consternación generalizada de los consumidores estadunidenses por la escalada en los precios de la gasolina, el Comité de Energía de la Cámara de Representantes exigió la comparecencia de los directores de las cinco compañías petroleras más importantes en el país para explicar las razones. Las ganancias de esas compañías, tan sólo en 2007, sumaron 123 millones de dólares.
El argumento de los magnates del petróleo fue contundente. El aumento en los precios del crudo fue determinante en el alza en los costos de la gasolina: en 2003 el precio del petróleo representaba 50 por ciento del precio en la gasolina, en 2008 representa 70 por ciento. Lo que no quedó claro es por qué las ganancias habían aumentado en proporción mucho mayor a la de los precios del petróleo.
Tal vez la mejor forma de explicarlo es debido a un aumento en la eficiencia (productividad). También, desde luego, es resultado por la política de dar a productores e intermediarios una irrestricta libertad para fijar los precios “de acuerdo con las condiciones del mercado”. En términos llanos, esto quiere decir a su antojo y conveniencia.
Y esto nos lleva a una de las grandes contradicciones, al parecer insalvables, de la llamada economía de “libre mercado”. Se hace todo lo posible por apoyar a la empresa mediante diversas medidas: subsidios y ausencia en el control de precios con el afán de “estimular efectividad y competencia”. Sin embargo, hay sorpresa y desconcierto por las consecuencias naturales de tal decisión.
Quienes diseñaron las bases del libre mercado deben estar muy satisfechos por los resultados en las compañías petroleras. El problema de este asunto es que, como está a la vista, son sólo unos pocos a los que tal esquema deja satisfechos. El caso extremo del petróleo no es único. Si se observa lo que sucede en otras actividades económicas se concluye que el asunto es mucho más grave, y que tiene que ver con las bases mismas del desarrollo moderno.
La paradoja es que aun los que han quedado al margen de sus beneficios siguen auspiciando ese tipo de desarrollo. Por lo visto, este asunto de los lemmings, más que una simple parábola, es una verdadera epidemia.