Usted está aquí: jueves 10 de abril de 2008 Espectáculos Estalló el Foro Sol ante los ojos perturbados de Ozzy Osbourne

■ Bastó que interpretara temas clásicos y enseñara el trasero para prender a los asistentes

Estalló el Foro Sol ante los ojos perturbados de Ozzy Osbourne

■ El ex Señor de la Oscuridad prometió traer a México el Ozzfest

■ Poco exigente, el público de Korn, aunque armó el slam y el headbanging por la poderosa presencia de Jonathan Davis

Juan José Olivares

Ampliar la imagen A pesar de la edad y de convertirse en pieza de marketing, Ozzy sigue siendo Ozzy y aún representa la escuela del metal A pesar de la edad y de convertirse en pieza de marketing, Ozzy sigue siendo Ozzy y aún representa la escuela del metal Foto: Fernando Aceves

Con el ahínco de un adulto mayor que practica el cachibol o el taichi chuan, un sexagenario Ozzy Osbourne, ex Señor de la Oscuridad, que en los escenarios (con su antigua banda Black Sabbath) comía hasta pollos, se movió en breves metros del proscenio del Foro Sol, se bajó el pantalón para enseñar su blanco y flácido traserito y arrojó cubetas de agua fría a las primeras filas, actos que fueron suficientes –al margen de la interpretación de algunos éxitos que hizo con el Sabbath, como Paranoid y War Pigs– para hacer gritar y brincar a más de 20 mil asistentes.

Antes de Osbourne, quien se apoyó en una extraordinaria banda encabezada por el guitarrista Zakk Wylde (quien regaló un solo de 15 minutos), apareció la agrupación californiana Korn, que obsequió un complaciente set de éxitos. Jonathan Davis, vocalista, se erigió en la figura que despertó y mantuvo la histeria del público, que en todo momento coreó sus rolas y agitó la cabeza. Antes de Korn, Black Label Society encendió los motores con su metal duro.

Pero la gente iba a observar a Ozzy –muchos otros, a los de California–, especie de malo devenido pieza de marketing que no pudo dejar de mostrar (para maleficio de los merol de corazón) lo que lo caracterizó en los recientes años: sus apariciones en la televisión mediante el reality show de güeva que hizo con su familia. Inclusive, antes de su salida al escenario se mostraron, entre otras, imágenes donde Ozzy aparece disfrazado del Capitán Jack Sparrow, de la película Piratas del Caribe.

Pero Ozzy es Ozzy. Aún pone sus ojos de perturbado y todavía grita, aunque no alcance sus típicas gamas de voz; su figura, impone y representa a la vieja escuela del metal, de la que muchos, muchos alumnos aprendieron. Desde las primeras rolas, I Don’t Want to Stop, Bark at the Moon, Suicide Solution (canción por la que lo demandó un padre que encontró a su hijo muerto por suicidio, quien escuchaba esta pieza en unos audífonos), Mister Crowley o I’m Not Going Away, la garganta de Osbourne y los riffs de Wylde martillaron los oídos de la audiencia.

No importó que el Foro Sol luciera con muchas gradas vacías, Ozzy quiso gustar. Exigía a todos que “levantaran sus chingadas manos”, y obedecían. Recetó un arreglo interesante del clásico War Pigs, así como Road to Nowhere, Fire In The Sky, No More Tears y I Don’t Know.

Por momentos parecía un concierto decadente, con una efigie en declive, pero bastaba un movimiento, un giro o un grito para que, por Ozzmosis, la gente entendiera que, como José Alfredo Jiménez, seguía siendo uno de los reyes del metal, tan respetado como odiado, tal como deben ser los cantantes de este subgénero del rock. Y no decimos subgénero por quitar méritos al metal, sino porque a partir de bandas como Black Sabbath o Led Zeppelin muchos grupos emergieron en el sector comercial. Se hicieron masivos, pues.

Ozzy acabó su participación con Believer or Here for you, Changed the World, Mama I’m Coming Home y su Paranoid, que detonó un slam, del que más de un treintañero salió con el hombro fracturado.

Éxtasis de adrenalina

Korn, por su lado, cerró algunas bocas que calificaban a la banda de decadente, pero Jonathan Davis, con todo y su micrófono en forma de musa y su atuendo escocés, dirigió a los Korn a un éxtasis de adrenalina. El sonido de su gaita y la alternancia de los ruidos de un sampler enlazaban una pieza con otra. El mérito fue que los éxitos A.D.I.D.A.S, Right Now, Hold On o Falling Away From Me se escucharon diferentes a las interpretaciones de otras actuaciones en México.

Con menos voz, pero una presencia escénica impresionante, Davis y su grupo hicieron mover cabelleras y saltar. Inclusive un malogrado mini cover de Ano-ther One Bites the Dust (de Queen) fue aplaudido por el respetable que, para ser honestos, fue poco exigente. Coming Undome, Here to Stay, Helmet, Faget, Freak on a Leash, Evolution, Somebody, Got The Life y, por supuesto, la que no podía faltar, Blind, con un nuevo arreglo, formaron parte de su repertorio.

El concierto fue abierto por la banda del guitarrista de Ozzy, Zakk Wylde, un vikingo de aspecto rudo y manos suaves, que en cada acorde se echó a la bolsa a los asistentes.

Black Label es una de las bandas consentidas del Ozzfest, organizado por Ozzy Osbourne, quien –no se sabe si por quedar bien– aseguró al publico mexicano que traería el festival a estas tierras, llena de metaleros de hueso colorado, a quienes no les importa romperse los hombros en el slam.

 
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